Pistas para la formación litúrgica de grupos de pastoral en la parroquias de Mondoñedo-Ferrol
La liturgia es acción sagrada y festiva que forma y transforma, como una “catequesis integral” y escuela de vida, a la asamblea participante.
La liturgia es preferentemente comunicación simbólica y parabólica, fe en acto, la liturgia implica fe y supone una iniciación catequética previa. Objetivamente, debemos considerar la eucaristía como sacramento permanente de iniciación y maduración en la fe.
La celebración litúrgica es eminentemente acción divina del misterio salvador de Cristo a través de la celebración ritual y simbólica; encuentro sacramental de gracia, de adoración y contemplación, epifánico y transcendente. Es ciertamente formadora y transformadora de nuestros valores morales, e implica una invitación de respuesta personal.
Romano Guardini afirma: “Que la finalidad directa de la liturgia no era enseñar las virtudes, ni mostrar un método para conseguirlas, sino formación del alma” “por el hecho de poner el alma en condiciones de vivir dentro de la atmósfera luminosa de la verdad eterna y del recto de lo natural y de lo sobrenatural” (El espíritu de la liturgia, Barcelona: CPL2000, p. 66).
Diversos críticos han hablado del abuso en este sentido. Celebraciones que han adolecido de horizontalismo, subordinado a un principio de utilidad, donde dimensiones primordiales, como la cristocéntrica, cósmica y escatológica, amén de las ya indicadas, se debilitan o desaparecen. Cierto que hoy algunos participantes en las celebraciones – no digamos algunos asistentes a misas de funeral – ignoran verdades fundamentales de la fe. Pero no podemos confundir liturgia, que en sí misma tiene una eficacia pedagógica, y pedagogía de la formación de base (doctrina, conocimiento) en la fe.
En esta escuela por excelencia, el arte pastoral de celebrar y vivir la Santa Misa es obra de toda una vida. Esta forma de arte no disocia, sino que combina diversas partes interconectadas de la compleja acción litúrgica; forman una unidad coherente de elementos ya determinados según el canon litúrgico. Así, a modo de ejemplo, “es un error contraponer la celebración y la adoración, como si estuvieran en competición una contra otra (Benedicto XVI, Homilía en la solemnidad del Corpus Chisti, 7 de junio 2012).
Además, la liturgia se alimenta y profundiza en el contexto de la vida eclesial y en el mundo; de modo especial, en el compromiso apostólico, la adoración eucarística, el sacramento de la reconciliación, y la formación permanente.
La instrucción del papa Benedicto XVI nos ofrece una regla de oro en consonancia con esta vida eclesial, cuyo corazón es la eucaristía: “La mejor catequesis sobre la eucaristía es la eucaristía bien celebrada según las normas litúrgicas” (SaCa 97).