1. Introducción
Me han pedido que escriba unas líneas sobre la recientemente aparecida exhortación apostólica del papa Francisco, «Laudate Deum» (LD, a partir de ahora), publicada el pasado 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, en el contexto de los comienzos del Sínodo sobre la sinodalidad.
Ante todo, debo decir que no soy un especialista en ecología ni en teología moral. Mi perspectiva es la de un católico que acoge el magisterio pontificio y que reflexiona a partir de él, con las herramientas que tengo a mi alcance. Cualquier comentario que podamos hacer hace muy importante la lectura personal de este documento . A pesar de estar en Roma, y vivir a escasos dos kilómetros de la Plaza de San Pedro, no tengo mayores noticias de lo que se desarrolla en el Sínodo que quienes lo siguen por los medios de comunicación oficiales. Es verdad que se percibe un mayor movimiento de obispos, teólogos y otras personas que han venido con este motivo. Sin embargo, los que yo me he encontrado guardan discreción. Por otra parte, estamos aún en el principio, sin que de momento haya habido ningún sobresalto.
La reciente respuesta del papa Francisco contestando a los Dubia de cinco cardenales sobre algunos temas relacionados con la revelación divina, la praxis de la Iglesia con respecto a algunos temas o la comprensión de la sinodalidad , ha sido muy iluminadora y considero que nos sitúa en la perspectiva adecuada de fidelidad a la tradición recibida y de apertura al tiempo que vivimos, sin lo cual no hacemos la voluntad de Dios. Por otra parte, también la homilía del Papa en la misa con los nuevos cardenales y el colegio cardenalicio en la apertura del «Sínodo de obispos» ha dado pistas importantes desde las que situar las cuestiones, especialmente aquellas que recuerdan que el Sínodo no es un parlamento, sino que debe prevalecer el clima de oración y que debemos escuchar al Espíritu Santo. Si de verdad esto lo creemos todos, no habría nada que temer. El problema vendrá de los intentos de manipulación y de las praxis basadas en la voluntad de poder. El Papa invitaba a los participantes en el sínodo a situarse «bajo la mirada de Jesús», y decía: «Caminemos juntos: humildes, vigorosos y alegres».
Aunque la exhortación apostólica «Laudate Deum» ha sido publicada coincidiendo con la apertura del sínodo, en la festividad de San Francisco de Asís, no parece que haya una relación directa entre ambas. La cuestión ecológica es una de las más candentes por su actualidad y, por tanto, es objeto de la reflexión del magisterio de la Iglesia.
2. Algunos datos previos de tener en cuenta
Para comenzar, me parece importante destacar que LD tiene una forma de exhortación apostólica, algo diferente de una encíclica, menos solemne, normalmente con una finalidad más concreta y pastoral.
LD se entiende desde otras encíclicas –esta vez sí– de mayor peso, especialmente «Laudato Sí» (2015) (a partir de ahora LS). LD podemos entenderla, no como la segunda parte de LS, puesto que no añade nuevos capítulos o temáticas que la completen, sino como una actualización y un balance de la situación de los temas tratados en LS, especialmente el cuidado de la «casa común», con una perspectiva de futuro.
Existen referencias importantes, aunque menos numerosos, también a otra encíclica reciente, que es «Fratelli tutti» (2020), además de a otros escritos magisteriales, tanto pontificios como de Conferencias Episcopales, como es costumbre en los documentos del papa Francisco. Es de destacar, sin embargo, que muchos de los documentos citados –y por tanto de los datos manejados y aceptados– pertenecen a organismos internacionales oficiales, en los que se constata la situación ambiental y los compromisos, frecuentemente incumplidos, de los distintos países. No faltan tampoco otras citaciones.
Por otra parte, esta exhortación apostólica –al igual que LS y FT– no se dirige explícitamente a los obispos y fieles católicos, sino a «todas las personas de buena voluntad», que los incluye, obviamente. Esta manera de expresarse nos ayuda a entender el tono en que se escribe, y que Francisco no busca tanto confirmar a los católicos en la fe o las costumbres, sino contribuir con la autoridad moral del Papa, que va más allá de límites confesionales, acerca de un tema que afecta al bien común y que tiene la pretensión de poder ser aceptado por todos (por la gente de bien).
3. El contenido del documento
El documento –mucho más breve que LS– se desarrolla en 73 puntos, agrupados en seis partes principales: 1) La crisis climática global; 2) Más paradigma tecnocrático; 3) La debilidad de la política internacional; 4) Las conferencias sobre el clima: avances y fracasos; 5) ¿Qué se espera de las COP28 ? 6) Las motivaciones espirituales. Estos están precedidos por los puntos 1-4, que constituyen una introducción.
Como en otros documentos de Francisco, es probable que se siga, más o menos, el clásico esquema de «ver, juzgar y actuar». En este documento, se exhorta a actuar a todos, aplicando el principio de subsidiaridad, desde abajo a la gente de a pie honrada y trabajadora (cf. LD, 37); y desde arriba, a la clase política, de la que se espera responsabilidad, porque se necesita la política internacional, que hasta ahora se ha demostrado débil. La gran llamada del Papa podría ser a superar «la lógica del emparchar» y remendar (LD, 57), e a ir a la raíz de los problemas, con un compromiso eficaz.
