Javier es un padre de familia, seglar muy implicado en coordinar y respaldar la tarea en la UPA As Pontes. Quisimos acercarnos a través de esta entrevista para conocer de cerca su experiencia y su gran compromiso con la pastoral diocesana. Todo un testimonio del que iremos acercando en esta sección otros grandes ejemplos en próximas entregas.
¿Cómo, cuándo y dónde nació tu inquietud y compromiso con la tarea pastoral de la parroquia?
Desde pequeño, mi familia me inculcó la importancia de la asistencia a misa y a cultivar mi fe. La gran ilusión de mi abuela era que yo me hiciera sacerdote, pero todavía no había llegado mi momento. Tras recibir el sacramento de la confirmación en la iglesia del Pilar, el trabajo de don Guillermo -el sacerdote en aquella época-, me marcó y me inició en la actividad catequética. Allí me inicié en el lectorado y ayudaba como monaguillo.
Después, al empezar la universidad, y tras la muerte de don Guillermo, tuve que cuidar durante unos años de mi abuela en su casa en Meirás, lo cual me ayudó en mi vocación de ayuda a los demás, y ahí fue donde los misioneros claretianos me pidieron colaboración para impartir la catequesis de primera comunión y posteriormente de los grupos de confirmación en la propia parroquia de Meirás. Mas tarde, a causa de que cada vez habían menos catequistas, centralizamos la catequesis de Meirás, Baltar, O Val, San Bartolo y Sequeiro en el convento de Baltar, convirtiéndose en un gran centro de atención catequética, germen de las unidades pastorales, que están tan de moda en los últimos tiempos.
Entre medias, asistí a unos ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola y participé en un programa de discernimiento con los misioneros claretianos, “Monte Horeb”, en Madrid, que me ayudaron a crecer interior y espiritualmente, así como a abrirme las puertas del conocimiento de otras realidades que antes no conocía.
En 2011, al acudir a la JMJ de Madrid, se marcó un antes y un después en mi vida, porque me ayudó a profundizar en mi fe, a ver que no era un bicho raro, ya que en este evento participaban dos millones de jóvenes con mis mismas inquietudes. Después me fui a vivir a As Pontes con quien hoy es mi mujer y empecé a colaborar con Pepe Vega y Javier Santiago en la catequesis. Continué con mi formación a través de los cursos de catequesis de Galicia y fui adquiriendo mayores responsabilidades, hasta que en 2021 empecé a formarme en la celebración de la liturgia de la Palabra, tras pasar de tres a dos sacerdotes en la UPA As Pontes. En 2022, tras el repentino fallecimiento de Manolo Ares, debí asumir junto a Luis de Seixas, un grado mayor de responsabilidad, teniendo que reestructurar las celebraciones dominicales junto a Pepe Vega, y celebrar la liturgia de la Palabra en ausencia de presbítero, con el fin de que las celebraciones dominicales se vieran afectadas en la menor medida posible.
Es toda esta experiencia humana y cristiana la que me ayudó, la que potenció mi entrega al prójimo, mi vocación misionera de ayudar a los demás a conocer y construir el Reino de ayuda a los demás, a seguir profundizando en el aprendizaje y estudio bíblicos… a ver a mi semejante como un hermano y a entregarme a su servicio. Me vienen a la mente los pasajes del evangelio donde el necesitado es la imagen de Jesús, cuando él se acerca y se compadece, cura, da de comer, comprende al pecador y lo dignifica… Esas acciones que la Iglesia ha enmarcado en las obras de misericordia que resumen el proyecto de servicio de un seglar. En ellas se concreta y es lo que intento hacer en las distintas misiones que se me van encomendado en la UPA As Pontes.
¿Qué tipo de tareas realizan los seglares en la UPA As Pontes y cómo invitarías a otros seglares a implicarse en la tarea pastoral?
Desde la catequesis y el catecumenado, la labor solidaria y voluntaria de Cáritas, el acolitado, el acompañamiento personal a personas que viven solas o en soledad, en el coro parroquial, el equipo de ornamentación de las iglesias, la coordinación de los distintos grupos parroquiales, la celebración de la liturgia de la palabra…
Debemos concienciar a nuestros hermanos en la comunidad que la conversión pastoral de la comunidad parroquial debe estar al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, trabajando y formando con humildad, respaldando el trabajo de nuestros hermanos en los distintos grupos y equipos parroquiales, escuchando y dejándonos aconsejar los unos por los otros.
A otros seglares les animaría a probar en los distintos grupos, para saber dónde se sienten más cómodos colaborando o dónde pueden aportar más a la comunidad y a la parroquia. Que no tengan miedo, que si Jesús dio la vida por nosotros y nos enseñó el camino a seguir a pesar de las adversidades, nosotros tenemos que cultivar la fe para afrontar con optimismo y positivismo todas las adversidades; y para eso tenemos que orar con el Padre, como hizo Jesús.
¿Cuál consideras que es la mayor dificultad a la hora de acompañar a una comunidad realizando la celebración de la Palabra u otros tipos de celebración y acompañamiento en ausencia de presbítero?
Primero, la mentalidad de la gente, “es que siempre se hizo así…”, «siempre hubo misa en esta capilla»…; segundo, tomando conciencia del problema de las vocaciones y el bajo número de sacerdotes en las diócesis, y que la gente lo asuma como una realidad y no como una excusa; tercero, que la gente comprenda la diferencia entre el sacerdote y un laico, donde el laico o seglar nunca va a sustituir a un sacerdote, si no que va a complementar su trabajo; cuarto, la poca implicación de las personas para asumir nuevas responsabilidades por miedo al fracaso o a creer que lo va a hacer mal o que otra persona lo puede hacer mejor.
