«Señor, tú tienes palabras de vida eterna»

Homilía de monseñor De las Heras en la ordenación sacerdotal de Jaime Iglesias

«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).

¿Dónde se dirige nuestra vida? ¿A qué o a quién dedicamos nuestro corazón? El camino vocacional de un cristiano ha de ser una continua vuelta al amor primero. El camino vocacional de Jaime es un retorno a su primer amor: el amor de Dios nuestro Señor con su plan de salvación para la humanidad.

El sacerdocio ministerial es ofrenda y se llena de plenitud y vida por la entrega de uno mismo, poniendo a Cristo en el centro y tener con los hermanos, especialmente con sus predilectos, los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Él (cf Flp 2,5), con la extraordinaria recompensa de ganar la vida perdiéndola, aparentemente.

Esta recompensa evangélica, lejos de toda compensación superflua, inunda de luz las sombras que acechan el corazón del ministro ordenado, para dar vida abundante a otros.

Es la misión de Pedro en el libro de los Hechos de los apóstoles devolviendo la salud y la vida en nombre del Resucitado, que no es otro que «Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10,38), como testimonia el mismo Pedro.

El Señor siempre nos busca antes que nosotros a Él, nos prioriza y nos invita a responderle de la mejor forma posible para nosotros y para el bien de su santo pueblo fiel y amado. Por esa razón nos encontramos hoy aquí uniéndonos por esta celebración gozosa al camino del sacerdocio ministerial de Jaime y de todos los que, como él, han recibido esta llamada a servir y lavar los pies a los que ya no son siervos, sino amigos; para permanecer acompañando en este tiempo de gracia a los hombres y mujeres que peregrinan en Mondoñedo-Ferrol, lugar de Dios.

Este servicio ministerial es un tesoro por el que siempre estarás agradecido, Jaime, como bien sabes. Solo podrás pagar al Señor tanto bien como te ha hecho, compartiendo gratuitamente el amor y la misericordia, la paz y la gratuidad, la pobreza que te enriquece, la riqueza de los sacramentos… Cuanto has recibido gratis de Él.

Déjate configurar con Cristo, sumo y eterno Sacerdote, unido al obispo diocesano, a tus hermanos presbíteros, a las personas consagradas, a los fieles laicos, al pueblo de Dios entero, prolongando en la vida la comunión que se alimenta del Evangelio que predicarás y de los sacramentos, principalmente de la Eucaristía, que presidirás.

Sé consciente de que Cristo, el único Maestro, te hace partícipe de su misión y de su ministerio.

Transmite con alegría la palabra de Dios que has recibido. Ora y cree lo que lees, enseña lo que crees y has orado y practica lo que enseñes. Cuanto siembres, será fecundo si nace de tu corazón y de tu oración sacerdotales. Que tu vida sea estímulo para los discípulos misioneros de Jesús y para otros con el cuidado de no herir nunca a nadie.

Date cuenta de la grandeza de incorporar nuevos miembros a la Iglesia por el bautismo, como ya has hecho siendo diácono; del poder sanador de la reconciliación, casa de la misericordia; de la unción, alivio para los enfermos. Date cuenta de la oración que haces por amor a tus hermanos y a toda la humanidad. Que nadie quede fuera de tu súplica ni de tu acción de gracias. Gasta bien tu tiempo con los pobres y los enfermos, con todos los que te lo pidan, aunque te parezca una carga pesada. El Señor la llevará siempre contigo y te aliviará.

Acompaña a los jóvenes, acoge a los niños, a sus padres, a las familias, escucha a los ancianos y a quienes sufren. Vive con alegría profunda, en verdadera caridad el ministerio ordenado, sirviendo a Dios y a su pueblo y nunca a ti mismo. Sé eslabón de unidad; no consientas divisiones y menos por tu causa.

Practica la cercanía ministerial teniendo siempre presente el modelo del buen Pastor, que vino a dar la vida por sus amigos; a buscar y salvar lo que estaba perdido. Jaime, decimos contigo: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Dalo todo y recibirás todo. Ten la seguridad de que Él colmará el corazón de pastor que te ha regalado para donarlo dichosamente. Amén. Amén.

 

GALEGO

«Señor, a quen imos acudir? Ti tes palabras de vida eterna» (Xn 6, 68).

