Andrés Segura, de 38 años de edad, nacido en la ciudad de Neiva (Colombia), estudia quinto año de teología en el Seminario Interdiocesano ‘Santiago Apóstol’. Con motivo del Día del Seminario, que celebramos hoy 19 de marzo, hemos tenido la oportunidad de conocerlo más de cerca.
Andrés, ¿cómo le explicarías a un joven qué es la vocación?
La vocación en un contexto de vida normal sería la llamada o la inclinación a algo que yo quiero ser y hacer, ya sea que se opte por una profesión, casarse y tener hijos o dedicarse seriamente a realizar algo que le dé sentido a su vida y que pueda ponerlo al servicio para el bien de los demás. Por ejemplo: un joven, si quiere ser arquitecto, médico, oficial de la marina, pintor, programador de inteligencia artificial… debe de ir a prepararse a algún lugar para esto. En el contexto de la vida cristiana, religiosa o de Iglesia, la vocación es una llamada de Dios y una fuerte inclinación por el único Dios, el creador del sol, las estrellas, el mar, los animales, las personas, el mundo entero, el único Dios por quien existe el amor porque él es el verdadero amor; es una atracción por el que siempre nos perdona, consuela, acompaña y quien también es Padre, Hijo y Espíritu Santo. En otras palabras, la vocación sacerdotal es responder a la llamada de este gran Dios, quien participa y comienza a vivir de manera directa en nuestra vida desde el bautismo. Sin embargo, esta llamada también está presente aún cuando nos alejamos de él, de la Iglesia, cuando cambiamos de religión, cuando no creemos en nada o en cualquier cosa, incluso Dios sigue llamando incluso cuando ponemos nuestras fuerzas y entregamos nuestra vida sólo a las cosas materiales…
¿Cómo podemos sentir que Cristo nos llama a seguirlo y a amarlo?
Cuando sentimos dentro de nosotros un anhelo por algo superior a nosotros mismos, como un anhelo de grandeza podría decirse, en el que a lo largo de la vida, equivocadamente, buscamos encontrarle sentido a eso que anhelamos recorriendo el mundo, marchando por ahí, creemos encontrarle respuesta a ese anhelo de grandeza en el dinero, en el poder, en el placer, en el tener, en las cosas materiales, pero luego después de un tiempo, nos damos cuenta que eso no trae una satisfacción total y que tampoco responde a las cuestiones más profundas de nuestra vida, como: ¿de dónde vengo? ¿Para donde voy? ¿Qué sentido tiene vivir, amar, el dolor, la alegría, el compartir? ¿Quién creó el universo? ¿Qué hay después de la muerte? Este anhelo aun incomprendido y no saciado, como dijo C. S. Lewis, no es un deseo o anhelo por algo sino por alguien: es el deseo por Dios que luego se puede transformar en la llamada que Dios nos hace a cada uno de nosotros en todo momento, sin importar la condición y estado de vida en el que nos encontremos. El Señor siempre nos llama, sin juzgarnos, para seguirlo y amarlo. En este sentido, los sacerdotes, seminaristas, monjes, monjas, misioneros y religiosos respondemos a esta llamada aceptando su seguimiento, con la particularidad de que entregamos nuestra vida entera a él para servirle en la Iglesia y fuera de ella también. Esto es la vocación.
¿Por qué ser hoy sacerdote?
Ser sacerdote antes, hoy y siempre, será un gran milagro que se transforma en un gran regalo de Dios para la humanidad. ¿Por qué un gran milagro y regalo? Porque si bien la presencia de Dios y nuestra relación con él se puede vivir de diferentes maneras, aclarando que no todas iguales y provechosas para nuestro destino eterno, en la Iglesia y en el planeta entero, el sacerdote es la única persona que puede hacer presente a Dios de manera viva y real, a esta vocación se le puede llamar un gran milagro y un gran regalo para todos de parte del Señor.
