Tema 6: Semana Santa – Pascua

Marzo-Abril 2020

Pistas para la formación litúrgica de grupos de pastoral en la parroquias de Mondoñedo-Ferrol

Tema 6

Aunque pueda parecer extraño, resulta que lo primero que hizo la primera comunidad cristiana no fue celebrar fiestas anuales, sino una fiesta semanal: el domingo, semana tras semana, era el día en que la comunidad se reunía, y celebraba el acontecimiento que constituía el fundamento de su fe: la resurrección de Jesucristo.

La celebración de cada semana fue la primera celebración cristiana. Así empezó todo, y esa celebración, la de cada semana, fue la primera celebración cristiana. Al mismo tiempo, y eso hay que tenerlo en cuenta, aquellos primeros cristianaos, que eran todos ellos judíos, participaban también de las celebraciones judías, tanto en la sinagoga como en el templo de Jerusalén. Y todos los años celebraban la fiesta de la Pascua, la cena pascual, como todos sus compatriotas. Y ahí, en esta celebración anual de la Pascua Judía, comenzaría muy pronto la celebración de la Pascua cristiana.

Así pues, muy pronto, además de la celebración semanal de la resurrección que tenia lugar en la Eucaristía dominical, los cristianos empezaron a celebrar también, durante los días de la pascua judía, una fiesta anual de la resurrección de Jesucristo. Cuándo empezó exactamente a celebrarse esta fiesta no lo sabemos. Pero si sabemos la forma que tomó esta celebración. Y es muy semejante a la que nosotros seguimos manteniendo: la Vigilia Pascual.
 

La Vigilia Pascual es la primera celebración del año cristiano

Esta preparación, los cristianos de Jerusalén la hacían de una forma especialmente emotiva. El viernes, aniversario de la muerte de Jesús, a la hora exacta de este aniversario, las tres de la tarde, iban al Calvario y allí veneraban el lugar en el que el Señor había entregado la vida, y recordaban el relato de su pasión. Y de ahí nació  una celebración que también nosotros continuamos: el Viernes Santo, con la lectura de la pasión y la adoración a la cruz.

También, más adelante, los cristianos comenzaron a ir al lugar en el que Jesucristo se había despedido de sus discípulos y les había dejado la Eucaristía, y de este modo nació la celebración de la tarde del Jueves Santo.

Y así quedó constituido el núcleo central del año cristiano, lo que conocemos como Triduo Pascual. Triduo significa tres, y se refiere a los tres días de la muerte: Viernes Santo (muerte), Sábado Santo ( Sepultura) y Vigilia y Domingo de Pascua (Resurrección) de Jesús, con una introducción que es la celebración de la tarde del Jueves Santo, en la que la Eucaristía nos hace vivir sacramentalmente este misterio de muerte y resurrección.
 

Los días iníciales de la Semana Santa

Estas celebraciones centrales de la fe, con los años, se enriquecieron con un tiempo de preparación, que es la Cuaresma, y con un tiempo de prolongación de la alegría pascual, que es el Tiempo de Pascua o Cincuentena Pascual. La Cuaresma, termina al mediodía del Jueves Santo, cuando empieza el Triduo Pascual, y el tiempo de Pascua comienza con la Vigilia.

Nosotros, ahora, damos el nombre de Semana Santa a todo el conjuntos de celebraciones que van desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua. Los primeros días de la Semana Santa son el final de la Cuaresma.
 

Domingo de Ramos

La primera parte de la celebración de este domingo recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén. La bendición y procesión de los ramos es un acto que reúne a mucha gente. Gente que, seguramente, no es muy consciente del sentido que tiene esta celebración. Pero eso no significa que debamos pensar que no les va a servir para nada. Su presencia en este acto, es una ocasión para proclamar, de forma sencilla y amable, lo que es más básico del ser cristiano: las ganas de seguir a Jesús, la felicidad que él nos da, la fuerza que su Evangelio tiene para nosotros.

La procesión con los ramos nos conduce hacia la Iglesia, y allí comenzamos la misa. Y cambia el tono. Seguimos afirmando y celebrando nuestra fe en Jesucristo, naturalmente, pero ya no lo hacemos con el clima de aclamación que ha tenido la procesión,  sino que ahora nuestra atención comienza ya a centrarse en lo que iremos viviendo durante toda la semana que empezamos.