¿Cómo debiera afrontarse en nuestra diócesis el tema de la formación de seglares, de agentes de pastoral, de celebrantes de la Palabra, catequistas o ministros de la comunión?
Debería ser una prioridad el tema de la formación, teniendo en cuenta la formación a corto, medio y largo plazo. Debemos renovar a muchas personas, sobre todo mayores, implicar a los jóvenes en las nuevas responsabilidades, porque todos los miembros de la Iglesia somos corresponsables de que la comunidad crezca, se afiance, sea humilde y transparente, siga el ejemplo de Jesús y de los apóstoles. Y esto debemos hacerlo sin miedo, como hicieron los apóstoles, que fueron por el mundo a evangelizar a pesar de los miedos. Debemos crear un programa formativo ambicioso pero realista, asumiendo las nuevas responsabilidades y realidades sociales, ayudando a escuchar la llamada de Jesús a los nuevos apóstoles, y avanzar en el diaconado permanente, ese gran desconocido para la mayoría de los cristianos.
¿Qué cambios sociales se han producido en los últimos años en nuestras parroquias que pidan cambios en el modo de administrarlas, y qué se puede hacer al respecto?
Pocas vocaciones, muchas parroquias y cada vez menos sacerdotes para atenderlas. Alejamiento de la sociedad de las iglesias por malas experiencias, por no haber sido capaces de trasladar el mensaje de ánimo en gente con poca o nula fe… Permitir que los sacramentos y las distintas celebraciones se hayan convertido en actos sociales en vez de actos religiosos. Abandono del rural hacia las ciudades. Pero la gente quiere que se mantenga todo igual, aunque no haya recursos.
Es por ello que se tienen que implantar medidas, con pedagogía, para ayudar a que la gente entienda los cambios que hay que llevar a cabo, y que los sacerdotes deleguen en distintos miembros de la comunidad las responsabilidades, para entre todos, crear comunidad; por ejemplo, un miembro del consejo parroquial puede llevar la parte administrativa, otro puede colaborar en la parte contable de las parroquias, otro celebrando la liturgia de la Palabra, otro en la coordinación de grupos parroquiales o pastorales…, siempre bajo la supervisión del párroco, pero todos formando parte del mismo cuerpo y de la misma comunidad. Y ese trabajo se debe trasladar a nivel arciprestal y diocesano, para que lo que funcione no se quede sólo en la parroquia, y otras comunidades puedan experimentar y beneficiarse de lo que sí ha funcionado en otros sitios, porque eso va a enriquecer el proyecto.
La problemática de la clericalización de los seglares. ¿Qué perfil y condiciones serían propios en el compromiso de los laicos, a diferencia del modo de vivir su compromiso y acción con respecto a los sacerdotes?
Lo primero que debemos que tener claro es quién es quién en la comunidad y qué papel juega; y que el sacerdote siempre será el sacerdote, y la función de los laicos o de los seglares no es sustituir al sacerdote, si no complementar su trabajo en la comunidad. El papel de los seglares es acercar a la gente del Señor, tratar a los demás miembros de la comunidad como un verdadero hermano.
Un seglar comprometido tiene que escuchar, aconsejarse, sentir, dialogar, acompañar… De esta forma ayuda al sacerdote en los distintos equipos, para que este pueda tomar las decisiones en el consejo pastoral. Es así como el párroco recibe una ayuda muy grande para poder llevar adelante el apostolado en la parroquia y en la unidad pastoral.
Necesitamos una Iglesia (que no sea una multinacional, distante y burocrática) que sea capaz de eliminar la división, para aceptar que el único camino es alinearnos con el mensaje de Jesús. Debemos enrumbarnos hacia una Iglesia más humilde, como lo fue su Señor, haciendo renacer una Iglesia más transparente, donde los laicos vean reconocida su dignidad de cristianos bautizados. Y debemos dejar que se acerque a nosotros el Espíritu Santo, igual que transformó a los apóstoles, que antes se querellaban entre sí, y convertirla en una comunidad de fraternidad. El que se deja llevar siempre por el Espíritu andará siempre buscando los medios para construir la comunidad eclesial, el Cuerpo de Cristo.
Una realidad que necesita unir fuerzas, nuestras parroquias se envejecen y perdemos vitalidad… ¿Cómo podríamos comprender mejor la «diocesaneidad» y cuestiones como la participación arciprestal, de delegaciones y pastorales más allá del ámbito parroquial?
Tenemos que darnos cuenta de los cambios que hay en la sociedad, abandonando el individualismo, dejar de pensar que la Iglesia es del sacerdote y tomar conciencia de que formamos parte de una comunidad. Que al igual que hizo Jesús, debemos tener la virtud de hacer, a pesar de las diferencias, que los Doce lograran formar una comunidad de misión y destino, ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? A pesar de las diferencias, todos somos importantes y necesarios en la comunidad, no debemos tener la piel tan fina que nos lleve a enfadarnos por nimiedades. Debemos abrir la comunidad del ámbito parroquial a otros ámbitos, como el arciprestal, el diocesano, pues será una experiencia muy enriquecedora. Y si creamos comunidades, cada uno de los miembros debemos ser corresponsables y colaborar con el sacerdote, al igual que hicieron los apóstoles tras ser elegidos por Jesús, ir por el mundo a evangelizar. Y para los laicos comprometidos es más fácil: nuestros territorios son más pequeños y con más medios que los que tuvieron Jesús y los discípulos. Ya no hay excusa. Y tú… ¿qué vas a hacer?
Entrevista de Javier Martínez Prieto, sacerdote, miembro de la secretaría diocesana de Comunicación.