Durante este primer semestre del año, el centro San Aníbal de las Hijas del Divino Celo-Rogacionistas de Burela está recibiendo una interesante y completa formación sobre la doctrina social de la Iglesia. La imparte, en sesiones mensuales, el sacerdote ferrolano Alejandro Piñón Espasandín.
Temas como los derechos humanos, el bien común y el destino universal de los bienes, la movilidad humana, la interculturalidad o la ecología integral son temas de los que la Iglesia se viene preocupando y ocupando desde hace mucho tiempo. Conocida es también la sensibilidad del actual Papa por estas cuestiones y su apoyo a las iniciativas en materia de defensa y mejora de las condiciones laborales como también en todo lo que se refiere al cuidado de la naturaleza y el medio ambiente.
Se trata, por tanto, de temas plenamente actuales y con mucha vinculación con todos los que, de una manera u otra, trabajamos en el ámbito de lo social.
Por todo ello, hemos querido conocer un poco más el perfil vital y vocacional de este sacerdote especializado en doctrina social de la Iglesia que nos visita una vez al mes durante el período de enero a junio.
Alejandro Piñón nació en Ferrol, en el barrio del Ensanche (en la zona conocida como del Inferniño), en el año 1981. Fue ordenado sacerdote en la catedral de Mondoñedo el 18 de marzo de 2012 por monseñor Sánchez Monge. Tenía, entonces, 30 años.
En relación con su vocación sacerdotal, Alejandro nos explica que empezó a planteárselo cuando estaba a punto de terminar la carrera de Ingeniería Técnica Naval en Estructuras Técnicas Marinas (en la Universidade da Coruña, campus de Ferrol): “Ingresé en el seminario con veinticuatro años, a falta de un par de asignaturas y el proyecto final para completar la carrera; algo que acabé haciendo un año más tarde”. Esos estudios los realizó en el Instituto Teológico Compostelano (ITC), residiendo en el Teologado San Rosendo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol en la ciudad de Santiago.
¿Qué recuerdos destacaría del día de su ordenación?
Sobre todo, lo acompañado que estuve y lo acompañado que me sentí por mi familia y por una representación de laicos y religiosos de las parroquias por las que había pasado como seminarista: Ntra. Sra. del Rosario de Ferrol y UPA del Ensanche, con su párroco don Gonzalo Folgueira (qepd.) a la cabeza; UPA de Vilalba; parroquias de la UPA de As Pontes; UPA de San Sadurniño y, también, parroquia de Caranza (en la que estuvo de diácono)”. Alejandro añade, sobre el significado de aquel día, que suponía desde luego “el fin de una etapa y el inicio de otra, que afrontaba con mucha ilusión, con muchas ganas de trabajar pero, al mismo tiempo, llena de incertidumbre (en cuanto al destino al que me enviarían, en cuanto a lo que yo mismo iba a poder aportar, etc.)”. Era para él un cambio radical, pero ciertamente se sintió muy acompañado por los compañeros sacerdotes, tanto de la diócesis como de fuera. Su primera Eucaristía tuvo lugar el fin de semana siguiente a su ordenación, en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en Ferrol, en la víspera de la Anunciación del Señor. “La recuerdo como una eucaristía muy bonita, con buena parte de mi familia, amigos, jóvenes de la pastoral juvenil, comunidades religiosas de la ciudad: Hijas de Cristo Rey, Discípulas de Jesús, Madres Mercedarias, Siervas de Jesús y Compañía de María.
¿Qué tal llevaron en su casa su vocación al sacerdocio?
Mi padre respetó mi decisión, aunque al principio la idea no le gustaba mucho. Mi madre lo llevó mejor, aunque insistiendo también en que finalizara la carrera”. Alejandro menciona a su párroco, don Gonzalo Folgueira, en Nuestra Señora del Rosario, como “la persona que más ayudó a su vocación”, también fue importante todo lo que lo apoyaron sus padres, al igual que su parroquia y el Colegio de Cristo Rey “en el que me crié”.
Fueron seis los años de seminario en el TIC, en los que cursó el ciclo institucional de Estudios Eclesiásticos (Filosofía y Teología) y realizó el bienio en Teología Fundamental.
Tras su formación y ordenación, el primer destino del ya presbítero fue la parroquia de Santa María de Caranza, como vicario parroquial, acompañando a don Antonio Rodríguez Basanta (que, además de párroco, era entonces vicario general de la diócesis). Alejandro estuvo en Caranza hasta septiembre de 2014, unos dos años y medio. En esta etapa, era ya (desde 2012) delegado diocesano de Pastoral Juvenil (nombrado por Sánchez Monge).
En septiembre de 2014, el obispo lo traslada a la UPA de As Pontes, en la que permanece cinco años. Y en el año 2017, ya con un nuevo prelado en Mondoñedo-Ferrol (Monseñor De las Heras Berzal), deja la Pastoral Juvenil para iniciar una nueva delegación: Justicia, Paz e Integridad de la Creación, en la que estaría hasta septiembre de 2019. Además, en esta misma época, es nombrado (2017) capellán del Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol y delegado diocesano de Pastoral de la Salud (2018).
