Reportaje: El obispo García Cadiñanos sale al rescate

El prelado de Mondoñedo-Ferrol realiza visitas programadas y espontáneas a las parroquias, donde los fieles le reciben con alegría.

Fernando García Cadiñanos (Burgos, 1968) se hizo cargo del obispado de Mondoñedo-Ferrol hace algo más de año y medio. Es su primera experiencia en un cargo similar, en el que hace gala de cercanía con la gente. Esa manera de entender el prelado le está llevando a recorrer las diferentes parroquias de la extensa diócesis, unas veces de manera improvisada y otras mediante citas concertadas con los curas.

La presencia del obispo causa sorpresa muchas veces y es bien recibida. A él le gustan las conversaciones que se entablan a la entrada y salida de los cultos. «Es bonito cuando llegas y la gente está esperando en el atrio, crea mucha familiaridad, descubrí que hay un tiempo bonito antes de la misa, donde la gente habla mucho, se encuentra, eso me gusta mucho», destaca.

«La mañana del domingo suelo pasarla con un sacerdote, le acompaño en las misas que él quiera, comemos juntos y estamos hasta media tarde», comenta. Su objetivo es conocerles, pero también que ellos, sus colaboradores y los fieles le conozcan.

García Cadiñanos recuerda que «una de mis funciones es apoyar a los sacerdotes, trabajar con ellos, pues son los colaboradores directos del obispo, y también suplirlos si falla uno porque tiene algún problema, o porque está enfermo o tiene una actividad extraordinaria que le impide decir la misa. En ese caso, me llaman para sustituirle y voy yo. Por ejemplo, he estado en Riotorto, As Pontes o Lourenzá. El día de Navidad estuve diciendo misa en la catedral de Mondoñedo para que ellos pudiesen ir a todas las parroquias. Tenemos que funcionar de esa manera para llegar a más gente», asegura ante la escasez de párrocos.

DIFICULTADES. Su intención es conocer las parroquias, aunque reconoce que es solo un primer contacto. Los párrocos le hablan de «las dificultades que tienen de participación en las misas, pues cada vez hay menos sacerdotes, cuya presencia alaban los fieles, de cuestiones de catequesis o de la realidad rural, la despoblación, dependiendo un poco de la parroquia». Durante la charla conversan también sobre la vida, desde los terremotos hasta la pandemia o situaciones que se producen en el día a día.

Las visitas le permiten pasar tiempo con los sacerdotes y a veces les acompaña algún colaborador. «Es un medio para conocer de primera mano las necesidades de la parroquia, aprovechan para presentar a sus colaboradores directos, catequistas, personal de Cáritas, los problemas de voluntariado y renovación de gente».

ENVEJECIMIENTO. El obispo reconoce que su asistencia a veces anima a los fieles a participar más en los actos y a que se valore la presencia de la Iglesia en el ámbito rural, aunque señala que tienen «dificultades para llegar a todos los sitios, llegamos a los que podemos. Las propias parroquias se van despoblando y algunas incluso desaparecen».

Los fieles le reciben con alegría y algunos expresan su sorpresa porque «soy joven o alguna mujer mayor me dice que soy guapo, se extrañan y te cuentan de un familiar que tienen en Burgos, a ver si nos conocemos. Hay muchas anécdotas de simpatía y cercanía», comenta.

Lo peor de estas visitas, buscadas por él mismo, es que le obligan a pasar muchas horas en el coche, pero reconoce que «es la manera de conocer más el territorio, de situarse». Lo curioso es la alegría con que le reciben, pues «en algunas parroquias, como una de Terra Chá y otra al lado de Neda, hicieron un toque de campanas singular por la llegada del obispo», mientras que en otra cerca de Ferrol lanzaron cohetes.

EL IDIOMA. Fernando García se propuso aprender gallego en este segundo año de prelado, «había pensado ir a alguna clase de apoyo o refuerzo, pero no he sacado tiempo para hacerlo». Sin embargo, esto no le ha impedido oficiar ya tres o cuatro misas en la lengua autonómica, «aunque no con la fluidez que lo dices en castellano», porque el aprendizaje marcha «más despacio de lo que quisiera», reconoce.

El obispo explica que durante estos recorridos por las parroquias ya pudo comprobar que en a Terra Chá hablan más en gallego en las celebraciones.

«La Iglesia es de toda la comunidad». El envejecimiento del clero marcha a la par, junto a la escasez de vocaciones, por lo que «tienen trabajo acumulado y hay que colaborar en la gestión económica o en el culto. Por eso animamos a que la gente participe lo más posible, porque la Iglesia no es solo del cura, es de toda la comunidad», indica García Cadiñanos.

Factores en contra. En contra juega el envejecimiento de las comunidades cristiana, de la población en general, y que «los jóvenes no participan lo que quisiéramos», apunta.

Reportaje publicado en El Progreso, 21 de marzo de 2023

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