Javier Gómez, historiador: «Pocas diócesis superan a Mondoñedo-Ferrol en el empeño por conservar su patrimonio artístico»

Hace unos días se cumplía un año de la contratación por parte del obispado de Javier Gómez Darriba, doctor en Historia del Arte por la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y experto en patrimonio vinculado a la ciudad mindoniense, como responsable del área de catalogación del patrimonio parroquial. A lo largo de estos meses ha venido realizando un trabajo callado, aunque también se ha hecho presente en sesiones de formación del clero y en algunos encuentros de carácter técnico para asesorar y aconsejar.

A través de esta entrevista hemos querido acercarnos y conocer más a fondo en qué consiste su trabajo y analizar en qué medida la diócesis avanza en la conservación de su patrimonio artístico.

Un año entre nosotros… ¿Cómo es una jornada de trabajo en un departamento tan específico?
Sí, un año muy próspero y feliz que se ha pasado volando. El trabajo podría diferenciarse en dos partes: el de campo propiamente dicho y el teletrabajo. El primero consiste en acudir presencialmente a los templos parroquiales y demás iglesias diocesanas (capillas fundamentalmente) para analizar el patrimonio histórico-artístico que albergan. Para ello, aprovechando los días soleados a fin de que las fotos salgan con la máxima resolución, se fotografían todas las partes arquitectónicas de la iglesia en cuestión (por dentro y fuera), los objetos realizados en metales no nobles y, por supuesto, los retablos, esculturas y las alhajas de oro y plata con todo detalle. También las piezas compuestas por aleaciones de metales no nobles que, por su antigüedad, valor, etc., consideramos que son dignas de ser inventariadas. A los mencionados muebles, tallas y obras de orfebrería les tomamos una serie de notas acerca de su estado, tamaño, peso, reformas, defectos… Una vez terminada esta labor in situ pasamos a la parte de despacho o teletrabajo: se editan todas las fotos, se les aporta un nombre descriptivo, se realiza una ficha de inventario muy específica y con rigor científico para cada una de las obras catalogadas en la cual se cubren hasta veintisiete campos, y, finalmente, se incluyen dichas fichas y fotos en carpetas y subcarpetas dentro del archivo digital de la parroquia creado por la delegación de Patrimonio. De esta forma, no sólo queda todo ordenado, sino que además se generan distintas copias en ordenadores y discos duros en aras de procurar que dicho trabajo jamás se pierda. El último paso consiste en subir las fichas y fotos del inventario a la ERP, una intranet propiedad de la Conferencia Episcopal Española. De esta forma garantizamos todavía más la seguridad y la transparencia de la labor desempeñada. En este sentido, la diócesis de Mondoñedo-Ferrol es pionera en España. Me consta que, al menos en abril de 2024, ningún otro obispado usaba esta herramienta para cuestiones relacionadas con los bienes histórico-artísticos.

¿Por qué es tan importante inventariar el patrimonio que tenemos en la diócesis?
Inventariar el patrimonio constituye uno de los máximos signos de respeto y cariño que se pueden mostrar hacia las generaciones pasadas que, con un denodado esfuerzo, financiaron una serie de obras y bienes a mayor gloria de Dios, de la Virgen y de los santos, conformando así un legado incomparable que tenemos el deber y el privilegio de preservar. Dichas obras fueron promovidas a veces a título personal, otras merced a los fondos de las fábricas parroquiales y de las cofradías, pero siempre con mucho sacrificio y tesón detrás. No somos del todo conscientes de las dificultades que entrañaba siglos atrás el sufragar la talla, ensamblaje o pintura y dorado de un retablo, o la realización de una cruz de plata. Era todo un hito para muchas parroquias y ese sacrificio tenía siempre una raíz incuestionable: la fe. Es por ello que, si nuestras generaciones pasadas se desvivieron por legarnos un patrimonio histórico-artístico único en el mundo, lo menos que debemos hacer es catalogarlo razonadamente. Sólo así sabremos valorarlo como corresponde y resultará un punto de partida para investigaciones, restauraciones o exposiciones futuras. Cabe recordar que solo valoramos aquello que verdaderamente conocemos, y nada mejor para conocer algo que inventariarlo.

