No conoce su nombre, pero le gustaría volver a encontrarse con ella algún día. «Hace poco estuve en Madrid y volví al puente en el que todo sucedió, por si por casualidad la veía, pero no estaba allí. Sería bonito poder encontrarme con ella para darle las gracias», dice Jose María Bocanegra Acosta, un joven colombiano que vive en Ferrol desde hace poco más de un año. El puente del que habla no es otro que el madrileño Viaducto de Segovia, donde intentó quitarse la vida en septiembre del 2021. Y la mujer de la que habla con tanta gratitud fue el «ángel de la guarda» que lo impidió. «Me iba a tirar del puente y ella fue mi salvación. Me dijo que no lo hiciese, que fuese lo que fuese lo que me pasase podía salir del hoyo. Y tras convencerme, me dio un contacto de Cáritas que me cambió la vida», rememora Jose.

Aquel gesto desinteresado de esa mujer que le tendió la mano fue crucial porque, gracias a ese contacto que le proporcionó, Jose pudo dejar Madrid para encontrar refugio en un piso tutelado por Cáritas en Ferrol, donde ahora, poco más de un año después, lleva una vida totalmente diferente. No solo ha encontrado un trabajo con contrato como cuidador de una persona mayor, sino que también vive de manera independiente en un piso de alquiler, colabora activamente con Cáritas como voluntario y se prepara para examinarse de selectividad. «Yo estaba en un pozo, totalmente hundido, y gracias a aquella mujer y a Cáritas en Ferrol volví a nacer», sentencia con una sonrisa de oreja a oreja este joven de 24 años.

Pero para contar bien esta historia hay que remontarse al año 2015, cuando Jose aterrizó en Madrid huyendo de la violencia en Bogotá. «Yo colaboraba con un programa social del Ayuntamiento que prestaba ayuda a la población juvenil en diferentes barrios, pero empecé a recibir amenazas por lo que hacía y entonces me decidí a dejar Colombia. Me vine a España porque un chico español que estaba en Bogotá me lo pintó todo de color de rosa. Me dijo que aquí me iría bien, que había muchas oportunidades, así que le hice caso», rememora Jose.

Sin embargo, cuando llegó a Madrid nada fue cómo esperaba. Cuenta que intentó acceder a la universidad, como tenía planeado hacer en Colombia, pero «sin papeles ni dinero» todas las puertas se le cerraron. Así que durante unos seis años sobrevivió trabajando explotado en la economía sumergida, saltando de piso en piso compartido en función de dónde encontraba sustento (repartiendo publicidad o como albañil en la construcción), y poco a poco se fue sumiendo en una depresión. Jose explica que la gota que colmó el vaso llegó cuando se quedó sin su último trabajo en la capital. «Cuidaba de una persona mayor, pero el hombre falleció, y al quedarme sin dinero, me echaron del piso en el que vivía. Durante quince días estuve durmiendo en una cabañita que me hice en la Casa de Campo, y después, durante más o menos un mes, iba de albergue en albergue», relata sin ocultar lo que provocó aquella situación en su ánimo. «Yo nunca me había visto así, en la calle, totalmente solo, sin amigos ni familia. Estaba desesperado, no veía salida y dejé de llamar a mi abuela a Colombia porque no quería que se preocupase ni que supiese por lo que estaba pasando», cuenta Jose, que desde bebé se crio con la madre de su madre. «Ella es toda mi familia, porque mi madre se fue a trabajar a otra ciudad al poco de nacer yo y a mi padre nunca lo conocí», comenta sobre su «abuelita».

Fue aquella completa desesperación de verse en la calle lo que lo llevó al borde del precipicio en el Viaducto de Segovia. Pero lo que le dijo aquel «ángel de la guarda» para persuadirlo y el papelito que le entregó con el teléfono de Cáritas obró el milagro. «Ella me dijo que es posible salir de todo, que sí se puede, y desde entonces ese es mi lema de vida», comenta agradecido.

Mensaje de esperanza

Al llegar a Ferrol se topó con las técnicas de Cáritas, que le transmitieron el mismo mensaje de esperanza que aquella desconocida. Pero, además, en la organización de ayuda social Jose también encontró apoyo psicológico y formación en cuidados a la dependencia y ayuda a domicilio. Durante seis meses residió en una vivienda de tránsito hacia la vida autónoma pero, gracias a que encontró trabajo como cuidador de una persona mayor —también por mediación de Cáritas—, pudo dejar aquel piso y ahora vive de forma independiente. Además, ese empleo con contrato le posibilitó poner en regla sus papeles y convalidar sus estudios de bachillerato. «Me gustaría estudiar Trabajo Social, así que ahora me estoy preparando para la selectividad», dice con una mirada llena de ilusión.

Jose continúa colaborando con Cáritas como voluntario en su centro de día para personas sin hogar y también en la parroquia del Ensanche. Además, comanda un programa de radio «online» con el que intenta motivar a los jóvenes (radio15ja.com). «Cuando estuve en Madrid lo pasé muy mal, pero ahora soy feliz. Y todo gracias a Cáritas y a esa mujer que me quiso ayudar. Para mí fue un ángel. Por eso, si ahora voy por la calle y veo alguien derrumbado, siempre me paro y le pregunto, ¿qué te pasa? A lo mejor es un momento clave y le puedo ayudar, como ella hizo conmigo».

Fuente: La Voz de Galicia, edición Ferrol