Compartimos esta entrevista a Manuel Salgueiro Fernández, padre de familia, profesor de Religión y seglar comprometido con la parroquia de San Esteban de O Vicedo (Lugo).
¿Cómo comenzó tu compromiso diocesano y qué pasos has ido asumiendo a lo largo de los años?
Mi compromiso nace desde niño en el seno de mi familia que fue siempre practicante, de eucaristía dominical. De adolescente y de joven estuve vinculado a los dominicos de A Coruña, donde estudié; ellos dejaron una huella muy importante en mi vida como creyente, me enseñaron a querer a la Iglesia como comunidad de hermanos.
Con 23 años retorné a mi pueblo, aunque siempre regresaba los fines de semana y vacaciones participando en la vida litúrgica de la parroquia. Empecé a colaborar en la catequesis y en la preparación de la liturgia a petición del entonces párroco don José María López Castro, quien para mí fue uno de los grandes impulsores de mi compromiso en la vida parroquial y diocesana. Poco a poco fueron aumentando las responsabilidades: ministro extraordinario de la eucaristía y organizando poco a poco la vida de la comunidad parroquial, pues el párroco, por su delicada salud, ya no podía con todo.
Tras participar durante varios años en las escuelas de Catequistas y Teología para formarme y poder dar un mayor testimonio de mi fe, el gran paso lo doy el año 2003, cuando a petición de don Cándido Otero López empiezo a celebrar la Palabra en domingos alternos en la parroquia de Galdo (Viveiro) y en el santuario de Bravos (Ourol) durante más de siete años. A partir de ahí y con la llegada de nuevos sacerdotes a mi parroquia (O Vicedo), como estos tenían muchas comunidades a su cargo, les fui ayudando hasta el día de hoy según las necesidades: celebración de la Palabra, catequesis, Cáritas, atención de ancianos y enfermos, etc. En la actualidad, cuando me necesitan, colaboro en la zona de Cariño y Cedeira.
¿Cómo asumen las comunidades cristianas de la diócesis la falta de sacerdotes, la atención agrupada en UPA y las celebraciones alternativas en ausencia de presbítero?
La falta de sacerdotes se va asumiendo con resignación. A la gente le cuesta entender que en su parroquia ya no puede ir el sacerdote todos los domingos, pero lo acaban aceptando. Hay que explicarles que la celebración de la Palabra no es la misa, pero que nosotros los laicos vamos a completar la labor del sacerdote, nunca a sustituirlo.
Las UPA son el gran “caballo de batalla”. A los parroquianos les cuesta mucho cambiar de parroquia para acudir a las celebraciones; hay un bagaje de muchos siglos donde la entidad parroquial tenía un papel importante en la vida del pueblo y eso es muy difícil superarlo en poco tiempo, es una labor que, poco a poco, y con mucho cariño y dedicación por parte de sacerdotes y colaboradores, creo que se irá consiguiendo.
Y por último, la celebración de la Palabra en ausencia de sacerdote. Según mi larga experiencia, en un principio choca un poco, pero pronto vas ganándote a la gente y acabas siendo aceptado y querido, porque no eres tú el que interesa, sino el mensaje que llevas cada domingo y que gracias a ti, como un hermano más, esa comunidad en concreto se puede seguir reuniendo para celebrar el Día del Señor.
Como profesor de Religión que lleva ejerciendo muchos años, ¿en qué aspectos ha cambiado la docencia y los niños y jóvenes que atendemos?
Puedo afirmar que en los años que llevo como profesor de Religión, que no son pocos, la docencia de la materia ha cambiado mucho. En los años noventa los alumnos llegaban a la escuela y conocían quién era Jesús de Nazaret, sabían unas oraciones sencillas. Hoy día la inmensa mayoría nunca oyeron hablar de Jesús en sus casas, en su entorno, nunca vieron una cruz ni una imagen de la Virgen (y si la vieron no saben lo que representan), muy pocos van a misa y pocos se acercan a los sacramentos.
A pesar de todo esto sigue siendo vital la asignatura de Religión en los colegios. Yo diría que hoy en día los profesores de Religión somos casi los únicos que presentamos a los alumnos la figura de Jesús como alguien que, aunque no esté de moda, sigue atrayendo y cautivando a muchas personas. Hoy, por desgracia, presenta antes la figura de Jesús a los niños el profesor que el sacerdote, cosa que no pasaba antes. Algo importante del profesor es el testimonio, siempre cercanos, acoger, escuchar sobre todo a los que más problemas tienen, estar siempre donde te necesiten tanto alumnos como compañeros docentes. El profesor de Religión, si verdaderamente lo asume como una vocación dentro de la Iglesia, puede hacer una gran labor. Como docente puedo afirmar que me considero un afortunado, pues me siento muy querido por mis alumnos y alumnas, y en los colegios en los que estoy es muy elevado el alumnado que elige la asignatura de Religión.
