Preparación y preparativos de la Semana Santa

A lo mejor viene a ser lo mismo. Sin embargo cabe un matiz que hace que una cosa sea la preparación y otra los preparativos, en este caso de la próxima Semana Santa.

La preparación hace referencia a nuestro interior, y la mejor preparación es desde siempre el tiempo de Cuaresma vivido con un verdadero espíritu de conversión, con el deseo sincero de “subir a Jerusalén” acompañando a Jesús con la propia cruz y conllevando las cruces de los demás.

Y aquí caben muchos recursos y medios: la eucaristía del domingo y de cada día, la oración, la abstinencia, el ayuno, la limosna, la celebración del perdón, el retiro espiritual, las charlas cuaresmales etc… También aquellas devociones tradicionales con arraigo en la piedad popular: el via crucis, la novena de Jesús Nazareno, el quinario del Cristo de la Misericordia, el septenario de la Virgen de los Dolores, las “24 horas para el Señor”, etc.

Los preparativos, en cambio, más que al interior de la persona, nos “vierten” hacia fuera, nos “ocupan y preocupan” frecuentemente en exceso y nos alejan de lo esencial. Ahí están por ejemplo las procesiones que con su organización y “puesta en escena”, tan compleja y costosa quieren manifestar en la calle la religiosidad que las anima. Sin embargo, hemos de reconocer que fácilmente son acaparadas por otros intereses, seguro que legítimos, pero que distan del espíritu de “santidad” de esta Semana grande.

En resumen: que la preocupación por los preparativos de la Semana Santa no distraiga nuestra preparación personal para la celebración litúrgica del Misterio pascual, que es el centro que da el sentido y la razón de ser y de hacer todo lo demás.

 

 

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