¿Y si hablamos del Seminario?

Con la fiesta de San José, la Iglesia celebra el Día del Seminario. Una oportunidad para pensar en el Seminario como institución eclesial que ayuda a los jóvenes que quieren prepararse para ser sacerdotes. Una jornada también para orar por las vocaciones y por aquellos que están en ese camino de discernimiento que les lleve a descubrir lo que el Señor pide de sus vidas: actualmente cuatro en nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol. Una fecha para orar al “Dueño de la mies que siga enviando obreros a su mies” porque “la mies es mucha y los obreros pocos”. Una posibilidad para reflexionar sobre la misión del ministerio sacerdotal en la comunidad eclesial, su imprescindible tarea en el alimento y la formación de la comunidad, en el servicio de la unidad, la evangelización y del conocimiento del evangelio. Una ocasión para descubrir que toda vida es una vocación y una misión, que los bautizados miran el futuro desde esta clave, que hoy también se puede y se debe hacer la propuesta del camino sacerdotal para nuestros niños y jóvenes. Un momento privilegiado para otear el futuro de la Iglesia con esperanza, con confianza y con espíritu de conversión y cambio.

Es cierto que vivimos momentos complejos en los que la respuesta vocacional no es tan numerosa como lo fue en otros momentos. Es un signo más de la crisis de fe que atravesamos y del cambio de época en el que nos encontramos. Nuestras comunidades cristianas serán cada vez más pequeñas, más pobres, menos influyentes… Asimismo las formas de cristiandad que hemos vivido hasta ahora, muy vinculadas a la celebración en todas las parroquias, se están viendo ya trasformadas. La movilidad, como elemento fundamental de nuestra sociedad, también la tendremos que incorporar a nuestra vida de fe, reuniéndonos en centros donde los pocos sacerdotes que existen se puedan desplazar para la celebración de la eucaristía y para alentar una mínima vida comunitaria.

Porque los seminaristas se preparan para ser sacerdotes de una nueva época, con unos desafíos bien diferentes a los que afrontamos hace unos años, aunque con el constante reto de la evangelización que siempre es nueva y permanente. Lo han de ser en comunidades más sinodales y protagonistas, que giran en torno a la eucaristía y el bautismo, en lugar de hacerlo en torno al sacramento del orden, que en algunos puede producir un desarrollo no maduro de la fe. Y han de ser sacerdotes en un mundo descreído, indiferente, lo que provoca que su vida, perdida según los valores del mundo, haya de estar más sostenida en las raíces de la fe y del encuentro profundo con Jesús, acompañado del amor a la gente.

Ciertamente que es un reto difícil, complejo… pero apasionante, lleno de satisfacciones y de alegrías, de plenitud y de gozo, propio de los jóvenes que buscan metas altas. Se necesitan corazones grandes, abiertos a los grandes ideales, abiertos a Jesucristo, que es el único que sacia la sed del corazón humano.

Queridos jóvenes: Os invito a levantaros y poneros en camino, como nos dice el lema de este año. Es preciso ponerse en pie, dejar la comodidad que a veces nos hastía, ponerse en camino en la búsqueda de otras formas que satisfagan nuestras búsquedas de felicidad y de plenitud. Descubre que tu vida es una misión, que tienes una tarea en este mundo, que Dios espera mucho de ti… Escucha y acoge la invitación que Dios te hace para dar tu vida para generar mucha vida a tu alrededor. ¡Vale la pena!

Queridas familias: Os invito a vivir la fe en el seno vuestros hogares, convirtiéndolos así en verdaderas iglesias domésticas. Cuando se descubre, en la familiaridad del hogar, la belleza de Dios, es más fácil percibir la alegría de una vocación como dicha para todos.

Queridos sacerdotes: Que nuestra vida entregada, austera y feliz en el trabajo pastoral cotidiano, sea el mejor reclamo para nuestra permanente y constante propuesta vocacional a los niños y jóvenes.

Queridas comunidades cristianas: En la medida en que percibamos la grandeza e importancia del ministerio sacerdotal, junto con la necesaria participación y protagonismo en la vida eclesial, estaremos generando un caldo de cultivo adecuado para el florecimiento de nuevas vocaciones. No nos cansemos de orar y de sembrar.

Vuestro hermano y amigo.

+Fernando, obispo de Mondoñedo-Ferrol

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