Ramón Otero, sacerdote diocesano: «El encuentro en la oración y la comunión fraterna nos capacita para la tarea pastoral»

Entre el lunes 26 y el viernes 30 de junio tuvieron lugar en el Seminario de Santa Catalina de Mondoñedo los ejercicios espirituales para sacerdotes, organizados por la delegación del Clero y dirigidos en esta ocasión por el obispo emérito de Riobamba (Ecuador), monseñor Julio Parrilla Díaz, natural de Ourense y residente en Salamanca. Previamente, monseñor Parrilla ya había dirigido ejercicios espirituales en las diócesis de Ourense y Santiago.

Con este motivo nos hemos acercado a hablar con el sacerdote diocesano Ramón Otero Couso para evaluar cómo ha sido la experiencia vivida a lo largo de esta semana.

¿Cuántos sacerdotes han participado y cómo ha sido la experiencia?
Aunque en principio éramos dieciséis los inscritos, hemos practicado los ejercicios espirituales finalmente catorce sacerdotes: trece diocesanos y uno de la archidiócesis de Burgos. No hubo ausencias y gozamos de una gran paz, fraternidad y serena alegría. El grupo rondaba los 70 años de edad, aunque nos edificaron especialmente algunos entrados en los 80 e incluso con más de 90. Se echa de menos la presencia de las generaciones más jóvenes. Sería una muestra de comunión fraterna y oración compartida.

¿Por qué es importante que los sacerdotes realicen anualmente ejercicios y qué es lo que puede aportarles a su ministerio y trabajo pastoral?
No hay duda de que la sobrecarga de tareas dificulta la liberación de unos días continuados para la práctica de los ejercicios espirituales, pero si prescindimos de ellos la identidad y espiritualidad sacerdotal sufren notables deterioros, abocando a la pérdida de intimidad con Jesús y con los hermanos. El encuentro en la oración y la comunión fraterna nos capacita para la tarea pastoral.

Ramón Otero, durante los actos conmemorativos del 250º aniversario de la concatedral de Ferrol. Foto: R. Marín

¿Qué ejercicios y qué ponentes destacaría en anteriores ejercicios y por qué razón?
No me cabe duda de que a lo largo de la vida ministerial todos experimentamos una especial profundidad y sintonía que depende de factores muy diversos: la especial empatía con el director de ejercicios, la fraternidad vivida en ellos e, incluso, la disposición de la propia persona sujeta a las situaciones puntuales de la tarea ministerial. Me gusta recordar en la lejanía, primavera de 1978, los dirigidos dirigidos en la Domus Ecclesiae por don Marcelino Legido, presbítero de Salamanca y referente de la región del Duero. Los considero un momento privilegiado. Más cercanos en el tiempo, los dirigidos por monseñor Luis Argüello, por aquella época obispo auxiliar de Valladolid, (2017); en noviembre de 2019 los dirigidos por monseñor Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger; o los dirigidos por don Vicente Altaba, sacerdote de Teruel, en junio de 2022.

Dentro de las actividades programadas desde la delegación del Clero se encuentran las Jornadas del Clero de Galicia en Poio, Pontevedra, este año, entre el 11 y 13 de septiembre, bajo el tema “ser testigos en una sociedad cambiante”. El pasado año la participación fue baja. ¿Cómo animaría a participar a sus compañeros de clero diocesano en las jornadas y en otras convocatorias de ejercicios?
Tenemos que convencernos que en aislamiento y soledad nos empobrecemos, a fuerza de encerrarnos en nuestra isla particular vamos perdiendo energía y creciendo en amarguras.

¿Qué destacaría de monseñor Parrilla en su aportación personal de vida y experiencia en la dirección de estos ejercicios?
Los que hemos convivido con él estos cuatro días percibimos su cercanía y humanidad su gran experiencia misionera y su especial sensibilidad para la cercanía al mundo de la pobreza, los excluidos, los diferentes y los migrantes.

Entrevista: Javier Martínez Prieto

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