Alejandro estaba ya vinculado a los temas sociales con esa delegación creada por De las Heras y, además, llevando a cabo otra importantísima tarea como era la capellanía de un gran complejo hospitalario en la que se trabaja, no hay duda, en primera línea del sufrimiento humano (tanto por lo que se refiere a los propios pacientes, como a sus familiares; y también en cuanto a los profesionales que trabajan en este ámbito): “Como capellán, se trata de un servicio bastante intenso, en contacto con la parte más vulnerable del ser humano; el duelo por la falta de salud, el ser humano ante una muerte inminente, y el caso de los familiares y todo su dolor ante el fallecimiento de un ser querido. Son, desde luego, momentos muy delicados y muchas veces a la familia le cuesta entender el proceso por el que pasan”, nos explica Alejandro, que además añade que “un sacerdote, aunque haya aprendido a acompañar, es en estos momentos [proximidad a la muerte] donde empieza a sentir lo que es realmente acompañar: estar, escuchar, comprender, sobran muchas veces las palabras y lo importante es el estar”. Toda esa época coincidió con una enfermedad en su propia familia, que afortunadamente fue superada; aunque seguidamente surgió un nuevo episodio y, en este caso, le tocó vivir el fallecimiento de su padre. Fueron, lógicamente, tiempos muy delicados.
Dado que estaba vinculado a esas dos delegaciones, oyó hablar del máster online en Doctrina Social de la Iglesia y le mostró al señor obispo su disposición a ampliar estudios en esta materia. Finalmente, las cosas fueron encajando y surgió la posibilidad de trasladarse temporalmente a Madrid para realizar, de forma presencial, el Máster en Doctrina Social de la Iglesia por el Instituto León XIII (Fundación Pablo VI) de la Universidad Pontificia de Salamanca (en su sede de Madrid). Complementó, además esos estudios con un Curso de Actualización Teológico-Pastoral en el Instituto Superior de Pastoral de la Universidad Pontificia.
Ese año que permaneció en la capital constituyó una gran experiencia para el sacerdote. Por una parte, él mismo se sorprendió ante su adaptación a la ciudad, adaptación que en un principio le provocaba ciertas dudas. Como anécdota, Alejandro nos cuenta que siendo él aficionado al Barça, aún encontrándose en la ciudad del gran rival, pudo encontrar algún otro aficionado barcelonista con el que juntarse para ver los partidos.
En el ámbito de la pastoral, fue un año muy bien aprovechado, ya que acompañó una comunidad neocatecumenal (sobre todo formada por jóvenes) en la parroquia de San Sebastián en la Calle Atocha y, por otra parte, celebraba Misa a diario en la iglesia del Divino Salvador y San Nicolás (donde había un grupo de Carismáticos) también en esa misma calle, ya cerca del Mercado de Antón Martín. No acaba ahí su labor, ya que los domingos celebraba la eucaristía en la iglesia de San Ignacio de Loyola (cerca de la plaza de Santa Ana) para la Real Congregación de Vascos en Madrid. Lo hacía, además, en la medida de sus posibilidades, de forma bilingüe, para integrarse con estos fieles. Como una cosa lleva a otra, de esa celebración dominical surgió un encuentro semanal con un grupo de hombres vascos y navarros “que me invitaban al txoko en Madrid” (según explica la Wikipedia, “Txoko es una palabra vasca que significa ´rincón´ o ´sitio pequeño´. Se da este nombre a los locales o sedes de sociedades gastronómicas , que pueden ser también recreativas”).
De esa etapa madrileña, Alejandro guarda también muy buen recuerdo de la relación mantenida con los neocatecumenales: “De hecho, pude participar en la celebración de varios matrimonios”. Y, a nivel de estudios, coincidió con compañeros de América latina, “con los que congenié muy bien, y eso me dio oportunidad de conocer otras realidades”. Por otra parte, participó en las reuniones del arciprestazgo San Jerónimo y San Ginés de la Vicaría III y en varios eventos diocesanos.
Este año cursado en Madrid (desde septiembre de 2019 a junio de 2020) coincidió parcialmente con los primeros tiempos de la pandemia de la covid, que fueron meses muy complicados en la ciudad.
A su regreso a Galicia, Alejandro es asignado a la UPA de Foz, acompañando a don Antonio Valín (moderador del equipo sacerdotal) durante dos años. Durante esta etapa, pudo desarrollar su trabajo de fin de máster y trabajó mucho pastoralmente los temas de Cáritas, algo que le supuso un enorme aprendizaje.
En septiembre de 2022, el actual obispo de Mondoñedo-Ferrol (Monseñor García Cadiñanos) lo nombra párroco de la UPA de Guitiriz, para acompañar de esta manera a los feligreses de diecisiete parroquias de la comarca (entre ellas, Baamonde, Parga, Gaibor, Pígara y Guitiriz). “Me siento muy integrado en estas tierras. Incluso comparto entrenamientos con el equipo de fútbol Sociedad Deportiva Guitiriz, lo que me permite tener contacto muy directo con la gente del pueblo (asidua o no asidua a la parroquia), jóvenes y sus familias”.
Alejandro Piñón, como ven, no es sólo un especialista en doctrina social de la Iglesia, sino un sacerdote todoterreno (o “todocampista”, por aquello de usar un término más futbolero).
Fuente: Comunicación Hijas del Divino Celo-Rogacionistas de Burela