Por José Carlos Enríquez Díaz
Su verdadera vocación siempre fue el contacto directo con la gente a través de las parroquias, que es donde se siente más realizado. D. Ramón Antonio López Rodríguez es, actualmente, el párroco de las cuatro parroquias del municipio de Neda.
Una de las grandes satisfacciones que tiene el ser humano en su vida cotidiana, es la gran seguridad de contar con grandes amigos como lo es D. Ramón Antonio. Con el paso del tiempo, la amistad se fortalece sin darnos cuenta, la convivencia ha traído consigo aficiones, gustos e intereses en común, compartiendo preocupaciones, alegrías, tristezas, y la seguridad de contar siempre con su apoyo incondicional.
Fue vicario parroquial en la concatedral de San Julián desde el año 2000 al 2009. Estuvo más de tres años como capellán en el hospital naval, fue director de la residencia universitaria Domus del obispado de Mondoñedo y ha sido condecorado con la cruz al mérito militar con distintivo blanco. Siendo capellán en el hospital naval de Ferrol, visitaba todas las habitaciones, con especial atención a la UCI. Acompañaba los enfermos durante los momentos difíciles antes y después de las operaciones, alentó siempre a sus familiares y orientaba a los profesionales médicos. Los magnánimos como este sacerdote bueno se pueden reconocer muy bien porque están siempre disponibles cuando les necesitamos y siempre nos ayudan a resolver situaciones difíciles creando optimismo y esperanza. Cuando se les pide algo siempre responden sí. Son un oasis en medio del mundo en el que vivimos. También es un gran creyente, un hombre de corazón limpio como el de las bienaventuranzas de Mateo. La paciencia y la fe que transmite en medio de la prueba es auténtico testimonio. Las pruebas son inevitables y además necesarias para todos los que creemos en Cristo.
D. Ramón Antonio sabe adaptarse a todas las edades y situaciones. Ha dedicado toda su existencia a servir a Dios y a sus feligreses. No lo ha hecho por dinero, por ocupar puestos de honor, sino por amor generoso, por servir al Reino de Dios. Además, sabe que el amor es todo. No busca seguridades terrenas o títulos honoríficos que llevan a confiar en el hombre; no pide nada para sí en el ministerio que vaya más allá de su real necesidad, ni está preocupado de atar a él a las personas que le han sido confiadas. Su estilo de vida simple y esencial, siempre disponible, lo vuelve creíble a los ojos de la gente y lo acerca a los humildes, en una caridad pastoral.
En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio”. No me cabe ninguna duda de que D. Ramón tiene un carácter moldeado por el Espíritu Santo, que a su vez influye en sus predicaciones edificándonos a los que le escuchamos, un carácter que debería estar presente en todos los sacerdotes para enseñar y capacitar a los hijos de Dios, es lo que requiere y necesita la iglesia para que pueda crecer, ser edificada y llevar a cabo su llamado. Todo lo que no sea eso, es buscar fuera de lo que la Palabra de Dios tiene para su iglesia, y eso no es deseable.
Claramente hay sacerdotes buenos, regulares y malos, como todo en la viña del Señor, pero es indudable que lo malo siempre tiene más eco que lo bueno, y yo creo que para hacer que la gente se contagie de bien, también hay que ser altavoces del bien, difundiendo el ejemplo.
Hablar de la persona de D. Ramón Antonio es seguro que el susbstantivo bondad es el más acertado: bondad de corazón, bondad de conducta. Bondad: condición de las personas –recurro al diccionario académico- “natural inclinación a hacer el bien”. Según Aristóteles, la bondad se dice de varias maneras. Por lo menos de las que aluden los versos famosos de Antonio Machado: “Y más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy en el buen sentido de la palabra bueno.”
El Reino de Dios avanzará si disponemos de sacerdotes buenos como él, pero buenos de verdad, no sólo rezadores. Buenos de esos que defienden al débil, aman a Jesús Eucaristía, quieren a todos y saben sacrificarse por ellos, y no se contentan con buenas palabras, sino que evangelizan al cien por cien.
Pido al Señor que, en sus cuarenta años de sacerdocio vuelva a inundar el alma De D.Ramón Antonio como en el día de su ordenación. Que vuelva a sentir el gozo, la felicidad, la emoción tan grande de ese día. Que nunca deje de sentir, lo que sintió ese primer día, que nunca se vaya a convertir su vida en una rutina, que cada día amanezca con el mismo celo y la misma voluntad de servirte, sirviendo a los demás.
Ayúdale a que dé siempre buen ejemplo. Haz que los que se acerquen a él sientan que se acercaron a Ti y que por medio de él toques sus vidas. Dale la humildad de reconocer que no somos nada, ni somos dignos de nada, pero que por medio de Tu misericordia y por medio de Tu amor nos das todo sin merecerlo y lo único que nos queda es aceptarlo y pasar cada instante de nuestras vidas agradeciéndotelo.
Publicado en el diario digital Galicia Ártabra Digital
«Su estilo de vida simple y esencial, siempre disponible, lo vuelve creíble a los ojos de la gente y lo acerca a los humildes, en una caridad pastoral»