Libres para elegir si migrar o quedarse

Hace unos días celebraba la eucaristía dominical en una de las parroquias de nuestra diócesis. Me llamó la atención la pluralidad de razas que se manifestaba en los rostros de las personas que allí nos encontrábamos: más del 40% correspondían a personas venidas de otras latitudes. Africanos, ucranianos, sudamericanos, asiáticos… se entremezclaban en la asamblea con los nativos de estas tierras. Me pareció una imagen preciosa y llamativa. Nuestra Iglesia, al igual que en Pentecostés, se convertía también en una comunidad diversa, plural, intercultural. La casa de todos, donde nadie se siente extranjero.

La inmigración ha dado un nuevo rostro a nuestra Iglesia y a nuestra sociedad española. Las personas inmigrantes se convierten así en condición de nuestro propio futuro: porque el futuro de la Iglesia es con los inmigrantes o no existirá. Por eso, estamos llamados a recibirlos con alegría y con espíritu de auténtica hospitalidad. Nos aportan tanto, nos rejuvenecen, nos llenan de espiritualidad y de experiencia profunda cristiana… ¡Gracias!

Celebramos precisamente este domingo la Jornada de los Migrantes y Refugiados con un lema muy interpelante: “Libres para elegir si migrar o quedarse”. Su enunciado nos permite reflexionar sobre las causas profundas que producen el fenómeno migratorio del que tanto sabemos en nuestra Galicia. Ciertamente podemos imaginar que la casuística que la condiciona es compleja y diversa. Pero, sin duda, como nos recuerda el papa Francisco en su mensaje con tal motivo, “las causas más visibles de las migraciones forzadas contemporáneas se encuentran en las persecuciones, las guerras, los fenómenos atmosféricos y la miseria. Los migrantes escapan debido a la pobreza, al miedo, a la desesperación”.

Y cuando una persona o una familia viven en esa situación, ¿es libre para migrar o quedarse? ¿Puede elegir libremente cuando su dignidad como persona y su propio futuro vital están comprometidos? Y cuando no se es libre, ¿no se convierte más en víctima que en verdugo? ¿Por qué entonces criminalizar, dejarnos llevar por las emociones en estos temas, culpabilizar de males, obstaculizar, hacer muros que acabarán desmoronándose?

La jornada de este año nos mueve a la construcción de un mundo más equitativo, mirando más allá de nuestras fronteras. Con palabras del papa Francisco, “para que la migración sea una decisión realmente libre es necesario esforzarse por garantizar a todos una participación equitativa en el bien común, el respeto de los derechos fundamentales y el acceso al desarrollo humano integral. Sólo así se podrá ofrecer a cada uno la posibilidad de vivir dignamente y realizarse personalmente y como familia”. Si esto es así, tendremos que plantearnos seriamente el que no se rebaje, sino que se incremente, la ayuda internacional al desarrollo; que nos concienciemos y trabajemos por unas relaciones comerciales más justas; que reivindiquemos y votemos para que avancemos en relaciones internacionales más equitativas superando el colonialismo comercial, las deudas impagables, el sostenimiento de regímenes corruptos…

Y de la misma manera, “mientras trabajamos para que toda migración pueda ser fruto de una decisión libre, estamos llamados a tener el máximo respeto por la dignidad de cada migrante; y esto significa acompañar y gobernar los flujos del mejor modo posible, construyendo puentes y no muros, ampliando los canales para una migración segura y regular”.

Nuestra diócesis también está comprometida seriamente en este sueño. Me alegra que, a través de Cáritas y de la delegación de Migraciones, formemos parte de los “Corredores de Hospitalidad” y de la “Mesa del Mundo Rural” promovidas por la Iglesia española. Con estas iniciativas participativas hemos acogido a algunas familias inmigrantes-refugiadas entre nosotros, conjugando en la comunidad cristiana los cuatro verbos que convierten la emigración en un valor: acoger, acompañar, promover e integrar. Gracias a los que lo habéis hecho posible porque, de esta manera, estamos siendo luz y fermento de una nueva humanidad más fraterna.

Vuestro hermano y amigo.

+ Fernando, obispo de Mondoñedo-Ferrol

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