Miguel Garaizabal, misionero ferrolano en Tailandia: “Siempre quise darme totalmente a Dios”

El padre Miguel Garaizabal es jesuita. Nació en el año 1942 en Ferrol. Su vida, sin embargo, se desarrolló pronto lejos de la tierra que le vio nacer. Aquí tiene una tía y algunos familiares cercanos. Es uno de los doce misioneros de nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol que dedican su vida a la extensión del evangelio. La semana pasada visitó y compartió la comida con el obispo diocesano, don Fernando, que le dio las gracias por su vida y le transmitió la alegría y el apoyo de toda la Iglesia diocesana que envía a sus misioneros.

¿Cómo surgió tu vocación a la misión?
La verdad es que fue como un flechazo. De pronto descubrí en mí el amor de Dios, una experiencia que quería transmitir a los demás. Busqué cómo, y me dijeron que los jesuitas eran misioneros. Entré en el noviciado de los jesuitas en Salamanca, a finales del 1959. Nuestra provincia tenía la misión de China y Brasil. Le dije al maestro de novicios que yo me ofrecía para ir a misiones. La principal razón era que yo quería darme totalmente a Dios. ¡Creo que también me motivaba un cierto espíritu aventurero! Más tarde pasaron algunos misioneros de China por el noviciado, y uno de ellos comentó que la Compañía de Jesús en Tailandia, que era parte de la provincia de China, necesitaba gente. Desde entonces me puse a escribir cartas cada año pidiendo a mis superiores para que me enviaran a Tailandia. Y mi insistencia dio resultado. Al terminar filosofía en Comillas, el provincial me destinó a Tailandia. Llegué a Bangkok el 30 de agosto del 1966, y allí estoy desde entonces. Estudié teología en la India, y recibí la ordenación sacerdotal en 5 de marzo de 1972 en Bangkok.

¿Qué recuerdas de Ferrol en tu infancia?
La primeras imágenes que me vienen son la vista sobre la ría y del arsenal desde el paseo de Herrera, a donde iba a jugar cuando era pequeño. Otra imagen son las procesiones de Semana Santa. Eran impresionantes e impactantes.

Cuéntanos un poco tu trayectoria vitar y qué haces en la actualidad…
Mi primer destino después de la ordenación fue de capellán de estudiantes universitarios en Bangkok, cargo que ocupé durante diecisiete años. También daba ejercicios espirituales y visitaba a los presos de habla castellana en las cárceles. Durante ese tiempo fue superior de nuestra comunidad de Xavier Hall and Bangkok, y también superior de la Compañía de Jesús en Tailandia (1984-1990).

En 1994 fui destinado a nuestro centro de estudiantes, The Seven Fountains, en Chiang Mai, para transformarlo en un Centro de Espiritualidad y casa de ejercicios. Estuve allí quince años dando ejercicios y cursillos de espiritualidad.

Luego fui párroco en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, en Bangsaen durante cuatro años. Fue una inexperiencia inolvidable.

En el 2012, el cardenal arzobispo de Bangkok pidió a mi superior que me enviara al seminario mayor de Lux Mundi como director espiritual. Este es el único seminario mayor del país bajo la dirección de la Conferencia Episcopal. Entonces había 160 seminaristas mayores del todo el país. Hoy en día cuenta con poco menos de 100.

Un par de años más tarde el Cardenal me pidió que fuera al centro St. Jean Marie Vianney de Tagaytay, Filipinas, para hacer un curso de Psicología Clínica para ayudar a sacerdotes con problemas.

Al presente soy de nuevo superior de la Compañía de Jesús en Tailandia, sigo dando ejercicios espirituales a toda clase de gente, sigo de director espiritual en el seminario mayor, capellán de la comunidad católica latina de Bangkok, soy miembro de la Comisión Episcopal de Protección de Menores y ayudo a sacerdotes con problemas. También, junto con voluntarios de la comunidad latina, visitamos y damos algo de ayuda a los presos de habla castellana.

¿Qué te llama la atención más de la cultura de Tailandia?
Lo educada que es la gente, sus buenas maneras, su respeto al prójimo, su sonrisa continua, la armonía social.

Ser misionero hoy, ¿tiene sentido?
Pienso en las últimas palabras de Cristo a sus discípulos (Hechos1,8): “El Espíritu Santo vendrá sobre vosotros; y seréis mis testigos en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra”. El misionero es llamado a ser un testigo de Cristo, como todos los demás.

Y el papa Francisco nos recuerda en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a él que vuelva a cautivarnos” (EG 264).

Un mensaje a los feligreses de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol
Gracias por vuestro apoyo, gracias por vuestra generosidad, gracias por tenernos presentes en vuestras oraciones, gracias por acogernos cuando volvemos cansados a reparar fuerza en nuestro país de origen. Seguimos unidos en la oración, trabajando juntos en la misma misión de ser testigos de Cristo resucitado.

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