Español
Galego
981 35 32 95
mcs@mondonedoferrol.org
El pasado domingo 7 de enero, festividad del Bautismo del Señor, recibió cristiana sepultura en el monasterio de la Concepción de Viveiro la hermana María Francisca Hermida Iglesias. Había nacido hace ochenta y nueve años en la parroquia ferrolana de Serantes. Ingresó en la orden de las concepcionistas franciscanas en Viveiro el 6 de enero de 1962 y aceptó la profesión perpetua el 22 de octubre de 1966. Fueron sesenta y dos años de vida consagrada, coincidiendo el día de su fallecimiento con la misma fecha de la entrada en el convento, en la festividad de la Epifanía.
La vida de sor Francisca se desarrolló en un entorno familiar muy piadoso; fruto de ello es haber estado dos hermanas consagradas a Dios en este monasterio de la ciudad del Landro. Desde el periodo del noviciado se distinguió por su fe y su intensa vida espiritual y una devoción inmensa a la Virgen. Como anécdota puede mencionarse que, al levantarse cada día, lo primero que realizaba era iniciar el rezo del santo rosario hasta incorporarse a la capilla para iniciar la oración de la mañana.
Cuentan sus hermanas que era una religiosa de mucha fortaleza, atenta a las necesidades de la comunidad y siempre tenía una mano tendida para ayudar. Jamás se quejaba, bajaba la cabeza y sonreía. Sencilla, humilde y fiel a lo que la obediencia le fue encomendando para el de la vida comunitaria. Era la primera que entraba en el coro y la última para salir. En el momento de exponer al Santísimo Sacramento para adoración de los fieles estaba pendiente para encender la luz que enfocaba la sagrada hostia, “Luz del mundo”. Desde la capilla se podía observar la silueta de sor Francisca en el coro alto adorando y contemplando al Señor junto con otras hermanas.
A lo largo de su vida en el convento desempeñó las responsabilidades de maestra de niños y niñas en una etapa en la que las hermanas prestaban el servicio de educar a los más pequeños. También por necesidades de la comunidad se desplazó a Sevilla para aprender en la elaboración del mazapán. Entre otros oficios fue ecónoma, abadesa y portera, tarea esta última que, como apasionada franciscana, recibía a los pobres y, en tantas ocasiones, con su carácter de contemplativa, en el silencio recogía la manta de su celda y sus humildes sandalias para dársela al amigo y enviado de Francisco que aguardaba en el torno.
Guiada por la estrella de la fe fue avanzando en su camino hacia Dios, descubriendo su identidad más profunda y viendo señales de su amor. Y con una actitud de búsqueda y ardiente encuentro con el Dios encarnado, como los Magos de Oriente, se postró y adoró al niño Dios en el belén del cielo, con la mirada sonriente de María Inmaculada y su esposo san José. Hermana Francisca, goza eternamente en el belén de la eternidad, e intercede ante el Salvador por esta tu comunidad que tanto amaste.
Corazón Hererro Campos y el sentido de la fraternidad
Cuando estábamos celebrando la entrañable festividad del Nacimiento del Señor nos llegó la noticia del fallecimiento de la madre Corazón Herrero Campos, de la comunidad de las madres mercedarias de Ferrol. Natural de Hércal (Almería), después de una vida entregada a la Iglesia, a la que tanto amaba y oraba, a sus noventa y cuatro años y setenta y dos de vida consagrada.
La madre Corazón era una religiosa muy querida y reconocida por los ferrolanos, debido a su disponibilidad en las diversas responsabilidades que desempeñó, entre ellas la maestra de preescolar en el colegio, con dedicación y amor a los más pequeños; y, en la parroquia, durante mucho tiempo, administró la sagrada comunión a los enfermos.
En la vida comunitaria, ejerciendo el oficio de sacristana, destacó por su sencillez y como persona que buscaba siempre el sentido de fraternidad. Siempre estuvo preocupada por su familia, a la que tanto quería.
Le pedimos a nuestra señora de la Merced que la acoja bajo su manto y la lleve al encuentro con su hijo Jesucristo.
[Reseñas preparadas por la delegación diocesana de Vida Consagrada]
