La Iglesia desempeña muchas tareas. Algunas son muy visibles y valoradas en nuestra sociedad. Me refiero, por ejemplo, al mantenimiento del patrimonio y de las tradiciones, a la acción social e integradora con colectivos más desfavorecidos, a la lucha por la justicia y la defensa de los derechos humanos. Otras tareas también son bien conocidas por el conjunto de la sociedad como son las referidas al ámbito litúrgico, educativo o catequético…
Sin embargo, hay otra misión que la Iglesia realiza y que permanece más difusa y desconocida, aun siendo fundamental en nuestra sociedad. Es lo que tiene que ver con el horizonte de sentido de la vida y con el acompañamiento a las personas en la búsqueda de descubrir su lugar en este mundo. Todos necesitamos conocer cuál es la misión que tenemos; en sentido creyente, cuál es el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros y que nos permitirá alcanzar la plenitud, el desarrollo pleno y la felicidad en este mundo.
En ese sentido, la Iglesia realiza una tarea de acompañamiento vocacional, especialmente a los niños y jóvenes que buscan en sentido amplio. En un mundo que se vuelca al exterior, la Iglesia cuida y cultiva la interioridad y ayuda a buscar y mirar en el interior. La escucha al interior nos da respuestas que siempre nos sorprenden y nos apasionan. Ese difícil ejercicio contribuye a fomentar personas sanas, equilibradas, con razones para vivir, con propuestas solventes ante las dudas, miedos y dificultades de la vida.
La vida siempre es misión, nos recuerda el papa Francisco. Descubrirse llamado a una tarea y a un lugar es reconocerse en actitud de escucha, de acogida, de búsqueda. Precisamente durante este curso nuestra Iglesia diocesana quiere animar esta cultura vocacional en nuestra pastoral para despertar vocaciones a la vida consagrada, a la vida sacerdotal, a la vida laical, al matrimonio… Estamos faltos de vidas sentidas como respuesta a una llamada primera.
El Día de la Iglesia Diocesana que nos disponemos a celebrar nos puede ayudar a esta tarea. Reconocer cómo la Iglesia contribuye al desarrollo y al crecimiento personal en el horizonte amplio del amor. En un mundo ensimismado, la Iglesia nos abre perspectivas y nos ayuda a descubrirnos con vocación, mirando a nuestro interior. Además, el Día de la Iglesia Diocesana nos plantea siempre si estamos ocupando el sitio al que estamos llamados en esta gran familia que configuramos: nuestra ausencia se siente y se echa en falta. Ocupemos nuestro lugar corresponsablemente. Por último, el Día de la Iglesia Diocesana nos ayuda a reflexionar sobre nuestro sentido de pertenencia a ella que conlleva también su contribución económica para la financiación de lo que realiza. Y eso se consigue cuando conocemos lo que hacemos, queremos lo que hacemos, valoramos lo realizado y nos identificamos con su causa.
Vuestro hermano y amigo,
+ Fernando, obispo de Mondoñedo-Ferrol
Revista «Nuestra Iglesia» – Diócesis de Mondoñedo-Ferrol (PDF)