El Papa, al inicio del documento, señala la problemática del cambio climático y de las consecuencias que éste tiene en el presente y tendrá en el futuro para la vida de las personas, en especial para los pobres. Podríamos decir que esta es su temática principal, especialmente debido a la aceleración creciente de este proceso, que pone en riesgo la vida de las personas. Así mismo, la conciencia de la ya repetida ida de que «todo está conectado» y que «nadie se salva sólo», sino que lo que sucede en un lugar del mundo puede tener consecuencias en otro (LD, 19). Esto vale para la relación entre el hombre y la naturaleza, y para los hombres entre sí. La naturaleza no es simplemente el «marco» o el escenario en el que se desenvuelve nuestra vida, sino que forma parte de ella, y como tal debemos cuidarlo, porque «estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados» (LD, 25). Citando LS 107, reitera que «el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro».
Por otra parte, el Santo Padre, insiste en la necesidad de crear una conciencia transgeneracional, que reconozca que la tierra la hemos recibido de Dios, tal como nos la han dejado las generaciones precedentes. De ahí la necesidad de ser agradecidos. Pero, sobre todo, insiste el Papa en que tenemos una responsabilidad hacia las generaciones futuras de dejarles una tierra habitable: «Se nos pide nada más que algo de responsabilidad ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo» (LD, 18).
Para el Papa, el gran enemigo parece ser lo que él denomina el «paradigma tecnocrático» (LD 18), que destaca por su falta de humanidad, que acaban pagando los más pobres. Se retoma la clásica consigna de la Doctrina Social de que el daño a la tierra está unido a la pobreza y a los atentados contra la dignidad humana. Este paradigma, que se basa en el poder y en el dominio, y sólo busca utiliza los recursos naturales y a las personas para lograr beneficios particulares a corto plazo, ha destrozado el ambiente sano entre el hombre y la naturaleza que hubo hasta hace poco tiempo (cf. LD, 27).
En ese sentido, el Papa reconoce que en el último siglo el calentamiento global ha sido muy superior al de los siglos precedentes. El Papa se muestra muy crítico contra todos los negacionistas climáticos o contra quienes achacan el calentamiento global simplemente a la propia naturaleza, como habría sucedido en las distintas etapas del desarrollo de la tierra. Así mismo, hace una defensa de quienes con frecuencia son calificados de «verdes» y «radicales», pero que alzan una voz que casi nadie eleva. Según el Papa, la gran diferencia –y que, según él se puede achacar justamente a la acción humana– es la aceleración de este proceso.
En este documento, el Papa parece ejercer un gran realismo ante lo crítico de la situación, sin augurar que pueda darse una mejoría real o, como él dice, no empeorar el daño que ya hemos hecho, que sería a lo único que podríamos aspirar. Para lograrlo, es necesario trabajar en un doble nivel: desde abajo, con la creación de la conciencia ecológica de las personas, que es lo propio de los ciudadanos luchadores; y, por otro lado, desde las instancias políticas. El Papa exhorta a la gente sencilla tener esta conciencia ecológica, y a controlar la política, en vez de ser al revés, porque, de lo contario, no se podrán controlar los daños ambientales (cf. LD, 40). Se muestra también partidario de una autoridad mundial (cf. LD, 35), con capacidad de actuación real y efectiva, que pueda velar por el cumplimiento de los compromisos climáticos: «No basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales ante los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común. Se trata de establecer reglas globales y eficientes que permitan “asegurar” esta tutela mundial» (LD, 42).
La exhortación tiene a la vista la próxima reunión del COP28, lo cual implica situarse de nuevo en el nivel de la acción política, de la que más desconfía el Papa, pero que considera imprescindible. A partir del n.59, el Papa se expresa de cara a este evento del futuro próximo. Como es costumbre en su enseñanza, habla de la posibilidad de «soñar», pero para ello es necesaria la buena voluntad y el compromiso de todos, desde arriba y desde abajo. La propuesta del Magisterio del papa Francisco, tal vez podemos encontrarla en estas líneas: «Si hay un interés sincero en lograr que la COP 28 sea histórica, que nos honre y ennoblezca como seres humanos, entonces sólo cabe esperar formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: Que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente. Esto para lograr que se inicie un nuevo proceso destacado por tres aspectos: que sea drástico, que sea intenso y que cuente con el compromiso de todos» (LD, 59). Los resaltados son míos.
