Cada 15 de mayo volvemos nuestra mirada al mundo rural, al mundo de la aldea. San Isidro Labrador, aquel paisano madrileño que compaginó su trabajo en el campo con una madura religiosidad cristiana, nos permite mirar la situación del mundo rural y reflexionar conjuntamente sobre ella.
Lo hacemos en este año en el que ha habido especialmente muchas movilizaciones. Durante los últimos meses estas han copado los medios de comunicación. La aceleración con la que vivimos nuestra vida actual ha hecho que otras noticias hayan copado ya las primeras planas y prácticamente nos hayamos olvidado de lo que pasó.
En el fondo de todo ese descontento existía un clamor por la falta de esperanza y de futuro con la que se vive en el mundo rural. El envejecimiento y la falta de relevo generacional en las explotaciones agrarias y ganaderas son una triste realidad que nos debe hacer pensar a todos: administraciones y sociedad civil. En los últimos años son muchas las granjas de leche que se han cerrado en nuestra diócesis. Igualmente ha bajado el empleo agrícola en porcentajes muy grandes y este es copado, en su gran mayoría, por personas migrantes que dan un nuevo rostro a nuestro mundo rural. La despoblación va en aumento.
Las protestas evidenciaban serios problemas que sufrís cada día y a los que os tenéis que enfrentar cada mañana: los bajos precios de los productos, el encarecimiento de las inversiones así como de los carburantes y demás elementos para la producción, los abusos de los intermediarios, el incremento de las exigencias burocráticas, las condiciones de producción impuestas desde fuera…
Y todo ello se vive con dolor, sufrimiento, impotencia. Y se hace en un mundo, el de la aldea, que ha sido siempre el ámbito privilegiado para el cuidado. Nuestros mayores saben bien lo que significa cuidar de la tierra, del ganado, de los procesos y los ritmos, de las personas, de las instituciones, de las costumbres y fiestas, de las relaciones… Una cultura del cuidado se establecía como lo natural, lo propio, lo que garantizaba el futuro personal y comunitario. El cuidado era lo que nos caracterizaba y nuestra seña de identidad y calidad, porque nos sentíamos vulnerables y con un fuerte sentido de pertenencia. Y porque cuando se cuida de la casa común en todas sus dimensiones se garantiza el desarrollo sostenible, integral y solidario.
Me parece que este podría ser el mensaje central para reflexionar en esta jornada. Sería interesante hacer una revisión sobre cómo cuidamos el mundo del campo y de la aldea, sus servicios e infraestructuras, qué papel ocupa en las políticas y agendas económicas, desde qué perspectivas lo hacemos, cómo afrontamos su futuro inmediato… Da la sensación de que la introducción de otros modelos de producción desde una nueva economía no garantizan el suficiente cuidado. Las inversiones de fondos con fines especulativos en las cadenas de producción no ayudan a cuidar del campo y sus moradores. Hemos de saber conjugar la producción y el cuidado ecológico.
También tendríamos que revisar cómo cuidáis la vida de la aldea los que habitualmente vivís en ese hermoso medio. En ese sentido, el pesimismo existencial y el individualismo no nos hacen ningún bien. Cuidar una cultura que valore más el medio rural, sus estilos de vida y sus trabajos es urgente. Entre todos hemos de seguir cuidando de nuestros mayores, de lo que nos pertenece, de lo que es de todos, de nuestras señas de identidad y de sus instituciones, sabiendo acoger a los que nos vienen de fuera y cuidando de nuestro presente sin nostalgias que nos paralizan.
La Iglesia quiere seguir acompañando la realidad del mundo rural. Antiguamente lo hizo con la presencia de muchos sacerdotes que se encarnaron como uno más en medio de sus pobladores. Hoy lo hacemos a través del compromiso de muchos seglares que tratan de vivir el evangelio y sus valores en medio de nuestras parroquias, instituciones y aldeas… Como la semilla que generosamente se esparce en el campo de nuestro mundo, pero como el grano de trigo que si no muere no da fruto. Gracias por seguir generando tanta vida en espacios que tanto lo necesitan.
Feliz fiesta de San Isidro. Feliz Día de San Isidro.
Vuestro hermano y amigo
+ Fernando, obispo de Mondoñedo-Ferrol
[Fotografía de portada: W. Sevenster]