Para orar cada día
24ª Semana del Tiempo Ordinario
Martes 17 de septiembre de 2024. Festividad de San José de Cupertino
Comentarios preparados por la comunidad religiosa de las Concepcionistas de Mondoñedo
«Joven, a ti te digo: levántate»
Lucas 7, 11-17
En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Comentario
Jesús siente lástima por la desgracia de aquella pobre mujer, desafía la tradición tocando el cadáver de un joven, se manifiesta como Señor de la vida siempre dispuesto a aliviar el dolor de los que sufren. Los cristianos deberíamos alentar la vida allí donde languidezca, deberíamos tocar las situaciones de muerte y animar la esperanza de muchos jóvenes que han perdido la ilusión de vivir con dignidad.
Aprendamos de esta viuda que no conviene dar por muerto nada de nosotros ni de los demás, porque no sabemos cuándo podremos escuchar ese “A ti te lo digo: levántate” del Señor que es capaz de revivir lo que dábamos por perdido.
Para reflexionar
En el sacramento de la penitencia, y en la sagrada comunión, sigue realizando en las almas mayores milagros de los que antes realizaba en los cuerpos. A quienes estábamos muertos por el pecado, nos toca. Revestido de nuestra carne, y devorado por nosotros, nos dice: muchacho, a ti te lo digo, levántate! ¿No lo escuchas en cada absolución, o cada vez que comulgas?
Oración
Perdóname, Señor, por las veces en que soy insensible y no siento lástima del sufrimiento que hay a mi alrededor.