La eucaristía

Trabajo de fin de curso 2017-18 realizado por María Amado, miembro del grupo de Vida Ascendente del arciprestazgo de Xuvia

Conocer y celebrar La Eucaristía

Conocer: nos exige saber que celebramos, entender la liturgia, lo que hacemos o decimos. Celebrar; es integrarse en la comunidad, sentirse miembro de ella, que escucha, da gracias, alaba y canta.
 

El Señor nos llama y nos reúne

La asamblea es la Iglesia que se reúne como pueblo de Dios, bajo la presidencia del sacerdote, que representa a Cristo y actúa en su nombre, nos une a todos el mismo Señor, la misma fe, el mismo bautismo, el mismo Padre y el mismo pan. El altar es centro de la reunión cristiana, eje de la comunidad, signo de la unidad que se reúne  en torno al altar para convivir en el amor, para comunicarse en la verdad, para expresar en la unidad.

Estos ritos iniciales: es preparar y animar a la comunidad, con el encuentro con el Señor, que se hace presente para darnos el pan de la Palabra, y el pan de la eucaristía, permite pasar de las actividades cotidianas, a una celebración que camina hacia el Señor, símbolo de nuestra condición peregrinante de pueblo de Dios.

El primer gesto que realiza el sacerdote es besar el altar que simboliza a Cristo como roca salvadora, lugar de encuentro entre el cielo y la tierra, reconociendo a Cristo Jesús como el verdadero protagonista de la celebración.

Después de besar el altar, el sacerdote pasa a la “sede”, que es el lugar donde el sacerdote representa a Cristo, preside la asamblea y dirige la oración; en las antiguas sinagogas había un lugar  donde se explicaba la Palabra, que se denominaba la “Cátedra de Moisés”, ahora Jesús enseña al nuevo Israel la Palabra que es él mismo.

El sacerdote hace la señal de la cruz invocando a la Santísima Trinidad, que nos identifica como cristianos, recuerda nuestro bautismo que nos incorporó a Cristo, nos hizo seguidores suyos y nos constituyó en pueblo sacerdotal, la señal de la cruz es también recuerdo vivo de la muerte y resurrección gloriosa.

Saludo a la comunidad: El sacerdote desea a los fieles la presencia de Cristo. “El Señor esté con vosotros”, los fieles devuelven el saludo con el mismo deseo para el sacerdote: “Y con tu espíritu”.

El acto penitencial: Saberse en presencia de aquel que quita el pecado del mundo, acoge a los pecadores y los sienta a su mesa, produce en la comunidad, pecadora pero creyente, un sentimiento de humildad y de gozo, de conversión y de apertura a la gracia, que se ofrece en la eucaristía, confesión de nuestro pecado y sobre todo es confesión de la misericordia del Señor; se puede sustituir especialmente los domingos de Pascua por la aspensión con el agua bendita, signo que nos hace descubrir la vinculación, entre la eucaristía y bautismo.

Gloria: Es un himno venerable, con el que la Iglesia congrega en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al cordero, le presenta sus súplicas, la alabanza es su nota dominante, están presentes: la bendición, la adoración, acción de gracias, la súplica de una comunidad de pecadores que se sienten perdonados y acogidos, alcanzados por el amor misericordioso y la gracia del Señor.

Oración “colecta”: El pueblo se une a esta súplica y hace suya esta oración, con la aclamación: "Amén".
 

Escuchamos la palabra de Dios

La palabra no es solo enseñanza y preparación para la parte llamada “sacramento”, ofrendas, plegaria eucarística y comunión; es verdadera comunión con Dios es el acto en que él se comunica; podemos considerar dos dimensiones:

1. Habla Dios a su pueblo y sella con él la alianza, que nos habla por medio de su hijo, que es su Palabra personal y definitiva.

2. En la celebración de la Palabra se actualiza toda la historia de la salvación.
 

La primera lectura

Está tomada del Antiguo Testamento, todo nuestro ser acoge la historia de la salvación, nuestras raíces están en Israel, venimos de lejos.
 

El salmo responsorial

Es la respuesta orante a la Palabra de Dios, así nacieron los salmos, Israel fue educado por el Espíritu Santo a orar según la revelación de Dios salvador y providente, la frase que se repite es como la resonancia del corazón creyente.
 

La segunda lectura

Está tomada de las cartas apostólicas del Nuevo Testamento, excepto en tiempo de Pascua, de los Hechos de los Apóstoles ofrece la contemplación que hizo la Iglesia primitiva del misterio de Cristo.
 

El Evangelio

Es palabra de revelación del Padre, Jesús en persona, el profeta poderoso en palabras y obras, el que nos amó hasta el extremo, está vivo y presente aquí, con nosotros, él nos llama y nos hace discípulos suyos mediante la luz y fuerza de su evangelio, si escuchamos el evangelio de pie, es porque lo hacemos en una actitud meditativa contemplativa, orante.

Homilía: Debe ayudar a celebrar en la fe lo escuchado, sobre su concreación en la existencia cristiana, debe hacerse siempre desde la sede, dado que es enseñanza eclesial sobre la Palabra, aunque por cercanía pastoral puede hacerse desde el ambón u otro lugar del prebisterio.
 