El mundo rural diocesano se va despoblando a un ritmo muy acelerado. ¿Cómo podemos acompañar como Iglesia este momento y, en especial, a los mayores que van quedando en ellos?
Ese es el gran problema que se nos plantea en las pequeñas comunidades, la despoblación y que la mayoría de los habitantes son ancianos. Lo comento muchas veces en los grupos: los ancianos son los grandes abandonados de nuestras comunidades, sobre todo cuando ya no pueden asistir a los actos de culto en la parroquia, se limita su vida religiosa a participar en la eucaristía a través de la televisión.
Los sacerdotes ya no pueden hacer este acompañamiento por el tiempo material que es escaso. Desde hace años procuro visitar a ancianos y enfermos en sus domicilios o en los hospitales, a los que quieren llevarles la comunión, para que así se pueda hacer compañero (Jesús Eucaristía) de su vejez, enfermedad o soledad.
Puedo afirmar que es una experiencia muy gratificante, diría que me aportan más ellos a mí en mi vida de fe que lo que yo les puedo aportar a ellos. Desean ser escuchados, aconsejados, queridos y acompañados, por el sacerdote o en su defecto, por el laico que en ese momento representa a la comunidad parroquial a la que ellos pertenecen. Sería interesante animar a las comunidades, pequeñas o grandes, para que se formasen grupos de acompañamiento a enfermos y ancianos para poder, como comunidad, acercarles la presencia del Señor en esos momentos de debilidad humana, que es cuando más necesitan esa presencia y el acompañamiento de los hermanos.
La iglesia parroquial de O Vicedo ha vivido recientemente unas obras importantes, ¿cuál es tu papel en la conservación, mantenimiento y puesta en valor del patrimonio parroquial?
Sí, durante un año nuestra iglesia parroquial de Santo Estevo ha estado cerrada para el culto, trasladándose el mismo a un local provisional debidamente acondicionado. Se han realizado obras destacadas, sobre todo de renovación de la cubierta del templo (reposición de la totalidad de la madera y la pizarra). Se volvió a cubrir el pórtico de la fachada principal que se había sacado en los años ochenta por su estado ruinoso, no pudiendo afrontar en aquellos momentos su reconstrucción por cuestiones económicas. Con esta obra la iglesia ganó amplitud y está mucho más protegida frente a los temporales de invierno. También se pintó y preparó todo el interior y se modificó parte de la electrificación.
Por otra parte, tengo que decir que me considero un amante del patrimonio y celoso de su conservación, por lo que es algo que me gusta realizar, no solo en esta obra, sino que año tras año, en la medida de nuestras posibilidades como parroquia pequeña y con la ayuda de varios colaboradores, vamos constantemente poniendo en valor todo lo que tenemos: restauración de objetos litúrgicos, imágenes etc. También acondicionamos el entorno del templo. Por ejemplo, hace unos años habilitamos un local para aseos, ya que era algo que los feligreses demandaban, y gracias a varias donaciones se pudo acometer la obra. La gran asignatura pendiente es la restauración de la casa rectoral, que usamos para reuniones de todo tipo, catequesis, despacho parroquial, etc. y que se encuentra bastante deteriorada, sobre todo la cubierta.
En los próximos años vamos a vivir una situación compleja en el mantenimiento del patrimonio de nuestras parroquias, que irán quedando más solitarias. ¿Cómo tendría que cooperar la gente que permanece en esos núcleos para una mejor conservación y mantenimiento de los templos parroquiales y capillas?
Esto es algo muy complejo. Ya está sucediendo en muchas parroquias pequeñas que poseen unos grandes templos, bastante deteriorados por el paso de los siglos, y esas comunidades ya no son capaces de afrontar por sí mismas el mantenimiento de los edificios. Mi opinión es que los feligreses en esas comunidades tan diezmadas pueden cooperar a nivel personal con pequeñas ayudas de trabajo personal. Pero económicamente es más difícil. La mayoría son gente mayor con pensiones no muy elevadas que hacen mucha falta para la vida cotidiana. Lo ideal sería que se implicasen más las instituciones con aportaciones económicas, porque, en definitiva el patrimonio es algo importante para todos, es una riqueza que tenemos que cuidar y preservar para que las generaciones futuras lo puedan disfrutar.
Entrevista de Javier Martínez Prieto, miembro de la secretaría diocesana de Comunicación