Nuestros bienes histórico-artísticos, a nivel humano, tienen dos principales amenazas: la ignorancia y la desidia. Ambas van ligadas. Por fortuna estamos tratando de revertir esto. Por poner un ejemplo práctico, si uno no sabe lo que tiene, difícilmente puede recuperarlo en caso de que lo pierda o se lo roben. Dicho de otro modo, si una pieza es sustraída por un delincuente, difícilmente podrá ser recuperada si a la hora de poner la pertinente denuncia no contamos con una serie de fotografías y de otros datos específicos acerca de la misma. En relación a ello, cabe subrayar que a lo largo de este año hemos logrado identificar algunas piezas de orfebrería que fueron devueltas a la diócesis tras unos robos acaecidos hace un quindenio pero de las que se ignoraba la titularidad de su parroquia; hemos reintegrado en sus iglesias de origen ciertos objetos que por descuido se guardaban en otras, y por supuesto hemos colaborado con la justicia en un reciente caso mediático todavía en fase de instrucción, en el que se han recuperado varias obras de gran valor gracias a un inventario y a una investigación previas.

Charla de formación dirigida al clero diocesano

¿Qué es lo que más te ha llamado la atención durante estos doce meses?
Seguramente el encontrarme con piezas de autores de los que apenas hay nada publicado pero cuya biografía y carrera artística conozco bastante bien. Tener un conocimiento tan amplio de personajes muy concretos que abrieron sus talleres de escultura, pintura o platería, bien en Mondoñedo, bien en otras parroquias repartidas por el obispado, facilita y mucho el poder inventariar sin temor a equivocarse numerosísimas obras.

En otro orden de cosas, también llama la atención esa costumbre tan particularmente gallega de guardar ciertas piezas diocesanas de valor en casas de particulares. Nosotros, como Iglesia, no nos oponemos frontalmente a ello puesto que somos conscientes de que ahora mismo tenemos serias limitaciones para la salvaguarda de todo el patrimonio que atesoramos. Sin embargo, hemos logrado una mayor seguridad jurídica con la aprobación de un protocolo por el cual el depositario de un determinado bien se compromete a reconocer que la titularidad del mismo es diocesana y a cumplir una serie de requisitos tan obvios como necesarios: no intervenir en él sin solicitar los pertinentes permisos, no mostrárselo a cualquiera sin la autorización expresa del párroco, etc. Afortunadamente los feligreses están comprendiendo lo positivo de firmar ese documento. Todos debemos pensar que nuestra existencia en esta vida es finita y que la mayor parte de los bienes que guardan nuestras iglesias nos sobrevivirán dado que ya tienen entre 100 y 500 años por lo general. Con la firma de este documento todas las partes nos curamos en salud ante posibles herederos no tan bienintencionados como sus depositarios de origen.

¿Cómo valoras el cuidado del patrimonio en la diócesis de Mondoñedo-Ferrol?
Positivamente. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y reconocer que somos una diócesis muy pequeña y con pocos recursos en comparación con la mayor parte de las que existen en España. Pero en empeño y tesón, dados los medios que tenemos, quizás pocas nos superen. Creo francamente que en la delegación de Patrimonio se trabaja con muchísimo esfuerzo, alegría e ilusión. Si ello, además, lo consigues transmitir a los párrocos y a los feligreses con los que estás en contacto a diario, todo resulta mucho más sencillo porque responden de la misma manera que tú los tratas. Ello facilita que muchas gestiones y trámites se solventen de manera eficiente y rápida.

Y en cuanto a los retos de futuro…
Seguir por el camino trazado. En la primera semana de mayo tendremos definitivamente inventariadas 42 iglesias parroquiales, 5 capillas, 1 museo y 1.200 bienes pertenecientes a un total de 67 templos. Avanzamos aparentemente con lentitud, pero con paso firme, decidido y diligente. La dirección tomada y los objetivos a cumplir están muy claros. A este ritmo, a finales de 2025 tendremos el 18 % de todo el patrimonio diocesano inventariado. No hay que olvidar que en esta vida las grandes empresas nunca se resuelven satisfactoriamente con miras cortoplacistas, y el cortoplacismo es uno de los grandes defectos que, en general, tenemos como país. Nadie es eterno y nunca sabremos cuánto podremos disfrutar de la labor que desempeñamos, pero estoy seguro de que el camino andado va a generar —está generando ya— muchas metas en el presente y en el futuro: catalogación razonada y con criterios científicos de nuestros bienes; efecto disuasorio ante posibles amigos de lo ajeno y supuestos expertos o historiadores “interesados” en el arte sacro; recuperación de piezas que se creían perdidas; amparo jurídico a los bienes custodiados en casas de particulares; futuras musealizaciones, exposiciones o creación de depósitos en caso de que dentro de unas décadas nuestra demografía y fe se vea menoscabada… En definitiva, el reto es muy ilusionante y para cumplirlo satisfactoriamente solo debemos hacer tres cosas: trabajar, trabajar y trabajar.

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