La misa de este domingo es normal, como todos los domingos, pero el Evangelio tiene un especial relieva: leemos el relato de la Pasión del Señor. Lo hacemos cada año según el evangelista del ciclo correspondiente (Matero, Marcos o Lucas; el relato de Juan se reserva todos los años para el Viernes Santo) y esta lectura marca totalmente el clima de nuestra celebración.

Leer la el Domingo de Ramos la Pasión, es adentrarnos ya de lleno en el momento más decisivo del camino de nuestro Maestro: el momento en el que se manifiesta totalmente, y llega hasta el final, su entrega por amor, esa entrega que nos abrirá el camino de la vida.
Y después de la lectura, el pan y el vino de la Eucaristía nos unirán a él para que su vida sea nuestra vida.
 

Los días intermedios

El lunes, martes y miércoles, y el Jueves Santo por la mañana, podríamos decir que son días de preparación inmediata a l Triduo Pascual. En un clima de mayor paz que nos debe ayudar a entrar en los momento decisivos de la vida de Jesús, los días de nuestra salvación.

En estos días también celebramos la penitencia, personal o comunitaria, que es una magnifica preparación para vivir, renovados, la Pascua de Jesús. También en estos días, si es posible, participaremos en la Misa Crismal, en la el Obispo bendice los santos óleos que servirán para la celebración de los Sacramentos a lo largo del año en toda la diócesis.También nos preparamos personalmente, buscando momentos de oración, de lectura de textos de estos días, de silencio agradecido.
 

Jueves Santo

Al atardecer del Jueves Santo nos reunimos para recordar y celebrar la última cena de Jesús con sus discípulos. Esta tarde celebramos la Eucaristía con una intensidad especial. Todos los sentimientos de Jesús y sus discípulos en aquella cena están presentes en nuestra reunión. Por eso el canto de entrada debe ser un canto que nos hable de la entrega de Jesús hasta la muerte, y de la salvación que él nos da.

Las lecturas nos harán revivir los acontecimientos del cenáculo: la primera lectura nos habla de la cena Pascual judía; la segunda de la institución de la eucaristía; el evangelio del lavatorio de los pies. Merece la pena hacer el gesto de lavar los pies, a imitación de Jesús, a algunos miembros de la comunidad. Dejemos que penetre en nuestro interior la llamada de Jesús a poner la vida al servicio de los demás. Ser cristianos es escuchar este llamada.

Entramos en la Eucaristía. Hoy en el aniversario del día en que Jesús  la instituyó para que acompañara la vida de la Iglesia a lo largo de los tiempos, la celebramos con una especial emoción.

Al terminar la celebración, reservamos solemnemente el Cuerpo de Cristo para poder comulgar el Viernes Santo, pues no celebramos este día la Eucaristía, porque esperamos a celebrarla la Noche de Pascua.
 

Viernes Santo

Celebramos el primer día del Triduo Pascual: el día de la muerte de Jesús Jesús será condenado a muerte. Judíos y romanos lo condenarán, y será torturado, y arrestado hasta el suplicio terrible e ignominioso de la cruz. Y nosotros recordamos, esa muerte. Queremos vivir muy adentro el dolor de Jesús, y al mismo tiempo queremos vivir nuestra fe más profunda en él. Porque creemos que su fidelidad al comino de Dios es, sin duda, un ejemplo admirable.

Su fidelidad al amor hasta la muerte ha roto el circulo del mal y de pecado en el que la humanidad estaba prisionera. Contemplando hoy la cruz de Jesús, afirmamos nuestra fe y nuestro agradecimiento. En este día del Viernes Santo no se celebra la Eucaristía. Empezamos en silencio Escuchamos las lecturas La Oración Universal, que se realiza de una forma especialmente solemne El acto central de este día es la Cruz, que hoy es para nosotros signo de salvación. Finalmente, llevamos al altar el pan de la Eucaristía Termina la celebración en silencio, tal como la hemos comenzado. Luego se quitan los manteles del altar y todo que da desnudo. Solo que da la cruz.
 

