Caminando juntos creemos en la unidad

Por Pedro Langa Aguilar, teólogo y ecumenista

Declaración conjunta de Francisco y Tawadros II en El Cairo

El reciente viaje del papa Francisco a Egipto los días 28 y 29 de abril de 2017 discurrió acorde a la contextura poliédrica de su programación. No hay más que ver los cardenales del séquito. Eran cuatro: Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede; Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales; Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; y Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Las facetas son muchas, y las hay harto complejas de tratar siquiera de refilón. Pero sí me quiero detener, no obstante, en la Declaración conjunta firmada a la caída de la tarde del 28 por el papa Francisco y el papa copto Tawadros II. El directamente concernido en el presente documento es, pues, el cardenal Koch. Veamos primero su contexto estructural.

La Iglesia católica viene manteniendo desde el concilio Vaticano II a esta parte cordiales relaciones de fraternidad y cercanía cristalizadas en acuerdos, declaraciones comunes y encuentros de las respectivas comisiones teológicas mixtas. Dentro de este capítulo destacan algunas declaraciones cristológicas con las Antiguas Iglesias Orientales (las llamadas «precalcedonianas» o «precalcedonenses»), las cuales se separaron con motivo de la doctrina cristológica de los Concilios de Efeso (Iglesia asiria del Oriente) y de Calcedonia (coptos, antioquenos, armenios, etíopes).

Con la Iglesia copta-ortodoxa, en concreto, la que ahora me ocupa, existe la «Declaración común» de Pablo VI y Shenuda III (1973), y la «Fórmula Cristológica común» de Shenouda III y Juan Pablo II (1988). Con la Iglesia siria ortodoxa, la «Declaración común» de Pablo VI y Mar Ignacio Jacobo III (1971), y la «Declaración cristológica común» de Juan Pablo II y Mar Ignatius Zakka I Iwas (1984). Con la Iglesia armenia apostólica, la «Declaración común» de Juan Pablo II y Karekine I (1996), y con la Iglesia asiria de oriente, en fin, la «Declaración cristológica común» de Juan Pablo II y Mar Dinkha IV (1994).

Viniendo ya en concreto a la «Declaración común» de su santidad Francisco y de su santidad Tawadros II, firmada el 28 por la tarde en El Cairo, digamos de entrada que se trata de una pieza bien elaborada, dentro de la línea impuesta en el ya lejano 1973, cuando la visita del papa Amba Shenouda III al papa Pablo VI, quien hospedó a su ilustre visitante en la Torre de San Juan, dentro del Vaticano, y le confió reliquias de san Atanasio. Uno estaba entonces estudiando en Roma y se acuerda perfectamente de todo aquello.

En su discurso ante Pablo VI, Shenouda III declaró que «entre nosotros hay muchos puntos de acuerdo en los principios de la fe. Y en cuanto a lo que nos diferencia, no hay duda de que después de quince siglos de estudio, examen y controversia nos hallamos ante muchos más puntos de acuerdo que nuestros ancestros de los siglos V y VI. Estamos mucho más preparados y somos mucho más deseosos de alcanzar soluciones para las diferencias y de obtener expresiones más simples de nuestra fe común» (cf. mi artículo «Hacia la primavera ecuménica»: Religión y Cultura 19/76-77 [1973] 305-313).

Las diferencias entre ambas Iglesias tienden desde entonces, por tanto, a superarse. En la citada Declaración común del papa Pablo VI y del papa copto, Shenouda III, patriarca de la Sede de San Marcos de Alejandría, del 10 de mayo de 1973 se puede leer: «Confesamos que Nuestro Señor, Dios, Salvador y Rey de todos nosotros, Jesucristo, es perfecto Dios con respecto a Su divinidad, perfecto hombre con respecto a Su humanidad. En Él su divinidad está unida a Su humanidad en una unión real, perfecta, sin mezcla, sin confusión, sin alteración, sin división, sin separación. Su divinidad no se separó de Su Humanidad ni un solo instante, ni un abrir y cerrar de ojos. Él, siendo Dios eterno e invisible, se hizo visible en la carne, y tomó sobre Él la forma de siervo. En Él se mantienen todas las propiedades de la divinidad y todas las propiedades de la humanidad, juntas en una unión real, perfecta, invisible e inseparable» (A. González Montes, Enchiridion Oecumenicum I, nn.1180-1187). Un verdadero acuerdo cristológico, pues.

