Cuidad de los mares, cuidad de sus gentes

Un año más nos disponemos a celebrar la festividad de la Virgen del Carmen, advocación tan arraigada en nuestro pueblo. Me llama la atención el cariño que nuestro pueblo cristiano profesa a la Virgen, nuestra Madre. Son innumerables los gestos que manifiestan ese agradecimiento y oración que nuestra gente eleva hacia Nuestra Señora. Sin duda, expresión de una confianza que no ha sido defraudada, prueba de una oración que ha sido escuchada y acogida.

Entre estos gestos son de reseñar los que hacen referencia al cariño que las gentes del mar dispensan a la Virgen del Carmen: su imagen siempre presente en todos los barcos y en todos los puertos; gestos, tradiciones y costumbres aprendidas desde niños que ayudan a cultivar esta devoción y cariño a María; las procesiones y bendiciones marítimas…

Y es que la Virgen del Carmen es para nosotros, especialmente para las gentes del mar, “guía, puerto seguro y estrella de los mares”. Son imágenes hermosas que nos permiten comprender el lugar que tiene María en la vida cristiana. De esta manera, siempre en referencia a Cristo que lleva en sus brazos, nos ayuda en el camino de la salvación. En efecto, son varias las imágenes de la Virgen del Carmen que, en nuestra diócesis, está representada salvando del naufragio a los marineros desahuciados. Ella, porque fue la primera en experimentar los frutos de la Salvación, nos puede indicar caminos que nos ayuden a salir de la oscuridad, del sinvivir, del naufragio, del ocaso… ¡Acudamos a María siempre porque Ella nos llevará al Salvador!

La fiesta del Carmen me recuerda un encuentro que tuve hace pocos días con unos hombres que, bien orgullosos, al pedirme una bendición, me decían que eran marineros. Con ellos compartí brevemente algunas de las preocupaciones que quiero expresar con vosotros.

Me hablaron de la belleza de su trabajo, que ellos mamaron desde su infancia en el hogar familiar, de su trabajo entendido y vivido como vocación. ¡Qué hermoso! Cuando hoy se está perdiendo esta clave vital, creo que es preciso ponerla en valor. Por eso, orgullosos hablaban de su trabajo que les llenaba, en medio de una naturaleza hermosa, aunque muchas veces se torne hostil y difícil.

Me comentaron también las dificultades de su trabajo. Ciertamente que las circunstancias tienen poco que ver con las que conocieron sus padres y abuelos, pero siguen siendo complejas en una cultura cada vez más hedonista, con otros valores que difícilmente se armonizan con la vida en la mar. Quizás esto está en la base de la falta de reemplazo. Y si miramos hacia el exterior, no podemos obviar el deterioro en los derechos laborales y las situaciones de injusticia, explotación y desigualdad manifiestas.

Desde luego, nos encontramos ante un mundo muy diverso, con muchos rostros, plurales y diferentes. La llegada de los inmigrantes es buena prueba de ello, especialmente los que se han establecido entre nosotros procedentes de Cabo Verde, Perú e Indonesia principalmente. Pero también es diversa la pluralidad de funciones: las tripulaciones de las embarcaciones que transportan mercancías, los operarios portuarios, los operadores de remolcadores y los estibadores, los guardacostas, el personal de tráfico marítimo y de salvamento, los agentes de aduanas, los pescadores, los mariscadores… Y no podemos olvidar los ámbitos que se mueven en torno a este ámbito invisible de nuestra sociedad, como son las redeiras, conserveras… y, siempre, sus familias.

También me ayudaron a conocer mejor esta tierra. Me comentaron que en nuestra diócesis, especialmente en Burela, Celeiro y Cedeira, hay unos 300 barcos y unas mil familias que viven directamente del mar, lo que supone en torno al 5 % del PIB de nuestra zona. Y no pudo faltar un comentario sobre los temas ecológicos, para ellos del mayor interés (pues ser pescador es mucho más que sacar peces del mar), porque las “cláusulas espejo” están dificultando enormemente su trabajo y su futuro…

Al celebrar la Virgen del Carmen no puedo por menos de pedir por todas estas gentes, recias y diversas que satisfacen tantas de nuestras necesidades. Que su espíritu manifestado en los puertos nos ayude a cultivar esa necesaria fraternidad universal y amistad social. Y que nuestra Iglesia, las autoridades y la sociedad articulen medidas para seguir cuidando de ellos y cuidando de nuestros mares.

Vuestro hermano y amigo,

+ Fernando García, obispo de Mondoñedo-Ferrol

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