No estamos para perder el tiempo ni para echar más leña al fuego de nuestra convivencia, precisamente en estos tiempos del COVID-19.
Y me refiero concretamente a tres ámbitos de nuestra vida social que, al menos en este momento, llaman más la atención.
La clase política, por el bien del pueblo, que para eso los hemos elegido, tiene que arremangarse y afrontar lo que nos viene encima. El ejercicio honrado de la política no es fácil ni tampoco asegura los votos. Pero nuestros representantes tienen que dejar a un lado la crispación y la descalificación, y juntos encontrar soluciones a través del diálogo, dejando de lado sus intereses partidistas e ideológicos. La situación de emergencia reclama ya soluciones inaplazables, especialmente para los más desfavorecidos y vulnerables.
Los adolescentes y jóvenes – muchos lo hemos sido – no pueden jugar ni con su salud ni con la salud de los demás. No se puede volver a lo de antes como si no pasara nada. Tienen que ser responsables y cumplir las normas que son para todos. No vaya a ser que haya más de un escarmiento y resulte demasiado tarde. Entonces de nada servirán los lloros y las lamentaciones.
Y ante la clase trabajadora, que en estos días legítimamente defiende sus puestos de trabajo y sus derechos frente a la insensibilidad de las grandes multinacionales, que solo piensan en sus máximos beneficios, uno se pregunta… ¿es necesario quemar neumáticos y contaminar el aire que respiramos para manifestarse, precisamente cuando le dimos un respiro a la naturaleza durante este confinamiento que muchos agradecimos?
Hay una palabra muy nuestra, que nos viene muy bien aplicarla ante todo esto: “Sentidiño”.
«La clase política, por el bien del pueblo, que para eso los hemos elegido, tiene que arremangarse y afrontar lo que nos viene encima»