Con esta misma Iglesia copta ortodoxa la Iglesia católica firmó también la denominada «Fórmula Cristológica común», redactada el 12 de febrero de 1988 en el Monasterio de San Bishoy, en Wadi-el-Natrun, Egipto, y aprobada por el papa Juan Pablo II y el papa Shenouda III. Dice así: «Creemos que Nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo, Verbo Encarnado, es perfecto en Su Divinidad y perfecto en Su Humanidad. Su Humanidad y Su Divinidad las hizo él Una sin mezcla, sin conmistión, sin confusión. Su Divinidad no se ha separado de Su Humanidad en instante alguno, ni siquiera en un parpadeo de ojos. Al mismo tiempo gravamos con anatema tanto la doctrina de Nestorio como la de Eutiques» (A. González Montes, Enchiridion Oecumenicum II, nn.1125-1126). Como se ve, sustancialmente de acuerdo con la de 1973.

Del 9 al 13 de mayo de 2013 Twadros II visitó Roma y naturalmente a Francisco. Era su primer viaje internacional fuera de Egipto después de su elección el 4 de noviembre de 2012. Francisco llevaba de Papa dos meses, y Tawadros II era, así, el primer líder religioso que rendía una visita oficial al nuevo Papa de Roma -¡y el primero en cursarle una invitación a visitar oficialmente Egipto!-. El viaje se enmarcaba dentro del 40º aniversario del encuentro mantenido por Shenouda III y Pablo VI en 1973.

Con tal motivo escribí en este portal electrónico tres largos artículos dedicados respectivamente al hecho en sí de la visita, a las propuestas que el ilustre huésped avanzó al papa Francisco, entre ellas establecer el 10 de mayo como «el día en el que cada año profundizamos la amistad y la fraternidad entre nuestras Iglesias», y a la relación entre el ecumenismo del sufrimiento y el amor fraterno: Francisco, por cierto, no se había arrancado todavía con su fórmula del «Ecumenismo de la sangre» (cf. Pedro Langa Aguilar, «El Papa Tawadros II visita al Papa Francisco», martes 21 de mayo de 2013 [I/III]; 22 de mayo de 2013 [II/III]; y 23 de mayo de 2013 [III/III]: Equipo Ecuménico Sabiñánigo. Todos juntos – http://equipoecumenicosabinnanigo. blogspot. com.es/2013/05/).

Del discurso que Francisco dirigió aquel 10 de mayo de 2013 a su huésped Tawadros II, consagrada su primera parte a recordar los encuentros anteriores de Shenouda III con Pablo VI en el Vaticano (1973), y de Juan Pablo II con Shenouda III en El Cairo (2000), quisiera rescatar dos fragmentos significativos. Uno, el de gratitud por las atenciones de la Iglesia copta ortodoxa con la homónima católica y sus esfuerzos por favorecer la comunión. Helo aquí: «Santidad, conozco los numerosos gestos de atención y de caridad fraterna que usted ha tenido, desde los primeros días de su ministerio, con la Iglesia copta católica, con su pastor, el Patriarca Ibrahim Isaac Sidrak, y con su predecesor, el cardenal Antonios Naguib. La institución de un “Consejo nacional de las Iglesias cristianas”, querido por usted con fuerza, representa un signo importante de la voluntad de todos los creyentes en Cristo de desarrollar en la vida diaria relaciones cada vez más fraternas y de ponerse al servicio de toda la sociedad egipcia, de la que son parte integrante. Sepa, Santidad, que su esfuerzo por favorecer la comunión entre los creyentes en Cristo, así como su interés vigilante por el destino de su país y por el papel de las comunidades cristianas en el seno de la sociedad egipcia, tienen profundo eco en el corazón del Sucesor de Pedro y de toda la comunidad católica» (http://w2.vatican.va/ content/francesco/es/speeches/2013/may/documents/papa-francesco_20130510_tawadros.html).

