Diecisiete futuros sacerdotes de la archidiócesis de Santiago y cinco más de la de Mondoñedo-Ferrol estudian juntos en el Seminario Mayor de San Martiño Pinario, en Compostela. Pertenecen, en realidad, a dos seminarios distintos: a los de sus diócesis respectivas. Pero durante la semana conviven en Santiago, muy cerca del sepulcro del apóstol, en un lugar de especial valor simbólico para toda la cristiandad. Y comparten profesores, con independencia de que después cada diócesis esté especialmente pendiente de la «atención espiritual» y el «acompañamiento» de cada uno de sus estudiantes.
No son una multitud. Pero sí son, como señalan fuentes diocesanas, «tres veces máis dos que había, hai ben poucos anos». Y la cifra es especialmente significativa si se tiene en cuenta que, a día de hoy, en ambas diócesis, colindantes en la provincia de A Coruña (la diócesis de Mondoñedo-Ferrol termina en Santa María de Neda, y la de Santiago comienza en Santa Mariña de Sillobre, en el municipio de Fene), las mismas fuentes confirman, sin dar más detalles, que «hai rapaces que están nun período de discernimento». Jóvenes que, a medio plazo, podrían convertirse en seminaristas también.
Un cambio de ciclo
El hecho sustantivo es que, en plena crisis de vocaciones, el número de seminaristas vuelve a crecer. Circunstancia que pudiera parecer contradictoria, o al menos paradójica. Pero que viene a demostrar, como apuntan desde el propio Seminario Mayor, que esa crisis ya no es tan intensa como lo fue «a finales del pasado siglo y a comienzos de este». Apuntan, por cierto, los alumnos del Seminario Mayor, que ellos valoran mucho la experiencia de convivir, de estudiar juntos y de escuchar la «llamada de Dios» en un momento en el que a la Iglesia se le plantea un sinnúmero de retos. «Con la vida comunitaria —comentan los seminaristas—, aprendemos unos de otros. El día de mañana, Dios mediante, seremos hermanos en el presbiterado, y juntos debemos seguir trabajando».
El obispo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos, elogia y agradece la capacidad de entrega que caracteriza a la juventud de hoy. Hay jóvenes, dice el prelado, que «están dispuestos a entregar su vida cuando se les proponen caminos y metas altas desde la sinceridad, y cuando se está dispuesto a acompañarlos». En este sentido, el obispo de Mondoñedo-Ferrol subraya la importancia de iniciativas como la Jornada Mundial de la Juventud, un encuentro internacional, alrededor del papa Francisco, que también ha despertado numerosas vocaciones.
Enrique Alonso, uno de los jóvenes seminaristas que estudian en San Martiño Pinario, señala que incluso en una sociedad como la nuestra, en la que el «paradigma tecnocrático está a la orden del día», la «sed de Dios sigue estando presente en muchas personas», y esa realidad es la que sigue alentando, y dando un nuevo impulso, a los seminarios.
Carlos Álvarez Varela, canónigo de la catedral de Santiago y rector del seminario mayor compostelano —institución que dirige desde hace dos décadas—, es una de las personas que mejor conoce, en España, cómo ha evolucionad la formación de los jóvenes seminaristas en un contexto de intensa crisis de vocaciones. Y es, también, a pesar de esa crisis, una de esas personas que jamás se dejó llevar por el catastrofismo. Siempre tuvo claro —y eso se le nota al escucharlo, al oír la serenidad y el entusiasmo con el que habla— que los seminarios, paso a paso, renacerían. «Las prisas no favorecen nada», dice Carlos, que a sus 61 años de edad, y tras 36 años como sacerdote, confiesa estar «feliz siendo cura». «Poco a poco, los jóvenes están volviendo a los seminarios», señala Álvarez Varela, que afirma que hasta en los momentos más duros, cuando en muchas diócesis ya empezaba a ser frecuente que, año tras año, «no se ordenase nadie», él mantuvo la confianza en que todo se iría «recuperando».
Calidad en la formación
Apuesta por la calidad de la formación, tanto espiritual como intelectual, y aun reconociendo que la falta de sacerdotes sigue estando ahí, recuerda que los jóvenes seminaristas son, para la Iglesia, la «esperanza».
«Nuestra diócesis, pequeña en población y en medios —dice el rector del seminario de Mondoñedo-Ferrol, Juan Basoa—, tiene cinco seminaristas que son la esperanza de nuestro presbiterio». «Pero todas las comunidades, también las nuestras, cada vez menos numerosas y con población envejecida, han de entender —señala— que no toda la evangelización, ni toda la vida de fe está centrada únicamente en el sacerdote». Basoa subraya, de hecho, que, como señala el Plan Diocesano de Mondoñedo-Ferrol, laicos, religiosos y religiosas, además de los propios sacerdotes, han de «animar procesos» que hagan de la Iglesia «una realidad más sinodal».
En las actuales circunstancias también es fundamental, dice Basoa, «crear equipos misioneros constituidos por personas formadas y comprometidas con su fe, que ayuden y puedan congregar a las comunidades más allá de la convocatoria de los sacerdotes», atendiendo «a las personas y a las comunidades».
Reportaje publicado en La Voz de Galicia. Edición Ferrol