Hay un poema muy conocido de Antonio Machado que dice: “Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Por desgracia esta fue nuestra historia más reciente que la gran mayoría de los españoles queremos superar y pasar página.
Por eso celebramos cada año por estas fechas la aprobación y promulgación de nuestra Constitución del ’78 y, además, en esta ocasión con cuarenta años de vigencia. Todo un logro para este pueblo que quiere convivir en la paz, el respeto, la justicia y la libertad. Hay que dar gracias a Dios pues ninguna constitución nos ha durado tanto en España.
No quiere decir que sea perfecta, ni mucho menos. Además, a pesar de su formulación teórica, hay todavía derechos y deberes que no se cumplen. Incluso muchos abogan por su reforma y actualización. Pero no por eso deja de ser válida. Al contrario, gracias a esta Constitución hemos llegado hasta aquí como pueblo que quiere convivir y salir adelante en democracia.
Por eso bien merece ser celebrado este aniversario. Aunque solo sea para caer en la cuenta de lo que tenemos, porque nos lo hemos dado a nosotros mismos, y de lo que podemos perder si consciente o inconscientemente la desdeñamos.
Necesitamos lo que en cristiano llamamos “caridad política”. “Se trata – dijeron en su día nuestros obispos – de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considerados como hermanos, en favor de un mundo más justo y más fraterno, con especial atención a las necesidades de los más pobres”.
«Gracias a esta Constitución hemos llegado hasta aquí como pueblo que quiere convivir y salir adelante en democracia»