Celebramos un año más la fiesta del Corpus. Un día muy especial que nuestras comunidades preparan con especial cariño: los niños de comunión, las alfombras, las procesiones… Nuestro pueblo ha sabido conservar la importancia que tiene la eucaristía como el sacramento especial donde se nos queda el mismo Jesús con nosotros. Sigamos cuidando nuestro aprecio a la eucaristía celebrada y adorada.
Me alegra mucho que este año en Ferrol se celebre con una nueva iniciativa: un grupo de adoración eucarística en la capilla de las Esclavas que permitirá que esté abierta para la adoración todo el día. Hasta el momento han surgido cuarenta y cuatro voluntarios que, durante una hora a la semana, acompañarán a Jesús Eucaristía y le presentarán nuestras peticiones por nuestra Iglesia diocesana y nuestro mundo. Sin duda esta constancia en el compromiso fraguará una amistad con el Señor que les ayudará a mirar el mundo con sus ojos de misericordia.
Y es que necesitamos ser guiados por el Señor para mirar el mundo como Él lo hace. Porque cuando celebramos la eucaristía o adoramos al Señor no nos alejamos del mundo en que vivimos, sino que penetramos mejor en él, pues lo hacemos desde el corazón misericordioso del Señor. Por eso, la fiesta del Corpus es también la fiesta de Cáritas que se encarga cada día de abrirnos los ojos a una realidad que siempre nos desborda.
En efecto, podemos vivir ensimismados en nuestras propias urgencias y en nuestro propio mundo de cristal. Pero Cáritas nos despierta constantemente para hacernos descubrir ese otro lado de la realidad que difícilmente cruzamos y con el que no queremos enfrentarnos. Es el lado de una sociedad que sufre, que no tiene acceso a derechos, que padece las consecuencias de un modelo económico y social que descarta y excluye. Son rostros concretos de hermanos nuestros que no tienen trabajo, que tienen dificultades de acceso a la vivienda, que viven la exclusión, que sufren la soledad, que han tenido que emigrar de sus países…
En este año Cáritas diocesana nos habla del empobrecimiento de personas que padecen el encarecimiento de los costes de la vida; del aumento de familias, mayoritariamente de Colombia, Perú, Cuba y otros lugares de conflicto, que solicitan ayuda para cubrir sus necesidades en nuestras comunidades de acogida; de la cronificación de la pobreza que impide los procesos de inclusión por dificultades laborales y de otra clase; de la soledad y el aislamiento de ancianos y personas solas; de la situación dramática de personas con enfermedades mentales que no tienen los recursos sociales necesarios…
En estas situaciones seguimos escuchando la voz del Maestro que nos llama: “Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Esta invitación nos lleva a no quedarnos indiferentes ante la realidad que nos rodea. La celebración de la fiesta de Cáritas, la fiesta del Corpus, nos permite acoger mejor las palabras del papa Francisco: “Podemos corresponder al amor que Dios tiene por nosotros convirtiéndonos en signo e instrumento de ese amor para los demás. No hay mejor modo para mostrar a Dios que hemos comprendido el sentido de la eucaristía que entregando a los demás aquello que nosotros hemos recibido”.
En efecto, así lo testimonia Cáritas: donde se necesita, a través de sus proyectos, presencias e iniciativas, abre camino a la esperanza. Lo descubro cada vez que me encuentro con participantes de Cáritas que me hablan de cómo han encontrado ahí una mano de esperanza que fortalece sus capacidades y posibilidades, que les han ayudado a afrontar los problemas y dificultades con otros.
Esta sigue siendo hoy la tarea: abrir caminos. Desde luego no está en nuestra mano solucionar todos los problemas, sino engendrar esperanza y hacerlo sinodalmente: trabajadores, voluntariado, sacerdotes, comunidad cristiana, socios, donantes, instituciones y empresas colaboradoras, entidades del tercer sector. Gracias por vuestro quehacer y vuestra confianza. Gracias por seguir empeñados en transformar nuestra casa común para hacerla más habitable para todos. Que todos encontremos fuerza y alimento en el Pan entregado y en la Sangre derramada de Cristo Eucaristía.
Vuestro hermano y amigo,
+ Fernando, obispo de Mondoñedo-Ferrol