Sábado Santo

“Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad” escribía un autor antiguo hablando de este día. Dice el Misal: “Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte”.
 

La Pascua

El domingo después del drama del Calvario, todo cambió, todo fue nuevo Primero fueron María Magdalena y las demás mujeres, luego Pedro, luego los apóstoles reunidos…desde el amanecer de aquel domingo, todo cambió, todo fue nuevo. Este día es el más grande del año. Es el día en que celebramos que el amor de Jesús ha vencido para siempre sobre el mal, el pecado y la muerte. Por eso la noche de Pascua, la noche de la resurrección de Jesús, es la fiesta más importante para los cristianos. La fiesta en la que ningún cristiano debería dejar de participar.

El domingo de Pascua iniciamos un tiempo de cincuenta días de honor del Señor resucitado, cincuenta días para vivir y alegrarnos de la vida nueva que hemos recibido, cincuenta días que son como un solo día. Y esos cincuenta días nos conducirán a la fiesta en la que celebramos el don del Resucitado para nosotros: el don del Espíritu Santo, que conmemoramos el Domingo de Pentecostés, el día en que se concluye el tiempo de Pascua.

La Vigilia Pascua es el gran momento, la gran fiesta. Pero cada domingo esta fiesta continúa.

Cuándo empezó a celebrarse exactamente esta fiesta no lo sabemos. Pero sí sabemos la forma que tomó esta celebración. Y es una forma muy semejante a la que nosotros seguimos manteniendo: la Vigilia Pascual.

Los judíos, que siguen el calendario lunar, celebran la Pascua el día de la primera luna llena de la primavera, en conmemoración del día en el que fueron liberados de la esclavitud de Egipto. La Pascua judía, por tanto, no cae en un día fijo de la semana. Los cristianos en cambio, comenzaron a celebrar la resurrección la noche del sábado al domingo después de esta luna llena, porque fue al amanecer del domingo cuando se sitúan las primeras apariciones del resucitado. Y la empezaron a celebrar con una noche entera de vigilia, en la que se repasaban los grandes momentos de la salvación de Dios, y se celebraba la incorporación de nuevos miembros a la comunidad mediante el bautismo, y se terminaba con una gozosa celebración de Eucaristía. La celebración de la presencia, en el pan y el vino, de Jesús vivo para siempre.

La Vigilia Pascual es la primera celebración del año cristiano. Y la comunidad la preparaba de forma muy intensa: con el ayuno de dos días, el viernes y el sábado; un ayuno que se terminaba comiendo el alimentos más valioso, el pan y el vino de la Eucaristía que culminaba la noche de la Vigilia.
 

a) Introducción a la Cuaresma

Un año más nos disponemos a vivir este tiempo de gracia que es la Cuaresma, que, unido de una manera inseparable al misterio pascual, nos ayudará a renovar nuestra fe, a hacerla vida, a anunciarla y compartirla. 90 días que viviremos como gran acontecimiento de salvación. Y es que la Cuaresma no es un tiempo aislado: está íntimamente unida a la Pascua, a la Cincuentena Pascual. Los 40 días de la preparación y los 50 de la celebración forman esos 90 días de “tiempo fuerte” en que acompañamos a Cristo en su camino a la cruz, hacia la vida nueva y el envío de su Espíritu.

Pascua es un acontecimiento nuevo cada año: no celebraremos el “aniversario de la muerte y resurrección de Cristo en una primavera como esta”. Él, que ahora está en su existencia de resucitado, quiere comunicarnos en la Pascua de este año, su gracia, su vida nueva, su energía. Queremos una vez más sumergirnos en la Palabra de Dios. El papa Francisco, el pasado 30 de septiembre de 2019, fiesta de San Jerónimo, instituyó el domingo de la Palabra de Dios que acabamos de celebrar en el pasado mes de enero, en concreto, el III domingo del Tiempo Ordinario.

Se puede decir que el papa Francisco, con esta fiesta de la Palabra, pretende abrirnos las Escrituras como Cristo hizo con los discípulos de Emaús, para que nuestros ojos, cegados, obcecados y atrapados por muchas otras realidades de la vida, experimenten la gran alegría y la apasionante emoción del corazón que nos lleve a un cambio de mentalidad, a una nueva visión del hombre y del mundo y a una apertura misionera definitiva que nos convierta en testigos de su presencia y del Evangelio en nuestra tierra.