Credo y oración de los fieles

Estos dos elementos, siguen formando parte de la liturgia de la palabra, es la respuesta creyente “Credo”, y orante “preces” de la Iglesia a la Palabra proclamada y explicada, el credo junto con la señal de la cruz, la aspersión del agua y el padre nuestro, tiene un sentido bautismal en la eucaristía, la liturgia de la Palabra concluye con la oración de los fieles, ruega por todos los hombres, las necesidades de la Iglesia y por la salvación del mundo.
 

Liturgia Eucarística

La mesa de la palabra, lleva a la mesa del pan, con la liturgia eucarística, entramos en el corazón de Dios, de la Iglesia y del mundo, por el pan y el vino se actualiza el acontecimiento cumbre de la historia de Dios con el hombre, entregamos nuestra pobreza “pan y vino”, Dios nos la devuelve transformada en el cuerpo y la sangre de Cristo, alimentos de la vida eterna, que anticipa el paraíso futuro.

Concluye la presentación de las ofrendas, con la invitación a orar con el sacerdote, el pueblo la hace suya con la celebración “Amén”.

El prefacio: es una oración que el sacerdote invita a la asamblea a elevar el corazón hacia Dios en una plegaria de acción de gracias, y la asocia a su propia oración que se dirige a Dios Padre en nombre de toda la comunidad.

El Santo: la Iglesia, en la voz del sacerdote que preside, da gracias al Padre, por Cristo en el Espíritu Santo, por todas sus obras, la comunidad se une a la alabanza de toda la Iglesia celestial, a los ángeles y a todos los santos y aclama y canta “Santo, Santo, Santo”.
 

Epíclesis: Invocación al Espíritu Santo

Esta palabra significa invocación o llamada; es la súplica al Padre para que envíe al Espíritu Santo, que santifique las ofrendas y las convierta en cuerpo y sangre de Jesucristo, hay dos oraciones “epicléticas”, en la plegaria eucarística, hay una sobre las ofrendas: “Envía tu Espíritu sobre este pan y este vino”, y otra sobre la asamblea y la Iglesia: “Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del cuerpo y sangre de Cristo”.
 

Consagración

En la eucaristía repetimos los gestos y las palabras de Jesús en la última cena, renovando y actualizando el acontecimiento salvador.

“Tomó el pan y el vino”:los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.

“Dio gracias a Dios”:por toda la obra de la salvación, y las ofrendas se convierten en el cuerpo y sangre de Cristo.

“Lo partió”: por la fracción de un solo pan, se manifiesta la unidad de los fieles, y el carácter sacrificial de la entrega de Cristo a su pasión y muerte.

“Y se dio”: por la comunión, los mismos fieles reciben el cuerpo y sangre del Señor, del mismo modo que los apóstoles lo recibieron de manos de Cristo.

“Tomad y comed”, “Tomad y bebed”: la eucaristía es esencial para nosotros, Cristo entra en nuestra vida, para que podamos permanecer en su amor.

“Memorial”: no memoria, porque se trata de un recuerdo eficaz, lo determinante no es recordar, sino retomarlo en su dimensión más íntima y profunda, la ofrenda que Jesús hizo de sí mismo al Padre en favor nuestro.

“Súplica”: la eucaristía se celebra en comunión con la Iglesia del cielo y con la Iglesia peregrina en la tierra, en comunión con los pastores, el Papa, los obispos, todos los que cuidan del pueblo de Dios, con recuerdos particulares y personales de vivos y difuntos.

“Rito de comunión”: a la preparación pertenecen el padre nuestro, la paz y la fracción del pan. Rezamos juntos al Padre con la oración que Jesús nos enseñó, el rito de la paz nos exige unión, la fracción es símbolo de unidad fraterna y caridad.

“La Comunión”: es la culminación de toda la celebración eucarística, comulgar es ir al encuentro de los hermanos, compartir la misma comida, siendo muchos somos todos un solo pan y un solo cuerpo, todos participamos del mismo pan.

“Rito de despedida”: comprende el saludo del sacerdote y la bendición;con las manos extendidas dice a la asamblea: “El Señor esté con vosotros”, es el mismo saludo con el que comenzó la celebración, la asamblea le responde: “Y con tu espíritu”.

“La eucaristía termina como rito” pero continúa como tarea existencial, quién siente el gozo de la salvación de Dios en Jesucristo y lo agradece, se siente también llamado a comunicar esta salvación siendo testigo de la fe y del evangelio en el mundo.

“Podéis ir en paz”, “demos gracias a Dios”.
 

María y la Eucaristía

El evangelio no habla de María en el relato de la institución de la eucaristía, pero la presencia de María en las celebraciones de los cristianos, no podía faltar la relación con la eucaristía, se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior, María es mujer “eucarística” con toda su vida. “Haced lo que Él os diga” con solicitud materna, parece decirnos: “No dudéis, fiaros de mi hijo”. María con toda su vida junto a Cristo, y no solamente en el Calvario, asumió la dimensión sacrificial de la eucaristía, desde su “sí” en la encarnación, al vivir el gozo de la resurrección, al hacer de su vida un cántico nuevo: el “Magníficat”, anticipando la eucaristía como alabanza y acción de gracias, esto es lo que María nos enseña a nosotros, con respeto a la eucaristía, mantener despierta la fe y el corazón ardiente y agradecido.

Vivir la eucaristía significa acogerla, que nos fue entregada como madre en el Calvario, “ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”.
 

 

«El altar es centro de la reunión cristiana, eje de la comunidad, signo de la unidad que se reúne en torno a él para convivir en el amor»

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