Benito Méndez «Ferrol ha ganado mucho prestigio con la presencia del Campus Industrial»

Benito Méndez (Cubelas, Ribadeo, 1958), profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca y del Instituto Teológico Compostelano, es el coordinador de la recién creada Cátedra Diocese-UDC (Diocese de Mondoñedo-Ferrol – Universidade da Coruña). Una institución, cuya dirección académica ostenta la profesora Rocío Ameneiros, quien a su vez ejerce la docencia en el Área de Biblioteconomía y Documentación del campus ferrolano. Méndez, que compagina su actividad académica con sus responsabilidades como canónigo de la catedral de Mondoñedo y con la dirección de la revista Estudios Mindonienses, subraya la importancia que tiene para Galicia, y en general para el sistema universitario, el Campus Industrial de Ferrol, y resalta la importancia de continuar buscando sinergias con todo tipo de instituciones.

¿Cuál es el objetivo de la Cátedra Diocese-UDC?
Es ofrecer un espacio formativo en el marco de la universidad, a sabiendas de que la universidad es, hoy por hoy, el templo del saber científico. La Iglesia no puede renunciar a estar en ese marco, porque, en su tradición, fe y saber no son incompatibles. Como decía San Anselmo, la teología, que sería la ciencia más excelsa según las categorías aristotélicas, es la fides quaerens intellectum, la fe que busca entender. De ahí ha nacido también la universidad medieval, que no fue ajena a los demás saberes. Al contrario, estuvo marcada por una profunda pluralidad. Por lo tanto, nos situamos muy lejos del famoso adagio de Tertuliano: Credo quia absurdum («Creo porque es absurdo»). Es más, la actitud de la Iglesia actual, desde el concilio Vaticano II, es receptiva, a sabiendas de que todo saber verdadero está cerca de la Verdad con mayúscula, que es lo que todos buscamos, seamos creyentes o no. Todos somos buscadores de la Verdad. Lejos, en consecuencia, de todo triunfalismo o del afán de catequizar a nadie.

¿Cómo surgió la idea de crear la cátedra?
Había ya un convenio firmado entre la Diócesis y la Universidad a finales de los años 90 del siglo pasado, durante el episcopado de monseñor Gea Escolano. En aquel momento, siendo Segundo Pérez López director de Estudios Mindonienses, y yo mismo secretario, así como director de la Escuela Diocesana de Teología, se firmó un acuerdo de colaboración con la Universidade de A Coruña. El rector de esta institución era José Luis Meilán Gil y el vicerrector en Ferrol era Manuel Recuero Astray. Aquel convenio permitió que la Universidad, en la biblioteca del Patín, pudiera recibir en depósito buena parte de las revistas de tipo humanístico y de estudios locales que venían por intercambio de Estudios Mindonienses. Asimismo, dicho convenio también permitió la realización de un congreso de estudios sobre la historia de la Diócesis. Y, por otra parte, nos permitía, además, ofrecer cursos de libre configuración sobre diferentes temas: de bioética, doctrina social de la Iglesia, etcétera

¿Qué nuevas puertas le ha abierto a Ferrol la universidad?
Ferrol ha ganado mucho en prestigio con la presencia del Campus Industrial. La universidad ha sido muy enriquecedora para la propia ciudad. El campus mantiene conexiones muy estrechas con la iniciativa privada, con las empresas, y al mismo tiempo otras instituciones, como la Armada, han impulsado también la colaboración con el proyecto universitario de Ferrol. La universidad le ha dado a Ferrol un nuevo vigor, y yo hasta diría que también orgullo frente al desánimo.

Apunta Benito Méndez que «la universidad como tal tiene una vocación formativa, de transmisión de conocimientos, pero no sólo eso. La universidad —recalca— es también el ámbito apropiado para la investigación, para la discusión y para la crítica. Desde la Cátedra —continúa— queremos ofrecer, en primer lugar, un espacio de formación, entendida como reflexión plural, sobre la aportación cristiana a nuestra cultura. Nos situamos en la línea abierta por el filósofo alemán Jürgen Habermas, heredero de la dialéctica de la Ilustración. Él entiende —recuerda Benito— que la democracia actual tiene la necesidad, si quiere subsistir, de no renunciar a la aportación abierta por parte de todos. Es decir, nos marcamos como objetivo ese kantiano sapere aude, «atrévete a pensar».

¿Qué aporta el estudio de las humanidades a un tiempo tan convulso como el nuestro?
Las humanidades nos aportan el conocimiento crítico. Conocer el pasado y sus pecados, para no repetirlos, es muy importante. Además, si lo hacemos en serio, seremos más abiertos a la autocrítica, a sabiendas de que no cualquier tiempo pasado fue mejor, y el presente está por construir. Hoy se habla de la cultura de la cancelación: borrar, derribar, etiquetar al pasado como algo absolutamente rechazable, como si no hubiera una verdad objetiva en nada de lo que pensamos o hacemos. Vivimos en la ausencia de la Verdad, y eso barre la ética.

Un tiempo de hierro…
Sí. Pero también por eso las humanidades continúan siendo un ámbito imprescindible para la formación humana. Frente a la cultura de cancelación, hay que luchar por restaurar la búsqueda de la verdad. Y, para ello, el estudio de las humanidades es verdaderamente esencial.

Entrevista publicada en La Voz de Galicia. Edición Ferrol

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