La apertura de las Escrituras nos abre un horizonte inmenso de esperanza y de alegría en medio de las angustias y miedos de este mundo. Las lecturas dominicales del tiempo de Cuaresma muestran una organización muy pensada para irnos conduciendo por el camino cuaresmal hacia la plenitud de la Pascua de Cristo. Los evangelios de estos domingos tienen una línea clásica y nos presentan a Jesús como el modelo viviente del camino pascual.

Los dos primeros domingos son iguales en los tres ciclos, cada vez a partir de su evangelista: las tentaciones de Jesús en el desierto y su transfiguración en el monte. Los siguientes domingos se caracterizan por sus temas bautismales, tomados del evangelio de Juan: el agua y la samaritana, la luz y la curación del ciego, la vida que recobra Lázaro. Y el Domingo de Ramos proclamamos siempre la Pasión del Señor, en este caso, según el evangelista Mateo.

De esta manera vemos cómo los evangelios siguen un itinerario catecumenal que nos lleva a la Pascua, cuando, entonces, renovaremos las promesas bautismales. “Desead mis palabras; anheladlas y recibiréis instrucción” Sab 6,11 5 5

Adentrémonos en el desierto cuaresmal. El desierto es un lugar árido donde es fácil morir de hambre y sed. Después de salir de Egipto, el pueblo hebreo pasó 40 años en el desierto, y los consideró como tiempo de preparación y purificación para entrar a la tierra prometida. En la Cuaresma recordamos esos 40 años y los 40 días que pasó Jesús en el desierto antes de iniciar su misión. Es algo más que un período de penitencia y sacrificio, es un período de apertura y conversión, es un período de renovación bautismal y profundización discipular, en el que buscamos nuestro “propio desierto”, para encontrarnos nosotros mismos y redescubrir a Dios en nuestra vida, es, lo que los textos latinos llaman “sacramento de la Pascua” o “venerable sacramento de la Cuaresma”. ¿Estás listo para tener algunos ratos de “desierto” y dialogar con Dios? ¿Quieres abrirte más a la Palabra de Dios? ¿Deseas, de verdad, ser más discípulo de Jesús? Pues… ¡Adelante!
 

b) Orientaciones

Un símbolo. Cada Evangelio tiene un símbolo.
• Primer domingo (Las tentaciones): ¿Qué encontramos en el desierto? Arena.
• Segundo domingo (La transfiguración): ¿Cómo era la ropa de Jesús? Tela blanca.
• Tercer domingo (La samaritana): ¿Qué calma nuestra sed? Agua.
• Cuarto domingo (La curación del ciego de nacimiento): ¿Qué es lo que ilumina la oscuridad? Vela o luz.
• Quinto domingo (La resurrección de Lázaro): ¿Qué le quitan a Lázaro para que pueda andar? Vendas.

Para la eucaristía del domingo, se pude colocar una ambientación en un lugar visible, con forma de camino, que termine en una cruz, donde vayamos presentando y colocando, durante la homilía, el símbolo correspondiente y explicando su significado.
 

c) Oración para concluir la Cuaresma

Señor Jesús,
hemos recorrido contigo
el camino de la cruz
y te hemos depositado
en el sepulcro.

Hemos escuchado
a los testigos que presenciaron
aquel camino infame,
aquel acontecimiento único,
aquella misericordia inefable.

Queremos escuchar también
a los otros testigos,
a los de hoy,
a los que tienen los ojos
abiertos para percibir que tu pasión
no ha terminado todavía.

Y hemos recordado
que nosotros somos
también testigos,
¡tenemos que serlo!:
El mundo nos necesita.
Como las mujeres y los discípulos,
estamos a veces desanimados y sin aliento.

Convéncenos de que la cruz
es el trono en el que reina el amor.
Convéncenos de que el sepulcro
es semillero de esperanza.

Haznos descubrir tu resurrección
y tu presencia en todos los momentos
de la vida y especialmente
en los de dificultad.
Tú que vives y reinas
Por los siglos de los siglos. Amén.

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