En el último apartado (nn. 61-73) se habla de «las motivaciones espirituales» que, tal vez, hasta ahora habían quedado en el background. Este apartado vuelve a proponer la visión judeocristiana de la creación, y presenta la fe como una luz que nos guíe en el compromiso ecológico. En este apartado, el Papa se dirige explícitamente a los católicos y a «los hermanos y hermanas de otras religiones» (LD, 61). Además de la clásica cita de Gen 1, según la cual todo lo que Dios hizo vio que era bueno y, en el caso del ser humano, «muy bueno», el Papa retoma en esta ocasión el Levítico y el Deuteronomio (cf. Lv 25,23; Dt 10,14), para recordar que el mundo, en concreto, la tierra pertenece sólo a Dios, y los hombres somos todos peregrinos en ella. En el n. 67 aboga por un «antropocentrismo situado», que reconoce que el hombre necesita las demás criaturas. Así mismo, Francisco retoma de LS, 107 una interesante visión cristológica, seguramente propia de la espiritualidad jesuítica, que ve al Resucitado en todas las cosas, envolviéndolo todo, y descubriendo que toda la creación «canta» a un Amor infinito.
En el n.73, el Papa concluye la exhortación apostólica retomando la invitación de San Francisco de Asís a alabar a Dios que da nombre a la carta, «alabad a Dios», insistiendo en la soberanía divina, frente a todo intento del hombre de ocupar su lugar. De esta manera, el Papa da una razón más profunda de la crisis ecológica, que es la soberbia humana, «porque un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo» (LD, 73).
4. Concluyendo
«Laudate Deum (alabad a Dios)» es la invitación alegre que san Francisco de Asís hacía a todas las criaturas, no sólo a los seres humanos, y que da el título a la última exhortación apostólica del papa Francisco. Ésta más que complementar la encíclica Laudato Sii, parece ser un aggiornamento de algunos de sus temas más importantes, con vistas de manera especial a la próxima COP 28 de Dubai, en especial los peligros de la aceleración creciente del calentamiento global, haciendo una exhortación a todos, a los ciudadanos y a las élites políticas, a un compromiso mayor por frenarlo, incluyendo la posibilidad de establecer una autoridad mundial que haga cumplir los acuerdos necesarios para lograrlo. A los creyentes les recuerda que sólo Dios es el Señor de la tierra y que el hombre es un peregrino, que ha de cuidar de ella para poder subsistir, con espíritu de agradecimiento y generosidad.
Todo esto lo hace con un lenguaje ágil y fácil de entender, no exento de calidad poética. Tal vez algunas afirmaciones puedan despertar críticas en algunas personas, como el rechazo a considerar el calentamiento global como algo ajeno a la actividad humana o la defensa de los ecologistas, por considerar que el Papa se posiciona según las ideologías dominantes. Pero, más allá del discurso que es, sobre todo, descriptivo de una situación, subyace una visión bíblica y cristiana del ser humano y del medio ambiente que no se alinea con las ideologías dominantes más que en lo que estas tienen de bueno y verdadero, sea poco o mucho. La exhortación del Papa se inspira, como muestra el sexto apartado, en la visión del mundo don del amor de Dios y lleno de la gloria del Resucitado. El ser humano en ningún momento se presenta como un producto más de la evolución o como un problema a batir, como a veces piensan algunos movimientos ecologistas, ni se aceptan muchas de las propuestas globalistas para solucionar los problemas, que pasan a veces por la propagación del aborto, los anticonceptivos y otros colonialismos ideológicos. Al revés, el Papa prosigue en la línea que ve un vínculo entre el ataque a la tierra y el ataque al ser humano, que acaba afectando a los más pobres y, a la inversa, por una defensa del medio ambiente en la línea de una ecología integral, que defiende la dignidad de cada ser humano.
«Laudate Deum» comienza y termina invitándonos a alabar a Dios como criaturas suyas y a que las criaturas todas a través de nosotros también puedan hacerlo (como recuerda la Plegaria Eucarística IV ). El Papa nos puede pedir esto a los creyentes, pero se dirige también a las demás personas que, sin compartir nuestra fe, buscan sinceramente el bien, dándoles razones comunes que puedan aceptar y darles ánimos. En este documento se busca tender puentes, sintonizando con aquellos aspectos con los que podemos tener puntos de encuentro. Tal vez así pueda brillar la luz del Evangelio a quien no lo conoce y descubrir a Jesucristo como el único Salvador del mundo.
Óscar Fernández Expósito es sacerdote diocesano (se encuentra actualmente cursando estudios en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma)
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/20231004-laudate-deum.html#_ftnref39 (consultado el 7/10/2023).
- https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-10/el-papa-responde-dubia-cinco-cardenales.html (consultado el 7/10/2023).
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2023/documents/20231004-omelia-nuovi-cardinali.html (consultado el 7/10/2023).
- Un curioso cambio con respecto a la expresión más clásica «los hombres de buena voluntad».
- Esta sigla se refiere a la 28º Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tendrá lugar en 2023.
- En el prefacio de la PE IV, el sacerdote dice al Padre: «… y con ellos (los ángeles) también nosotros, llenos de alegría, y por nuestra voz las demás criaturas, aclamamos tu Nombre cantando: Santo, Santo, Santo…». También esta plegaria, en su conclusión pide: «Que todos tus hijos nos reunamos en la heredad de tu Reino, con María… y con todos los santos y allí, junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo…».