Escrito pastoral del obispo diocesano con motivo del Día Internacional del Pueblo Gitano 2022
Celebramos hoy, 8 de abril, el Día Internacional del Pueblo Gitano. Se trata de una fecha que puede pasar desapercibida en el calendario, pero que a mí me ha parecido importante destacarla y reflexionar al respecto. Os cuento el porqué: hace pocos días se presentaba el Informe Foessa de Cáritas Española, que hacía públicas las consecuencias sociales de la pandemia de la Covid-19. En dicho informe, que sin duda se habrá quedado desfasado con la actual situación que estamos viviendo, se nos advertía de la enorme brecha social que se ha incrementado en los últimos años, de la creciente precarización laboral, de la desconexión digital de muchos hogares, de diferentes factores que provocan la pobreza… Pero, entre los datos, hubo uno que me llamó la atención: “El 70% de los hogares gitanos se encuentra en exclusión social, cifra que triplica la del conjunto de los hogares españoles”.
Sin duda, es un dato que podemos corroborar en nuestra propia realidad diocesana, donde constatamos la marginalidad en la que muchos de ellos se encuentran. Dedicados a tareas laborales secundarias, con deficiencias en los procesos de escolarización… son caldo fácil de exclusión con todo lo que conlleva.
Es cierto que el pueblo gitano vive entre nosotros desde hace mucho tiempo. Pero muchas veces hemos vivido dándonos la espalda, incluso en abierta oposición. En efecto, se trata de una minoría particular entre otras minorías. Además, la llegada de la población migrante ha hecho que su presencia se difumine también en esa pluralidad. Y es que su cultura particular contrasta en muchos aspectos con la dominante, lo que supone siempre un reto a la difícil interculturalidad que debe caracterizar nuestras sociedades abiertas.
Con el pueblo gitano seguramente nos hemos dejado llevar por los estereotipos. Con tristeza podemos decir que la ignorancia, la desconfianza y el desconocimiento mutuo alimentan un rechazo latente y peligroso, que provoca el efecto de encerrarse en sí mismos. Por eso, resuenan muy bien estas palabras del papa Francisco en una visita realizada a un barrio gitano: “¡Cuántas veces los juicios son en realidad prejuicios, cuántas veces adjetivamos! La belleza de los hijos de Dios, que son nuestros hermanos, se desfigura con palabras. No se puede reducir la realidad del otro a los propios modelos prefabricados, no se puede encasillar a las personas. Ante todo, para conocerlas verdaderamente, es necesario reconocerlas. Reconocer que cada uno lleva en sí la belleza imborrable de hijo de Dios, en la que se refleja el Creador. Queridos hermanos y hermanas, demasiadas veces ustedes han sido objeto de preconceptos y de juicios despiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras y gestos difamatorios”.
Creo que la celebración de este día debe ayudarnos a construir necesarios puentes. Sin duda, es preciso valorar la cultura gitana que aporta al conjunto de nuestra sociedad elementos de valor. Aunque también ella sufre la homogeneidad cultural que se nos impone, mantiene particularidades que no podemos obviar. Podemos pensar en la importancia que ellos dan a la familia, también a la familia ampliada en la que se insertan. Es de destacar el cuidado de los mayores y de los ancianos, que sigue siendo un elemento importante, pues en ellos encuentran la auténtica sabiduría. También sobresale el culto a los muertos, como memoria viva de un pasado que se proyecta en el presente. Y cómo no señalar su alegre religiosidad, que les hace estar abiertos a la trascendencia con una mayor familiaridad.
Es bueno que este día nos ayude a establecer puentes que permitan enriquecernos mutuamente. La integración nunca puede conllevar la aniquilación de una cultura o de la propia identidad. Se trata, al contrario, de un proceso muy lento y orgánico, que conlleva mucha paciencia y tenacidad. Bien sabemos que la convivencia siempre se establece en la vida cotidiana, cimentada en el diálogo. Pero, desde luego, sólo se conseguirá una convivencia pacífica cuando conlleve el desarrollo integral de todos. En ese sentido, todavía queda mucho camino por andar.
Desde la Iglesia también es mucho lo que se viene haciendo. Nuestra Cáritas diocesana, en coordinación con la HOAC, es testigo de esta labor que se construye especialmente en sus programas con la infancia y las mujeres. Sabemos que son dos colectivos sobre los que hay que incidir para cambiar. Desde las parroquias también hemos de fomentar la evangelización de la caridad que, en este campo, ha de conllevar una urgente inculturación y una promoción humana integral.
En este día quiero recordar a dos beatos gitanos que se presentan como modelos de fidelidad, compromiso y caridad. Ellos son Ceferino Jiménez (el Pelé) y Emilia la Canastera, beatos gitanos, que acompañan el caminar de su pueblo y que brillan con luz propia. A ellos encomendamos todos estos buenos deseos.
Vuestro hermano y amigo.
