El pasado sábado tuvo lugar en el teatro Jofre de Ferrol el pregón de la Semana Santa. En mi breve intervención ante el auditorio invitaba a los presentes a responder a una pregunta que hoy os formulo en forma de reflexión: la Semana Santa, ¿es un espectáculo o es más bien un acontecimiento?
En el proceso de secularización que nos envuelve, muchos se acercan a los actos de Semana Santa con la única mirada del espectador que está deseoso de sensaciones y de experiencias nuevas. Es la actitud del que asiste a un espectáculo nuevo, que lo compara con otros en los que ha participado o con lo ya experimentado en los mismos lugares en años anteriores. La verdad es que, durante estos días, nuestras ciudades, especialmente Ferrol, Viveiro y Mondoñedo, pero también en otros muchos lugares, se llenan de procesiones que están repletas de sensaciones capaces de despertar y alegrar nuestros sentidos. Así lo hace la vista, cuando contempla las hermosas imágenes que desfilan o los tronos que son escoltados por cofrades dispuestos armoniosamente. También el olfato se abre a los olores que esparcen generosamente los incensarios o las flores que decoran las imágenes. No menos disfruta el oído al acoger con gusto los sonidos de las bandas y sus hermosas y cuidadas melodías, los sonidos de las carracas, las campanas y otros elementos…
Ciertamente estos días están repletos de tradiciones que constituyen un hermoso espectáculo que llena de vida y color nuestras calles. Estamos orgullosos de que nuestra fe se haya hecho cultura, se haya mimetizado con el alma de un pueblo, se haya expresado en formas que superan la razón para abrirse al lenguaje no fácil de los sentimientos y las emociones.
Pero, sin duda, la Semana Santa es mucho más que un espectáculo. El que sólo descubra formas y belleza, tradiciones y ritos, se ha perdido la esencia que se quiere comunicar. La Semana Santa es, ante todo, un acontecimiento. El acontecimiento fundante de la fe cristiana, la razón que da sentido al caminar de los cristianos.
Cuando hablo de acontecimiento quiero expresar la experiencia que vive aquel que queda transformado por un suceso que acontece y sorprende de tal manera que ya nada vuelve a ser lo mismo. Eso es lo que significa la muerte y resurrección de Jesús que durante estos días nos disponemos a actualizar. Se trata de un auténtico manantial donde bebe constantemente la experiencia cristiana. Es el tesoro de la Iglesia, lo que la hace existir y lo que la empuja a la evangelización. Toda la Iglesia y todo en la Iglesia irradia este acontecimiento: el amor de un Dios que se entrega, que se da y que vive con nosotros eternamente.
La Semana Santa es, por tanto, participar, admirar, acoger, agradecer, alabar, comprometerse ante el acontecimiento que cambia la vida de las personas que se dejan sorprender por él. Es el acontecimiento que actualiza, en este hoy y aquí de la historia, el amor entregado de Dios por la humanidad y por cada uno de nosotros. Un acontecimiento que no nos puede dejar indiferentes sino que se ofrece como buena noticia para este mundo tan necesitado de amor sin medida. Así acontece en la liturgia de las iglesias durante estos días y se prolonga en las calles como eco y provocación para quien quiera escucharlo.
La Semana Santa es un acontecimiento: la pasión, muerte y resurrección de Jesús que engendra vida y esperanza para la salvación del mundo. Gracias, queridos cofrades, por ser instrumentos preciosos para comunicar y expandir esta buena noticia que ojalá os transforme también a vosotros. Que así la vivamos y así la compartamos.
Vuestro hermano y amigo,
+ Fernando, obispo de Mondoñedo-Ferrol