Mons. Sánchez Monge: «Me emociona que después de tanto tiempo pueda estar en el recuerdo de tantas personas»

Monseñor Manuel Sánchez Monge, obispo emérito de la diócesis de Santander, mantiene una vinculación muy estrecha con Mondoñedo-Ferrol. Y no es para menos. En julio de 2005 fue ordenado obispo en la catedral mindoniense y tomó posesión de nuestra diócesis, en una ceremonia que todavía se mantiene viva en la retina de muchos diocesanos. En el año 2015 el papa Benedicto XVI lo nombró obispo de Santander, diócesis a la que pastoreó durante casi nueve años.

Durante todo este tiempo, como comprobaremos en esta entrevista, ha seguido muy vinculado a Mondoñedo-Ferrol, una diócesis a la que regresó recientemente para dirigir una jornada de retiro a los sacerdotes. Durante su estancia mantuvo un encuentro abierto con aquellos diocesanos que quisieron acercarse a la Domus, en Ferrol, para saludarlo en persona. También presidió la eucaristía en la catedral de Mondoñedo y en la concatedral de Ferrol, visitó varias congregaciones religiosas y tuvo tiempo para encontrarse con algunos sacerdotes en la zona de Vilalba y A Mariña. Hoy jueves partió, casi de madrugada, hacia Valladolid, donde vive con su hermana. Antes, tuvimos la oportunidad de conversar con él a través de una entrevista cercana y profunda que compartimos con todos vosotros…

Don Manuel, ¿qué le ha traído a Mondoñedo-Ferrol?
Hacía ya mucho tiempo que no venía por aquí. Estuve diez años y regresé al poco tiempo de estar en Santander, invitado por el entonces obispo, el padre Luis Ángel de las Heras. Y ha pasado ya tiempo. Ahora me apetecía volver y ver a la gente. Lo comenté con don Fernando (el obispo diocesano) y me invitó a dar un retiro a los sacerdotes, primero, como suele ser costumbre, en Mondoñedo, y luego a los de la zona de Ferrol. Al programar el viaje se me ocurrió invitar directamente a aquellas personas con las que he venido manteniendo el contacto durante estos años y, con los que pudiesen, vernos, charlar y compartir un pincho en la Domus Ecclesiae.

¿Y ha sentido algo de nostalgia al regresar?
¡Claro! Sobre todo que el paso del tiempo se nota. Ahora no me defendería yo en Ferrol. ¡Ya se me han olvidado hasta las calles!

Y en Mondoñedo, ¿ha tenido tiempo para saludar a la gente, pasear, visitar algún lugar?
En Mondoñedo tuve la oportunidad de encontrarme con varias religiosas, tanto de las Concepcionistas como de las Hijas de la Caridad, las que gestionan el hospital de San Pablo, desempeñando una labor muy importante. Luego celebré la misa en la catedral y también pude saludar a las monjas que habían venido de la zona de A Mariña, de Burela y de Foz concretamente. Nos encontrarnos, intercambiamos recuerdos y compartimos un café.

¿Y qué le dicen cuando se encuentran con usted?
Pues esas cosas de que me conservo bien y el tiempo no pasa para mí… (sonríe). En el encuentro de la Domus hubo muy buen ambiente. Para mí fue muy gratificante, un ambiente muy amistoso, muy sencillo. Nos saludamos y me hicieron preguntas sobre mis recuerdos de la diócesis, mi paso por la diócesis de Santander y cuestiones de actualidad, como el nombramiento del nuevo papa.

Encuentro de monseñor Sánchez Monge con diocesanos en la Domus Ecclesiae

Ahora que menciona Santander, ¿cómo transcurrieron los casi diez años que estuvo como obispo en aquella diócesis?
Fueron ocho años. Ocho y medio. Lo primero que siempre digo es que donde yo aprendí a ser obispo fue aquí, en Mondoñedo-Ferrol, y esa experiencia me sirvió más adelante en la diócesis de Santander. Aunque en el fondo, el obispo es el mismo, esté en Santander o en Mondoñedo-Ferrol. Los obispos nos manifestamos tal y como somos y estemos donde estemos, mostrando cercanía, interés por la vida de las personas…

¿Dónde reside en la actualidad tras dejar Santander?
Soy mellizo de una hermana y ella ahora está jubilada. Como vivía sola en Valladolid decidimos vivir juntos y ayudarnos mutuamente. Estamos muy bien, cada uno atendiendo a sus cosas, pero muy a gusto. Ella está muy involucrada en el Camino Neocatecumenal y tiene sus reuniones y sus responsabilidades. Y yo hago lo mío, y ni ella interfiere en lo mío ni yo en lo de ella.

¿Suele ir a su tierra, Palencia, con frecuencia?
Sí, suelo ir, porque el viaje lleva apenas media hora en coche. Es mi hermana la que se encarga de conducir, ya que yo no tengo coche ni conduzco. La diócesis de Santander, como obispo emérito, podría facilitarme una vivienda, un coche y a alguien que, siendo ya mayor, pudiese echarme una mano. Pero he renunciado a todo al irme a Valladolid a vivir con mi hermana. No era consecuente pedirle un coche a la diócesis de Santander y vivir en Valladolid. Además no me gusta conducir, sobre todo después de que haya tenido dos accidentes. Cuando conducía no podía desconectar de los asuntos pendientes y los problemas del día a día, en lugar de relajarme al volante, y eso me llevó a distraerme y a tener los accidentes.

