¿Para qué?

Puede sonar a una pregunta utilitarista o interesada. No es el caso. Solo es una pregunta lógica, razonable y de sentido común que seguramente nos hicimos en estas navidades o a la vuelta de vacaciones: ¿para qué prepararnos en Adviento si no celebramos la Navidad?

Se palpa en muchas parroquias. Y nos referimos sobre todo a los niños de la catequesis. Nos puede el ritmo del curso escolar, cuando las vacaciones lo son para todo, incluso para la celebración de nuestra fe en un tiempo litúrgico tan importante como la Navidad.

Da la sensación de que durante el curso tenemos que “cumplir” como cristianos y que en vacaciones, influenciados por el ambiente, vivir como “paganos”… Así de claro, aunque resulte duro decirlo.

Algo semejante pasa con los bautizos, las primeras comuniones, las confirmaciones y las bodas: tanta preparación y en algún caso hasta cierta exigencia, para luego no volver a pisar la iglesia.

Decimos – no sabemos en el fondo si es para consolarnos – que lo importante es sembrar. Y es verdad. El crecimiento y el fruto lo da Dios. Pero no es menos verdad que Dios cuenta con cada uno de nosotros – los padres, los catequistas, los sacerdotes, la comunidad parroquial –  no solo para sembrar, también para cultivar, abonar, enderezar y hasta podar.

De ahí que en más de un caso, alguien, en alguna parroquia, rompió esta inercia estéril y se arriesgó a hacer las cosas de otra manera, a pesar de la oposición y las incomprensiones. Seguramente que se ganó en coherencia y autenticidad aunque bajara el número de muchos “fieles” en su condición de meros asistentes y cumplidores.

Es lo que nos dice el papa Francisco cuando apuesta por una pastoral “en clave de misión”: hay que abandonar el cómodo criterio del “siempre se ha hecho así”. O como modestamente pretendemos en nuestra diócesis cuando nos proponemos nada menos que iniciar un proceso que nos lleve a entender y realizar – eso sí, sostenidos por la presencia y la acción del Espíritu del Señor –  “nuestra misión en conversión”.

 

«En más de un caso, alguien, en alguna parroquia, rompió esta inercia estéril y se arriesgó a hacer las cosas de otra manera, a pesar de la oposición y las incomprensiones»

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