‘La vida consagrada’ (08.11.2018): Ir adonde están los jóvenes

Editorial del obispo Luis Ángel de las Heras a través de los micrófonos de Radio María

Buenas tardes, amigos oyentes.

El domingo pasado, dentro de la visita pastoral que estoy realizando, estuve en el monasterio de clarisas que hay en mi diócesis de Mondoñedo-Ferrol. Allí pude compartir un gozoso encuentro con hermanas jóvenes y mayores, alegres en su vida por el encuentro con el Señor y fieles orantes por las realidades del mundo que conocen y aman muy bien.

Pensando en estas consagradas, recordando sus rostros y sus palabras de fe y alegría, leo el número 10 de la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere. Este número pone de relieve el modelo contemplativo de la Virgen María, que contempla el Misterio que la habita. María, madre y maestra, enseña el camino místico de la persona consagrada, centrada en Dios, de modo que las cosas no roben su corazón, sino que la lleven hasta el único Señor. Sumergirse en el misterio de la contemplación lleva a ver con los ojos de la fe lo invisible a los ojos humanos. Contemplar con esta mirada creyente, permite descubrir el mundo y las personas con la mirada limpia y vivificante de Dios.

Quizá porque contemplan de este modo y buscan tener la mirada de Dios sobre el mundo, estas hermanas me hablaron de los jóvenes. De lo importante que era invitar a los jóvenes a mirar a Dios y dejarse mirar por Él, sin discursos ni rezos interpuestos. Cada cosa en su momento. Me hablaron del poder cautivador del Señor, en la Palabra y en la adoración eucarística. Me hablaron de lo importante que era ir donde se divertían los jóvenes para ofrecerles acercarse a Cristo. Estas mujeres que dedican su vida a sumergirse en el misterio de la contemplación, como la Virgen María, me hablaron de salir, de movernos, de atrevernos a ir donde están los jóvenes y mostrarles el camino de encuentro con Jesucristo.

Como podéis imaginar, aquello me evocó las Jornadas Mundiales de la Juventud y, por supuesto, el Sínodo de los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional que se ha celebrado en octubre.

Este sínodo ha sido un don de Dios para buscar y seguir el camino que nos lleva hasta donde están los jóvenes y, como dice el documento final, realizar una escucha empática de modo que nos dejemos interpelar por lo que les preocupa y dialogar con ellos evitando respuestas previamente elaboradas. Hay que ejercer un servicio de escucha, reconoce el documento del sínodo, y hay que desarrollar un serio y gozoso acompañamiento a las personas y a los grupos de jóvenes, con el arte del discernimiento y la relevancia del sacramento de la reconciliación. Las hermanas contemplativas parece que conectan con este sínodo. Tanto las clarisas como el documento final del sínodo nos invitan a movernos, a salir al encuentro de los jóvenes y abordar con ellos muchas cuestiones.

Así, los migrantes, puesto que muchos son menores o jóvenes no acompañados que huyen de la violencia,  la persecución, los desastres naturales o la pobreza. Por supuesto, el compromiso firme contra todo tipo de abuso. También, la familia como Iglesia doméstica. Desde luego, la promoción de la justicia, contra la cultura del descarte. Como iniciativa de convocatoria en recursos pastorales, el arte, la música y el deporte. En clave vocacional, la conciencia de misión. Y así, hay otros temas como el reconocimiento a la mujer en la sociedad y en la Iglesia, o el descubrimiento de la afectividad y la sexualidad como un don. Merece la pena destacar la afirmación de la sinodalidad como estilo misionero que ayuda a pasar del yo al nosotros y la llamada a la santidad, que estamos invitados a descubrir en la santidad de muchos jóvenes dispuestos a renunciar a la vida en medio de la persecución para permanecer fieles al Evangelio.

Esta mirada sinodal converge con la mirada contemplativa, la que nos muestra María, madre y maestra de monjas contemplativas y de jóvenes cristianos. Una mirada de fe para acompañar inquietudes y discernir respuestas desde la fe y el Evangelio; para compartir con los jóvenes la mirada que tiene Dios sobre sus criaturas. Lo que bien puede ayudar a la Iglesia a renovar su fuego espiritual y su impulso misionero.

Buenas tardes, amigos oyentes. Que os llene el corazón la paz que viene de buscar el rostro de Dios y mirar como él mira y como María, madre y maestra, nos enseña a mirar.

 

«Estas mujeres que dedican su vida a sumergirse en el misterio de la contemplación, como la Virgen María, me hablaron de salir, de movernos, de atrevernos a ir donde están los jóvenes y mostrarles el camino de encuentro con Jesucristo»

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