Volviendo a nuestra diócesis, ¿cómo ha sido la acogida y qué se ha encontrado después de tanto tiempo?
Don Fernando me ha hecho una acogida extraordinaria. Se ha desvivido conmigo, pendiente en todo momento y facilitándomelo todo. Es un auténtico hermano. En cuanto a la diócesis, al estar dirigiendo los retiros, apenas he tenido tiempo de visitarla como me gustaría. Pero por lo que he podido percibir, por lo que me ha contado la gente que conozco, Mondoñedo-Ferrol se sigue caracterizando por tener grandes colaboradores, un obispo que les corresponde y luego, esa cordialidad que tenéis en esta tierra. Los gallegos tardáis un poco en abriros, pero cuando os abrís, os abrís del todo. Me maravilla que la gente me siga enviando whatsapps y vídeos como si me hubiera ido ayer, ¡y ya han pasado tantos años! Me siento muy agradecido a todos.

¿Cómo es el día a día de un obispo emérito?
Al llegar a Valladolid me puse a disposición del arzobispo para lo que pudiera ayudarle. Con él mantengo una buena amistad, y también con el vicario general. Les echo una mano un poco a los dos, sobre todo al vicario, con más frecuencia, porque al mismo tiempo que vicario general es el rector del santuario de la Gran Promesa. Este santuario tiene mucho culto, mucha actividad, muchas visitas y hay una misa fija todos los días a las 12 del mediodía. Como el vicario a esa hora tiene que estar en el obispado, de una manera casi fija la eucaristía la presido yo cuando estoy en Valladolid. Además, doy ejercicios espirituales a sacerdotes (en aquellas diócesis que me lo piden), algún triduo o alguna conferencia.

Desde la perspectiva que dan la experiencia y los años, ¿cuál considera que ha sido la etapa más bonita de su vida o aquella responsabilidad con la que ha sentido más a gusto?
Me quedaría con el momento estrenarme como obispo. Es algo parecido a cuando te estrenas como sacerdote y llegas a tu primera parroquia. Te vuelcas, vas aprendiendo el funcionamiento de las cosas… Mondoñedo-Ferrol fue mi primera diócesis y de alguna manera me tocaba ir aprendiéndolo todo, no ya como sacerdote o como vicario general, como en aquel momento venía de ser yo, sino como obispo, que la cosa cambia. Cuando llegué lo primero que noté fue que la gente enseguida se abría conmigo, me trataban con mucho cariño. Y ahora lo he vuelto a sentir, y eso que han pasado casi diez años, dos de jubilado y los ocho de ejercicio en Santander. La relación que hemos mantenido, aunque no ha sido física, sino por teléfono o mensajes, sigue siendo muy estrecha. Estoy muy al tanto de lo que sucede en Mondoñedo-Ferrol. La gente me cuenta y yo les cuento de mi vida.

Para terminar, ¿qué personas influyeron de una manera más profunda en su vida?
Primero, mis padres. Creo que la labor de los padres es muy importante en la educación de los hijos. Y luego, también dejó una huella profunda en mí mi párroco, uno de los que pasaron por mi pueblo. No sólo era un buen cura y una persona muy cercana sino que, además, jugaba con los monaguillos y nos llevaba alguna vez de excursión. Por él surgieron en mí las ganas de ir al seminario y de ser cura. También destacaría a algunos profesores y formadores del seminario, pues también dejaron una huella grande en mí. Y, por último, algunos amigos, porque ya sabes que el buen amigo, con el trato y con el roce, es para toda la vida.

Y una cuestión de máxima actualidad, antes de despedirnos. ¿Qué opinión le merece el nuevo papa León XIV?
Viendo un poco la proyección de los últimos papas, estoy convencido de que el Espíritu Santo se ha valido de los cardenales para darnos el papa que necesitábamos en cada momento. Por ejemplo, Juan XXIII tuvo una iniciativa muy importante, que fue la de convocar un concilio, pero falleció al poco tiempo, y luego, encauzarlo todo y llevarlo adelante le tocó a Pablo VI. Pablo VI también tuvo que abrir horizontes nuevos, pero el que los fue encajando y ampliando fue ya Juan Pablo II. Sobre todo con los viajes, porque antes el papa no salía del Vaticano. Juan Pablo II, como bien sabes, recorrió medio mundo. En unos momentos en los que convenía reforzar la cuestión ideológica, la doctrina de la Iglesia católica, llegó Benedito XVI, un papa menos hacia afuera, pero más hacia adentro y, sobre todo, muy cercano en el trato. Recuerdo que, cuando ibas a hablar con él te cogía las manos entre las suyas y te sentías como si no tuviera otra cosa que hacer más que atenderte a ti. Después de Benedito XVI vino el papa Francisco, con muchos años por delante, porque relativamente para ser papa era joven y con otra mentalidad, pues venía de lejos, del «fin del mundo», como dijo él. Y también tuvo un ejercicio de sumo pontífice muy abierto, con algunas cuestiones muy marcadas, por ejemplo, ir a la periferia, a lo pequeño, a lo pobre, a lo que no cuenta, a lo que nadie visita. Y lo de una Iglesia en salida, esa dimensión misionera que tanto recalcó e insitió al considerarla como un elemento esencial de la vida del cristiano. Y es que los cristianos no estamos hechos para vivir solos la relación con Dios, sino para comunicarlo con los demás. Y llegamos al papa León XIV. Creo que también es el papa que necesitamos. Tiene una visión muy amplia del mundo, al haber recorrido casi todos los países por ser general de los agustinos, una orden muy grande y muy extendida. Además, tiene una muy buena formación, ya que antes de ser cura era matemático. Ahora tiene muchos asuntos que perfilar, lejos de suponer un punto y aparte creo que va a ser un punto y seguido. Va a seguir profundizando sobre las líneas marcadas por el papa Francisco y él mismo valorará qué hay que introducir de nuevo. Destacaría también en él su parte espiritual.

¡Muchísimas gracias, don Manuel! ¡Hasta pronto!

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