Nos cuesta entender la vida contemplativa, en estos tiempos más que antes. La rentabilidad, la eficacia, la utilidad, lo que se ve y produce prima sobre el silencio, la discreción, la vida oculta y la espiritualidad.
Y no solo entender, sino también valorar y optar por este estilo de vida que, aunque no lo parezca, es fuente de felicidad y sentido para muchas personas, hombres y mujeres, que respondieron y siguen respondiendo generosamente a esta llamada de Dios.
La vida contemplativa es la voz orante de la Iglesia; la voz de aquellos que no sabemos, no podemos o nos cuesta orar; la voz que intercede por los que sufren y no saben expresar su dolor e impotencia.
Es también el corazón misionero de la Iglesia, precisamente en estos tiempos en los que nos urge la misión evangelizadora.
Mientras nos lamentamos y nos sentimos impotentes, y puede que más de una vez desanimados, ante las dificultades de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones, en una sociedad cada vez más alejada de Dios, la vida contemplativa nos anima a buscar el rostro de Dios en medio de la oscuridad: Él es el Sumo Bien, lo único necesario, que lo llena todo y da sentido a todo.
En nuestra diócesis le agradecemos al Señor el testimonio y la presencia de los monasterios de las Concepcionistas en Mondoñedo y en Viveiro, las Clarisas en Ribadeo y las Esclavas en Ferrol. Oremos para que no nos falten vocaciones orantes con corazón misionero.
«La vida contemplativa es la voz orante de la Iglesia; la voz de aquellos que no sabemos, no podemos o nos cuesta orar; la voz que intercede por los que sufren y no saben expresar su dolor e impotencia»