Siempre es nuevo el amor

Este es el título de una conocida canción que se canta en las iglesias: el amor no se repite, el amor no pasa, el amor siempre renueva, el amor hace nuevas todas las cosas porque nos permite ver y vivir con ojos y corazón nuevo… De eso va la Semana Santa que dentro de pocos días nos disponemos a celebrar. Es la fiesta del amor, la semana del amor auténtico y genuino.

Por eso, siempre es nueva. El tiempo no es una espiral circular que se repite cíclicamente un una eterna condena aburrida y sin sentido. Nos lo tenemos que creer: la Semana Santa de este año nunca la hemos vivido aunque creamos que siempre es la misma. El Misterio Pascual se vuelve a actualizar entre nosotros en su total novedad. Su gracia se derramará nuevamente a raudales en nosotros.

La novedad también radica en nosotros, porque somos diferentes y nuestras circunstancias son distintas a las de años anteriores. Pero, sobre todo, la novedad es siempre el amor de Dios que se manifiesta en estos días. Es un amor que es estrenado y ofrecido de nuevo para el que desee acogerlo como buena noticia.

Por eso la Semana Santa siempre es nueva y distinta, aunque repita la tradición y las costumbres de años anteriores. Lo que es nuevo y la hace nueva es la historia de amor que durante ella narramos, de la que hacemos memoria, actualizamos, revivimos. Porque el mensaje que se nos presenta es tan grande que el corazón humano, tan pequeño, es incapaz de asimilarlo y acogerlo: de ahí que necesite toda una vida para contemplarlo, admirarlo, vivirlo.

En la Semana Santa se combina la liturgia y la piedad popular. Ambas van unidas, ambas se enriquecen, ambas caminan de la mano.

· En los templos, durante el Triduo Pascual que concluye con la solemne Vigilia del Sábado Santo, a través de la liturgia, hacemos memoria actual y celebramos el amor de Dios que se entrega por nosotros para que descubramos y tengamos vida. Es el amor que nos salva, que nos libera, que nos abre un camino de plenitud y de encuentro con Dios.

· En las calles de nuestras villas y ciudades, las cofradías y hermandades prolongan lo celebrado en el templo. Y lo hacen en esa piedad popular, a través de la belleza y de la música, desfilando y presentando a nuestra sociedad el tesoro y la alegría, la hermosura de encontrar y vivir el proyecto de amor de Dios. Las procesiones y los demás actos de piedad que tienen lugar en nuestra Semana Santa son, fundamentalmente, manifestaciones de una fe sencilla que se proyecta y ocupa el espacio público como primer anuncio del misterio fundamental del cristiano: la muerte y la resurrección de Jesús.

Nuestra Semana Santa pertenece a nuestra identidad más genuina, forma parte de nuestra alma. No en vano es el foco de interés de tantas personas que acuden anualmente o atraídos por la curiosidad para vivirla entre nosotros. Las cofradías son las protagonistas durante estos días con sus cortejos y su participación. Es bueno que cuidemos y preservemos el alma que da sentido a las mismas.

En ese sentido, me atrevo a pediros, queridos cofrades, que cuidemos juntos algunos aspectos importantes para que no se pervierta lo que celebramos. Velad también por una buena formación; cuidad la fraternidad entre vosotros; esmeraos en vivir una sincera caridad; expresad y alimentad vuestra fe en los sacramentos y en la oración; participad en la vida comunitaria de vuestras parroquias, haciendo que sean comunidades que durante todo el año vivan el misterio que portáis sobre vuestros hombros y que es el que da esperanza y fortaleza en la fragilidad y dureza del camino.

Queridos cofrades: gracias a todos por vuestro compromiso y participación. Cuento con vosotros en la tarea evangelizadora de nuestra Iglesia diocesana. Y a todos los que nos visitáis en estos días, os invito a penetrar en el mensaje que portan nuestros tronos.

Vuestro hermano y amigo,

+ Fernando, Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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