Y el otro, hablando ya del ecumenismo del sufrimiento (no todavía del ecumenismo de la sangre): «Si un miembro sufre, todos sufren con él. Si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12, 26). Esta es una ley de vida cristiana, y en este sentido podemos decir que existe un ecumenismo del sufrimiento: como la sangre de los mártires ha sido semilla de fuerza y de fertilidad para la Iglesia, así la comunión de los sufrimientos diarios puede convertirse en instrumento eficaz de unidad. Y esto es verdad, en cierto sentido, también en el marco más amplio de la sociedad y de las relaciones entre cristianos y no cristianos: del sufrimiento común, en efecto, pueden brotar, con la ayuda de Dios, perdón, reconciliación y paz».

Claves de la Declaración Común.- Consta esta de doce puntos, no todos igualmente importantes, por supuesto, pero sí con matices de indiscutible relevancia. Los primeros contextualizan el documento dentro de una tradición que proviene de los primeros siglos de la Iglesia. El 3 destaca la importancia del encuentro de 1973 en Roma. El 4, el de Tawadros II y Francisco en Roma (2013). El 5, el de Juan Pablo II y Shenouda III en Egipto (2000). El 6 pone de relieve el papel fundamental de la oración común. El 7, cómo responder a los numerosos desafíos actuales. El 8, la tranquilidad y la concordia en la coexistencia pacífica entre cristianos y musulmanes. El 9 y el 10, sobre intensificar la oración por todos los cristianos de Egipto y de todo el mundo, especialmente Oriente Medio. Son un cántico al ecumenismo del martirio. El 11 –el más importante en mi opinión- anuncia el acuerdo de suprimir el re-bautismo entre ambas Iglesias. Y el 12 contempla el espíritu paulino (Ef 4, 3-6) con que fomentar el ecumenismo entre ambas Iglesias.

Las frases troncales de dichos puntos, entresacadas y seleccionadas por quien esto escribe, podrían reducirse a cuanto sigue:

1. «El privilegio de estar juntos aquí en Egipto es una señal de que nuestra relación es cada año más sólida, y de que seguimos creciendo en cercanía, fe y amor en Cristo nuestro Señor».

2. «Nuestro profundo vínculo de amistad y fraternidad tiene su origen en la plena comunión que existía entre nuestras Iglesias en los primeros siglos […] Esta experiencia común de comunión antes de la separación reviste un significado especial para nuestros esfuerzos actuales, encaminados a restaurar la plena comunión».

3. «Recordamos con gratitud el histórico encuentro que tuvo lugar hace cuarenta y cuatro años entre nuestros predecesores, el Papa Pablo VI y el Papa Shenouda III […] La Declaración común que firmaron el 10 de mayo de 1973 representó un hito en el camino del ecumenismo y sirvió como punto de partida para la Comisión para el Diálogo Teológico entre nuestras Iglesias, que ha dado muchos frutos y ha abierto el camino para un diálogo más amplio entre la Iglesia Católica y la entera familia de las Iglesias Ortodoxas Orientales».

4. «Con profunda gratitud recordamos nuestro encuentro fraterno en Roma, el 10 de mayo de 2013, y el establecimiento del 10 de mayo como el día en el que cada año profundizamos la amistad y la fraternidad entre nuestras Iglesias».

5. «Somos conscientes de que en esta peregrinación aún nos queda mucho camino por recorrer, sin embargo, no podemos ignorar lo mucho que ya hemos avanzado. Recordamos, en particular, el encuentro entre el Papa Shenouda III y san Juan Pablo II que, durante el Gran Jubileo del año 2000, vino a Egipto como peregrino […] Caminando juntos crecemos en la unidad».

