Hoy hace dos años que era consagrado obispo de Mondoñedo-Ferrol en la catedral mindoniense. Al mirar hacia atrás y hacia adelante acuden a mí diferentes sentimientos que me gustaría compartir con vosotros. En primer lugar, la rapidez con la que pasa la vida. Es casi como un suspiro, como tantas veces decimos. Una rapidez que se siente más por la intensidad con la que he pasado este tiempo, de aquí para allá, uniéndome a tanta vida como me he encontrado en esta Iglesia diocesana. Sabéis que entiendo mi tarea de obispo como un servicio que conlleva despojo de uno mismo y de sus proyectos para alentar, animar, avivar, acompañar, apoyar, amar todo lo que se hace por encarnar el evangelio de Jesús en esta tierra y en este tiempo. Ello deriva en que quiera aprender y vivir con vosotros y entre vosotros, además de para vosotros.
Un segundo sentimiento es el de agradecimiento. En este día también yo exclamo con el salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Salmo 125); “Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Salmo 145). Son plegarias que hoy elevo de una manera especial desde la sinceridad de mi corazón. Ciertamente soy consciente de las dificultades de esta Iglesia de Mondoñedo-Ferrol. Creo que la conozco bastante bien. Cada domingo lo he compartido con un hermano sacerdote, participando con él en sus comunidades. Sé de la fragilidad y debilidad con las que nos encontramos en esta Iglesia de periferia. Pero miro sobre todo las posibilidades y confío en el Señor que nos envía a la misión con la fuerza de su Espíritu que todo lo puede y nunca defrauda.
Un tercer sentimiento reina en mi corazón en este día. Es el de fragilidad ante la tarea que nos aguarda. Como el primer día, siento una vez más la debilidad de mi persona, de mis cualidades, para llevar adelante la tarea. Siempre he sido consciente de ello, pero ahora, más que nunca, veo de cerca los problemas y que tengo demasiadas carencias en todos los órdenes para afrontar el ministerio que el Señor me ha encomendado. También vosotros las habréis ido descubriendo. Sin duda, la realidad supera las expectativas.
¿Cómo afrontar este reto? Cuento para ello con dos ayudas imprescindibles. Por supuesto, el Espíritu del Señor que anima y fortalece mi debilidad. Junto a ello, la comunidad cristiana, especialmente las personas de los diferentes consejos (vicarios, arciprestes, delegados, consejos de economía, de pastoral, presbiteral), además de todos y cada uno de los sacerdotes a los que siento especialmente como mis colaboradores, junto a la vida consagrada que tanto admiro. Gracias a todos por vuestra cercanía, consejo, colaboración, fidelidad… Especialmente gracias a todos los que, de una manera sinodal, me hacéis llegar de una forma directa y fraterna vuestras correcciones, sugerencias, opiniones, consejos…
A todos, de corazón, gracias. ¡No sabéis lo que lo agradezco! Como os dije en su momento, el obispo va aprendiendo en la escucha y en la cercanía, también a veces a base de golpes y de errores. Gracias por perdonar mis debilidades y equivocaciones, gracias por animarme y ayudarme en la misión.
Un último sentimiento quiero compartir con vosotros: como el primer día, mi ilusión y entrega no se han desgastado para nada. El anillo episcopal que cada mañana me pongo es signo de ese compromiso renovado y actualizado. La encarnación que supone esa alianza es un proceso en el que estoy firmemente comprometido. Para ello, necesito vuestra ayuda. El curso que estamos a punto de comenzar es una buena oportunidad para recrear «una Iglesia otra»: la Iglesia comunidad en la que todos puedan entrar y que se sitúe en nuestra sociedad como signo, profecía, esperanza, luz y fermento. Entre todos, con la ayuda del Señor, podemos hacerlo realidad. Durante este curso, dar vida a los nuevos arciprestazgos y a las unidades de pastoral, además de animar los ministerios laicales y el diaconado permanente, van a centrar nuestra ocupación diocesana. Sin duda, una aventura apasionante en la que te invito a colaborar.
Vuestro hermano y amigo.
+Fernando, obispo de Mondoñedo-Ferrol