Publicada en La Voz de Galicia
Entrevista a la comunidad religiosa de las Esclavas del Santísimo de Ferrol
Por Bea Antón.- Están acostumbradas a vivir enclaustradas los 365 días del año, pero, aún así, el confinamiento al que ha llevado el coronavirus no ha pasado desapercibido para las diez religiosas de la casa de las Esclavas del Santísimo, el único convento de clausura que existe en Ferrol. «Nosotras también notamos la epidemia, porque de la calle ya no nos llega el ruido de los coches, ni tampoco las voces de los niños que salen del colegio. Todo está en el más absoluto silencio», cuenta sor Felisa, una de las siete monjas españolas del convento.
Junto a ellas, en la casa de clausura ubicada frente al Parador de Turismo -cuyos orígenes se remontan a una pequeña ermita en la que se veneraba a San Roque- también conviven dos religiosas de Guatemala y una de Kenia. Esta última, sor Angelina, la superiora, cuenta que en el día a día del convento también han cambiado otras cosas a raíz del estado de alarma decretado por el Gobierno. Ahora escuchan misa a través de Radio María, porque el cura ya no puede ir a oficiarla al convento. Y en la sala del locutorio ya no reciben la visita de amigos y familiares, como tampoco hay novias que llamen a su puerta para dejarles huevos en el torno con la esperanza de que no llueva el día de su boda. Además, las personas sin recursos que solían pedirles limosna o un bocadillo también se han esfumado. «Ahora ya solo vienen uno o dos y para eso no todos los días», dice sor Felisa.
Como no tienen ni prensa ni televisión, las religiosas se enteran de lo que está sucediendo en el mundo a través de la radio, pero, sobre todo, gracias a las llamadas que reciben de algunos fieles y familiares. «Nos llaman y nos dicen que están tristes, porque la enfermedad está matando a mucha gente. A Kenia, mi país, ya ha llegado el virus, pero no sé mucho más», comenta la madre Angelina.
Ellas viven con normalidad el encierro, porque lo eligieron por vocación y es su forma de vida, pero entienden que pueda resultar duro para el resto de la población. «Yo le aconsejaría a la gente rezar mucho, incluso a los no creyentes, no desesperarse y tener confianza en que todo esto se va a solucionar», señala sor Felisa. Y sor Angelina recomienda «agarrarse al presente y aceptar la situación», para «no vivir el encierro con amargura».
Por lo demás, las religiosas del convento continúan con sus quehaceres diarios. Además de rendir culto al Santísimo Sacramento expuesto en el altar durante las 24 horas -lo que les obliga a hacer turnos día y noche para que siempre haya alguien en la iglesia-, las monjas también dedican su tiempo a la confección de todo tipo de prendas religiosas, como casullas o albas, aunque ahora apenas tienen encargos de las parroquias. «Nadie nos ha pedido que confeccionemos batas o mascarillas, pero si alguien lo hace, estaremos encantadas de colaborar», anota sor Felisa. A las ocho no aplauden con las palmas, sino «con el corazón». «Y por las noches siempre rezamos a San Roque, protector de la peste y las enfermedades», concluye sor Angelina.
Fuente: La Voz de Galicia. Edición Ferrol
«Le aconsejaría a la gente rezar mucho, incluso a los no creyentes, no desesperarse y tener confianza en que todo esto se va a solucionar»