GALEGO
Celebramos hoxe, 8 de abril, o Día Internacional do Pobo Xitano. Trátase dunha data que pode pasar desapercibida no calendario, pero que a min pareceume importante destacala e reflexionar respecto diso. Cóntovos o porqué: hai poucos días presentábase o Informe Foessa de Cáritas Española, que facía públicas as consecuencias sociais da pandemia da Covid-19. No devandito informe, que sen dúbida se quedou desfasado coa actual situación que estamos a vivir, advertíasenos da enorme brecha social que se incrementou nos últimos anos, da crecente precarización laboral, da desconexión dixital de moitos fogares, de diferentes factores que provocan a pobreza… Pero, entre os datos, houbo un que me chamou a atención: “O 70% dos fogares xitanos atópase en exclusión social, cifra que triplica a do conxunto dos fogares españois”.
Sen dúbida, é un dato que podemos corroborar en nosa propia realidade diocesana, onde constatamos a marxinalidade na que moitos deles se atopan. Dedicados a tarefas laborais secundarias, con deficiencias nos procesos de escolarización… son caldo fácil de exclusión con todo o que conleva.
É certo que o pobo xitano vive entre nós desde hai moito tempo. Pero moitas veces vivimos dándonos as costas, mesmo en aberta oposición. En efecto, trátase dunha minoría particular entre outras minorías. Ademais, a chegada da poboación migrante fixo que a súa presenza se difumine tamén nesa pluralidade. E é que a súa cultura particular contrasta en moitos aspectos coa dominante, o que supón sempre un reto á difícil interculturalidade que debe caracterizar as nosas sociedades abertas.
Co pobo xitano seguramente nos deixamos levar polos estereotipos. Con tristeza podemos dicir que a ignorancia, a desconfianza e o descoñecemento mutuo alimentan un rexeitamento latente e perigoso, que provoca o efecto de encerrarse en si mesmos. Por iso, ecoan moi ben estas palabras do papa Francisco nunha visita realizada a un barrio xitano: “Cantas veces os xuízos son en realidade prexuízos, cantas veces adxectivamos! A beleza dos fillos de Deus, que son os nosos irmáns, desfigúrase con palabras. Non se pode reducir a realidade do outro aos propios modelos prefabricados, non se pode cualificar ás persoas. Ante todo, para coñecelas verdadeiramente, é necesario recoñecelas. Recoñecer que cada un leva en si a beleza indeleble de fillo de Deus, na que se reflicte o Creador. Queridos irmáns e irmás, demasiadas veces vostedes foron obxecto de preconceptos e de xuízos desapiadados, de estereotipos discriminatorios, de palabras e xestos difamatorios”.
Creo que a celebración deste día debe axudarnos a construír necesarias pontes. Sen dúbida, é preciso valorar a cultura xitana que achega ao conxunto da nosa sociedade elementos de valor. Aínda que tamén ela sofre a homoxeneidade cultural que se nos impón, mantén particularidades que non podemos obviar. Podemos pensar na importancia que eles dan á familia, tamén á familia ampliada na que se inseren. É de destacar o coidado dos maiores e dos anciáns, que segue sendo un elemento importante, pois neles atopan a auténtica sabedoría. Tamén sobresae o culto aos mortos, como memoria viva dun pasado que se proxecta no presente. E como non sinalar a súa alegre relixiosidade, que lles fai estar abertos á transcendencia cunha maior familiaridade.
É bo que este día nos axude a establecer pontes que permitan enriquecernos mutuamente. A integración nunca pode conlevar a aniquilación dunha cultura ou da propia identidade. Trátase, ao contrario, dun proceso moi lento e orgánico, que conleva moita paciencia e tenacidade. Ben sabemos que a convivencia sempre se establece na vida cotiá, cimentada no diálogo. Pero, desde logo, só se conseguirá unha convivencia pacífica cando conleve o desenvolvemento integral de todos. Nese sentido, aínda queda moito camiño por andar.
Desde a Igrexa tamén é moito o que vén facendo. A nosa Cáritas diocesana, en coordinación coa HOAC, é testemuña deste labor que se constrúe especialmente nos seus programas coa infancia e as mulleres. Sabemos que son dous colectivos sobre os que hai que incidir para cambiar. Desde as parroquias tamén habemos de fomentar a evanxelización da caridade que, neste campo, ha de conlevar unha urxente inculturación e unha promoción humana integral.
Neste día quero lembrar a dous beatos xitanos que se presentan como modelos de fidelidade, compromiso e caridade. Eles son Ceferino Jiménez (o Pelé) e Emilia a Canastera, beatos xitanos, que acompañan o camiñar do seu pobo e que brillan con luz propia. A eles encomendamos todos estes bos desexos.
O voso irmán e amigo.
«Creo que la celebración de este día debe ayudarnos a construir necesarios puentes. Sin duda, es preciso valorar la cultura gitana que aporta al conjunto de nuestra sociedad elementos de valor»