Onde se dirixe a nosa vida? A que ou a quen dedicamos o noso corazón? O camiño vocacional dun cristián ha de ser unha continua volta ao amor primeiro. O camiño vocacional de Jaime é un retorno ao seu primeiro amor: o amor de Deus o noso Señor co seu plan de salvación para a humanidade.

O sacerdocio ministerial é ofrenda e énchese de plenitude e vida pola entrega dun mesmo, poñendo a Cristo no centro e ter cos irmáns, especialmente cos seus predilectos, os sentimentos que corresponden a quenes están unidos a El (cf  Flp 2,5), coa extraordinaria recompensa de gañar a vida perdéndoa, aparentemente.

Esta recompensa evanxélica, lonxe de toda compensación superflua, asolaga de luz as sombras que axexan o corazón do ministro ordenado, para dar vida abundante a outros.

É a misión de Pedro no libro dos Feitos dos apóstolos devolvendo a saúde e a vida en nome do Resucitado, que non é outro que «Xesús de Nazaret, unxido por Deus coa forza do Espírito Santo, que pasou facendo o ben e curando a todos os oprimidos polo diaño, porque Deus estaba con el» (Fei 10,38), como testemuña o mesmo Pedro.

O Señor sempre nos busca antes que nós a El, priorízanos e convídanos a responderlle da mellor forma posible para nós e para o ben do seu santo pobo fiel e amado. Por esa razón atopámonos hoxe aquí, uníndonos por esta celebración gozosa ao camiño do sacerdocio ministerial de Jaime e de todos os que, como el, recibiron esta chamada para servir e lavar os pés aos que xa non son servos, senón amigos; para permanecer acompañando neste tempo de graza aos homes e mulleres que peregrinan en Mondoñedo-Ferrol, lugar de Deus.

Este servizo ministerial é un tesouro polo que sempre estarás agradecido, Jaime, como ben sabes. Só poderás pagar ao Señor tanto ben como che fixo, compartindo gratuitamente o amor e a misericordia, a paz e a gratuidade, a pobreza que che enriquece, a riqueza dos sacramentos… Canto recibiches gratis del.

Déixate configurar con Cristo, sumo e eterno Sacerdote, unido ao bispo diocesano, aos teus irmáns  presbíteros, ás persoas consagradas, aos fieis laicos, ao pobo de Deus enteiro, prolongando na vida a comuñón que se alimenta do Evanxeo que predicarás, e dos sacramentos, principalmente da Eucaristía, que presidirás.

Se consciente de que Cristo, o único Mestre, faiche partícipe da súa misión e do seu ministerio.

Transmite con alegría a palabra de Deus que recibiches. Ora e cre o que les, ensina o que crees e oraches e practica o que ensines. Canto sementes, será fecundo se nace do teu corazón e da túa oración sacerdotais. Que a túa vida sexa estímulo para os discípulos misioneiros de Xesús e para outros co coidado de non ferir nunca a ninguén.

Dáte conta da grandeza de incorporar novos membros á Igrexa polo bautismo, como xa fixeches sendo diácono; do poder sanador da reconciliación, casa da misericordia; da unción, alivio para os enfermos. Dáte conta da oración que fas por amor aos teus irmáns e a toda a humanidade. Que ninguén quede fóra do túa súplica nin da túa acción de grazas. Gasta ben o teu tempo cos pobres e os enfermos, con todos os que cho pidan, aínda que che pareza unha carga pesada. O Señor levaraa sempre contigo e aliviarache.

Acompaña aos mozos, acolle aos nenos, aos seus pais, ás familias, escoita aos anciáns e a quen sofre. Vive con alegría profunda, en verdadeira caridade, o ministerio ordenado, servindo a Deus e ao seu pobo e nunca a ti mesmo. Se elo de unidade; non consintas divisións e menos pola túa causa.

Practica a proximidade ministerial tendo sempre presente o modelo do bo Pastor, que veu dar a vida polos seus amigos; a buscar e salvar o que estaba perdido. Jaime, dicimos contigo: «Señor, a quen imos acudir? Ti tes palabras de vida eterna». Dáo todo e recibirás todo. Ten a seguridade de que El colmará o corazón de pastor que che regalou para doalo ditosamente. Amén. Amén.

 

«Vive con alegría profunda, en verdadera caridad, el ministerio ordenado, sirviendo a Dios y a su pueblo y nunca a ti mismo»

Artículos relacionados

Síguenos

5,484FansMe gusta
4,606SeguidoresSeguir
1,230SuscriptoresSuscribirte

Últimas publicaciones

Etiquetas