6. «Este amor encuentra su expresión más profunda en la oración común. Cuando los cristianos oran juntos, se dan cuenta de que lo que los une es mucho más de lo que los divide. Nuestro anhelo de unidad se inspira en la oración de Cristo “que todos sean uno” (Jn 17,21) […] Profundicemos buscando también una fecha común para la celebración de la Pascua».

7. «Mientras caminamos hacia el día bendito en que finalmente podamos reunirnos en torno a la misma mesa Eucarística, podemos cooperar en muchas áreas y demostrar de manera tangible lo mucho que ya nos une […] Frente a muchos desafíos actuales como la secularización y la globalización de la indiferencia, estamos llamados a ofrecer una respuesta común».

8. «Puesto que creemos que todos los seres humanos son creados a imagen de Dios, nos afanamos para que la tranquilidad y la concordia sean una realidad de la coexistencia pacífica entre cristianos y musulmanes, dando así testimonio de lo mucho que Dios desea la unidad y armonía de toda la familia humana y la igual dignidad de todo ser humano […] La libertad religiosa […] es un derecho sagrado e inalienable».

9. «Las trágicas experiencias y la sangre derramada por nuestros fieles, que han sido perseguidos y asesinados por la única razón de ser cristianos, nos recuerdan aún más que el ecumenismo del martirio es el que nos une y nos anima en el camino hacia la paz y la reconciliación».

10. «El misterio de Jesús, que murió y resucitó por amor, está en el corazón de nuestro camino hacia la plena unidad. Una vez más, los mártires son quienes nos guían. En la Iglesia primitiva, la sangre de los mártires fue semilla de nuevos cristianos. Así también en nuestros días, la sangre de tantos mártires será semilla de unidad entre todos los discípulos de Cristo, signo e instrumento de comunión y paz para el mundo».

11. «En obediencia a la acción del Espíritu Santo que santifica a la Iglesia, la custodia a lo largo de los siglos y la conduce hacia la unidad plena, aquella unidad por la que oró Jesucristo: Hoy, nosotros, Papa Francisco y Papa Tawadros II, para complacer al corazón del Señor Jesús, así como también al de nuestros hijos e hijas en la fe, declaramos mutuamente que, con una misma mente y un mismo corazón, procuraremos sinceramente no repetir el bautismo a ninguna persona que haya sido bautizada en algunas de nuestras Iglesias y quiera unirse a la otra. Esto lo confesamos en obediencia a las Sagradas Escrituras y a la fe de los tres Concilios Ecuménicos reunidos en Nicea, Constantinopla y Éfeso. Pedimos a Dios nuestro Padre que nos guíe, con los tiempos y los medios que el Espíritu Santo elija, a la plena unidad en el Cuerpo místico de Cristo».

12. «Sigamos pues las enseñanzas y el ejemplo del apóstol Pablo», que escribe: “[Esforzaos] en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz” (Ef 4, 3-6) ».

Una Declaración, concluyendo, en consonancia con la línea de fraternal cercanía impuesta por las anteriores, pero, a la vez, perfeccionando matices (como lo del re-bautismo o el ecumenismo del martirio y la decidida apuesta por medidas concretas en la vivencia del ecumenismo práctico) que hacen presagiar un ecumenismo de comunión cada vez más palpable y deseable.

Tawadros II no se ahorró elogios hacia su ilustre huésped. Quizás el más saliente, al menos desde el punto de vista de la práctica del ecumenismo en esta hora incierta y convulsa, sea este: «El papa Francisco es uno de los símbolos de la paz en un mundo atormentado por las guerras, un mundo que desea sinceramente contrarrestar la violencia y el extremismo».

Prof. Dr. Pedro Langa Aguilar, OSA
Teólogo y ecumenista

Fuente: http://equipoecumenicosabinnanigo.blogspot.com.es

 

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