Ferrol acogió la celebración diocesana en la Jornada de la Vida Consagrada 2019
La Concatedral de San Julián de Ferrol acogía, el sábado 2 de febrero, la celebración diocesana de la Jornada de la Vida Consagrada, que se viene celebrando desde el año 1997, cuando fue instaurada por el papa san Juan Pablo II. La ceremonia fue presidida por nuestro obispo, P. Luis Ángel de las Heras, que volvía a celebrar públicamente tras el obligado paréntesis a raíz de su intervención quirúrgica. Acompañaron al prelado, en la Santa Misa, nueve sacerdotes de diferentes puntos de nuestra diócesis; entre ellos, el vicario general, D. Antonio Rodríguez Basanta, y el delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Román Escourido Basanta.
Con gozo, se vivió una celebración a la que acudieron miembros de dieciocho de nuestras comunidades de religiosos y religiosas, venidas, no sólo de la propia ciudad de Ferrol, sino de las diversas zonas geográficas donde estas personas consagradas realizan su inmensa labor: Abadín, Burela, Cariño, Ferreira do Valadouro, Foz, Guitiriz, Narón, Ribadeo, Muimenta, Vilalba… y perdón si nos olvidamos alguna.
Como se dijo en la monición de entrada, “en esta Jornada, que lleva por lema ´Padre nuestro. La Vida Consagrada, presencia del amor de Dios´, renovamos nuestra respuesta a la elección de Dios, y salimos al encuentro del Señor con la luz de la fe, la fuerza de la esperanza y el fuego del amor que el Padre ha encendido en nuestros corazones”.
En este día, en que se celebra, también, la fiesta de la Presentación, que siguiendo la tradición de Israel representaba el primer encuentro de un recién nacido con el Dios de la Salvación, la Iglesia (a través de nuestro obispo) invita a las personas consagradas a tener un encuentro con el amor de Dios.
Mons. De las Heras comenzaba su profunda homilía con estas palabras: “La grandeza de la vocación cristiana nos motiva para celebrar cada una de las formas de vida a la que cada uno ha sido llamado por el Señor para realizar en todos nosotros su sueño, su plan de amor y bendición personal y comunitario”. El P. Luis Ángel enfatizó reiteradamente la acción de gracias que supone esta ceremonia, ya que “alabamos y damos gracias a Dios por el don de la vida consagrada que enriquece y alegra nuestra comunidad diocesana con la multiplicidad de sus carismas y con los frutos admirables de tantas vidas consagradas a la causa del Reino a través de la misión evangelizadora”; valorando el amplio abanico de plena dedicación de estas personas: educación cristiana de niños y jóvenes, cuidado de enfermos, acogida de pobres, ancianos y menores vulnerables, acompañamiento de comunidades parroquiales o la propia vida contemplativa, con la inestimable fuerza de la oración por la Iglesia y el mundo”.
“Vivid lo que habéis sido llamados a vivir en gozoso despliegue. Olvidaos de vosotros/as mismos/as para ser testimonio transparente de Cristo, el Hijo amado”. De esta forma, concluía sus palabras nuestro prelado, para, a continuación, proceder con la renovación de la consagración, en la que las personas consagradas dieron respuesta conjunta de agradecimiento:
– Gracias, Padre, por habernos querido asociar íntimamente a este misterio de obediencia filial, en Cristo, por Cristo y con Cristo.
– Gracias, Padre, porque en Cristo nos lo has entregado todo.
– Gracias, Padre, por tu Hijo Jesús, Esposo fiel de la Iglesia (…). Basados en tu fuerza, renovamos nuestro voto de castidad como camino de santidad que da plenitud a nuestras vidas.