Religión y violencia

Son noticia un día sí y otro también los actos terroristas que en bastantes países, ya sean del mundo desarrollado o del empobrecido, se perpetran en nombre de no sabemos qué Dios o supuesta religión o ideología.

Esta situación, que no es nueva ni de estos días, siembra inquietud, desconfianza e inseguridad en muchos ciudadanos y no digamos en determinadas minorías étnicas o culturales que se sienten amenazadas.

Lo primero que se nos viene a la cabeza es que el terror no puede ser de ninguna manera, al menos entre nosotros, la norma que rija la sociedad ni la pauta que marque la convivencia entre ciudadanos de distintas culturas, ideologías y religiones.

Tampoco es concebible que en nombre de una determinada concepción de Dios, discutible, y de su religión, casi siempre mal interpretada, se extorsione, violente y hasta se mate.

Otra cosa, que tampoco justifica ninguna violencia, es que el odio al diferente en el fondo se alimente del afán de reconquista o de revancha provocada por el abuso de poder de los países más ricos y prósperos – los menos – que generan injusticia y hasta miseria en amplios sectores de los países más pobres – los más – de este Planeta.

El único camino que tiene nuestro presente y nuestro futuro es el respeto y la tolerancia en la convivencia es la solidaridad, para acortar las diferencias y curar las injusticias, y, para el que es creyente, la adhesión y el reconocimiento de ese Dios de bondad y misericordia, para quien todos somos hijos llamados a vivir en fraternidad, que está por encima de todo y al que no podemos ni debemos tratar de encerrar en nuestros ridículos esquemas, ni manipular para someterlo a nuestros intereses egoístas.

 

«El único camino que tiene nuestro presente y nuestro futuro es el respeto y la tolerancia en la convivencia es la solidaridad»

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