Primero, el sacerdote como ser humano es ordenado para reproducir en cada uno el amor por nuestro creador, y también debe ayudarnos a mantenerlo con la disposición de los fieles claro está. Es misión del sacerdote reconstruir las relaciones humanas, para que desde el amor en Cristo estas se purifiquen de envidias, narcisismos, egoísmos, ambiciones y mentiras, como también es tarea del sacerdote y de los cristianos en general dignificar a los más olvidados por la sociedad ayudando así a reconstruir una sociedad basada en valores humanos y cristianos.
Segundo, el sacerdote en la Iglesia a través de los sacramentos puede hacer presente a Dios, siendo él un puente o canal de la vida divina por la cual entramos en contacto de manera directa y especial con el divino Creador. En este orden de ideas, en el bautismo se consagra a la persona a Dios quien es Padre Hijo y Espíritu Santo y desde ese momento el buen Dios comienza a habitar en la persona bautizada. En la celebración de la santa misa o eucaristía, por medio del sacerdote el Señor se hace presente y se nos da como alimento para la vida eterna. Igualmente, podemos recibir el Perdón de Dios en el sacramento de la reconciliación en donde el sacerdote solo hace de instrumento directo de este don. Así mismo, Dios a través del presbítero bendice y participa de las relaciones de pareja, pero de una manera especial por medio del sacramento del matrimonio. De igual modo, por medio de este elegido, el Señor mismo nos da fuerza y consuelo para sobrellevar la enfermedad al recibir el sacramento de la unción de enfermos y como si fuera poco, en el último momento de nuestra vida el sacerdote nos acompaña hasta la muerte intercediendo ante Dios para que le podamos ver su rostro… Creo que estas razones y otras muchas más son supremamente importantes para que en todo tiempo y lugar haya sacerdotes. En otras palabras, ser sacerdote es vivir la misericordia y bondad de Dios, las cuales son recibidas y experimentadas en nuestra propia vida para luego ser entregadas a los demás. En este sentido, los sacerdotes también son comunicadores de esperanza. Una esperanza no en un Dios lejano que hay que esperar al final de la vida, sino que son comunicadores de una esperanza fundamentada en un amor que transforma y que comienza a vivirse desde el momento en que acogemos sin orgullo lo que Señor quiere darnos, decirnos a través de la creación y de la Iglesia.
¿Qué le dirías a alguien que se está planteando la vocación?
Que se mantenga en oración pidiéndole al Espíritu Santo ánimos, fuerzas, claridad en este planteamiento, que no sienta miedo ni vergüenza por lo que digan los demás ni por sus debilidades, que acuda a uno o dos sacerdotes para hablar con ellos, como también que se dé la oportunidad de discernir este planteamiento y conocer el seminario. Y por último, que se acerque a la palabra de Dios es decir a la biblia, con espíritu de humildad y lea del evangelio según san Juan 1, 1-18 (el prólogo), del evangelio según san Mateo 5,3-12 (Las Bienaventuranzas), la primera carta a los Corintios 1 Cor 1, 22-31 El cántico de la carta a los Colosenses 1,12-20 y el de la carta a los Efesios 1, 3-10. Estos versículos le podrán ayudar a conocer, comprender y relacionarse un poco más con Jesucristo y entender un poco de que trata su fe, ya que seguir a Jesucristo no es seguir a un político, ni una idea ni al líder de otra religión ni un súper humano. De todas maneras, estos versículos nos vienen bien a todos.
Una canción religiosa…
«Canto al profeta». También se la conoce como «El profeta».
Una película que te haya marcado…
«La lista de Schindler», una película basada en hechos reales, que trata sobre la dramática situación vivida en los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, donde un empresario salva a miles de judíos de ser asesinados.
Un santo/a que te parezca especial…
A la Virgen María le tengo un querer superior a cualquier santo. Luego a la madre Teresa de Calcuta y a san José Gregorio Hernández, de Venezuela, les tengo un gran aprecio y devoción porque han vivido el amor transformador de Jesucristo.
Entrevista de Javier Martínez
También te puede interesar
Mensaje del obispo: «Ante el Día del Seminario»
El Seminario de Mondoñedo, un centro de referencia vocacional