Todos somos conscientes de la dificultad que hoy tienen los sacerdotes de nuestra diócesis para encontrar unos días de vacaciones. Las múltiples ocupaciones en tantas parroquias impiden a veces que puedan salir unos días para disfrutar de un descanso o cambiar de aires, o poder hacer algún cursillo. Este año, para facilitar la salida de algunos sacerdotes, se contactó con un sacerdote de Burundi que pasó en nuestra diócesis julio y parte de agosto. En esta crónica nos cuenta su experiencia y su testimonio de su paso por aquí.
«Soy Bonaventure Nshimirimana, sacerdote natural de la archidiócesis de Gitega (Burundi), párroco de Santa Cruz de Ntita (Gitega-Burundi). Mi formación teológica la hice en el Seminario de Burgos y en la facultad de teología del Norte de España. En Burgos aprendí el español y conocí al actual obispo de Mondoñedo-Ferrol, don Fernando García Cadiñanos, como profesor y sacerdote.
En el mes de abril me puse en contacto con el obispo y me permitió tener una experiencia pastoral en la diócesis de Mondoñedo-Ferrol. La experiencia ha sido apasionante y he podido volver a encontrarme con una Iglesia distinta a la mía de Burundi. La Iglesia de Mondoñedo-Ferrol es una Iglesia madura y de mucha andadura; una Iglesia que presenta muchos retos para hacer pastoral. Es una Iglesia en la que la participación de la juventud es escasa en algunas partes. Pero es de elogiar el compromiso de los más mayores que participan en la vida eclesial. Las celebraciones son cortas, media hora, poco más por lo general. Los monaguillos, sacristanas, lectores y cantores no existen en todas las parroquias y pueblos que he conocido. En pocas parroquias existen ministros extraordinarios de la comunión porque su tarea en las celebraciones apenas se requiere.
En estos aspectos esta Iglesia de Mondoñedo-Ferrol es distinta con la Iglesia de Burundi. Esta última es una Iglesia de masas, donde las celebraciones dominicales son festivas y duran, por lo general, dos horas. Es una Iglesia joven que lleva 125 años de evangelización. Ubicada en un país de población mayoritaria joven, es obvio que la Iglesia de Burundi esté llena de juventud. Los coros, los monaguillos, sacristanas, lectores… manifiestan una participación activa. Junto con los danzantes, que hacen que las celebraciones sean festivas, de tal forma, que el tiempo de la celebración casi no se hace notar.
Durante mes y medio me he acercado a la diócesis de Mondoñedo-Ferrol. He conocido realidades nuevas y distintas. Me llama la atención la escasez de vocaciones religiosas y sacerdotales. Un dato revelador es que la diócesis sigue teniendo las parroquias de antes- más de cuatrocientas, que correspondían en su momento con el número de presbíteros- mientras que ahora cuenta en torno a unos ochenta presbíteros para llevar toda la tarea pastoral. Demasiada mies para poquísimos obreros.
Durante este tiempo tuve la oportunidad de conocer la parroquia de San Xosé Obreiro de Narón, celebrando también en la Iglesia de Santa Icía de Trasancos; conocí la parroquia de Santa María de As Pontes y tuve celebración en algunos pueblos de la misma unidad pastoral. También conocí la parroquia de San Xoán de Covas e iglesias de la misma unidad pastoral. Y, por último, también conocí la parroquia de Santa Mariña de Muimenta y demás iglesias de la misma unidad pastoral. En todas estas parroquias hay que destacar la secularización que va cogiendo mucha fuerza; lo que se manifiesta por la pérdida progresiva de la práctica de confesarse y comulgar en las celebraciones eucarísticas. En algunas parroquias es de alabar que se mantenga la práctica de la misa diaria y observé que también en algunas, cuando se propone, la gente asiste; por desgracia la falta de curas no ayuda en encontrar solución a esta demanda.
Me ha gustado el ambiente, la cercanía de la gente; los que iban a misa y los que no iban. Me he sentido a gusto con todas las personas con las que pude conversar, incluso a pesar de la limitación del idioma. Pero nos hemos entendido con el idioma del amor; yo hablando castellano y ellos hablando el gallego. Me ha gustado la solidaridad y el cariño que la gente manifiesta para con los que sufren, las familias que habían perdido uno de sus miembros. He visto que mucha gente acude a la misa funeral o a la misa para orar por algún difunto de una familia en la celebración del aniversario del fallecimiento. Como pastor, es de elogiar las muestras de cariño y de cercanía arropando a la familia cuyo miembro había fallecido: se manifiesta así que la muerte cristiana es un acontecimiento familiar.
Después de haber compartido más de un mes de colaboración en la tarea pastoral, el primer mensaje que tengo para los diocesanos es un mensaje de agradecimiento. Agradezco a la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, y a todos los diocesanos, a través de la persona del obispo diocesano. Gracias a monseñor Fernando Garcia Cadiñanos por haber permitido mi estancia por la invitación, la subsistencia; le doy gracias también por haberme introducido a los curas párrocos que me han acogido y me han ayudado a acomodarme en sus parroquias respectivas. Gracias a don Cándido Otero López, a don Juan Pablo Alonso, a don José Rey Kochinke y a don Víctor Márquez Pailos.
Como segundo mensaje, escuchando y observando cómo trabajan los curas en el campo del Señor, mi estancia en Mondoñedo-Ferrol ha sido un nuevo aprendizaje de cómo hacer pastoral en tiempos recios. Eso es desde la apertura al otro y la colaboración. La misión evangelizadora requiere apertura y colaboración. Mi parroquia de la Santa Cruz de Ntita (Burundi) es una obra de esta apertura y colaboración de misioneros asturianos; y yo me he sentido como un colaborador más en cumplimiento del mandato del Señor: “Dad gratis lo que recibisteis gratis”. Sería ingrato si termino sin agradecer el gesto de cariño que algunas personas de las parroquias donde he estado han manifestado hacia mí y hacia mi parroquia de Burundi a través de un donativo. Es un granito de arena en las obras que llevamos de restauración de la casa sacerdotal. Es de agradecer este espíritu de solidaridad.
Lo bueno merece la pena repetirse. Alguna persona que había quedado a gusto en alguna celebración me ha expresado su intención: “Ojala te quedarás aquí, ¡no ves que nos falta curas!”. A lo que he contestado: “No depende de mí”. Si una oportunidad parecida se me ofreciese, me gustaría repetir una aventura pastoral como la que he tenido, puesto que ha sido una experiencia bonita, gratificante y formativa».