Mons. García Cadiñanos: “La solución a los flujos migratorios no son más vallas. Hay alternativas, démosles una oportunidad”

“La migración es uno de los grandes retos que tenemos como sociedad y que es preciso afrontar juntos y globalmente”. Fernando García Cadiñanos, responsable de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE), asiste con preocupación al debate que se está instalando en España sobre la acogida a los inmigrantes que están llegando sus costas y rechaza que se hable de “invasión”, palabra “inapropiada” que “acrecienta siempre el temor, el miedo, el rechazo…”.

“Es una situación muy compleja la que se está produciendo, que está siendo utilizada políticamente y que va en perjuicio de las personas, especialmente de las últimas, que son las que sufren esta falta de acuerdo”, señala el obispo de Mondoñedo-Ferrol (celebra estos días el tercer aniversario de su ordenación episcopal) en entrevista con Religión Digital, recordando que la Iglesia ha emplazado a un Pacto Nacional sobre las Migraciones y urgiendo a “dar una respuesta de solidaridad interterritorial a las Islas Canarias o Ceuta“.

Italia reconoce que la presión migratoria se ha traslado de Lampedusa a Canarias. Y en las islas han pedido ayuda y solidaridad al resto de las comunidades autónomas, pero las autoridades respectivas no se han puesto de acuerdo en el reparto de unas personas que tienen saturados los centros de acogida. ¿Qué le parece esa situación?
Es una situación muy compleja la que se está produciendo, que está siendo utilizada políticamente y que va en perjuicio de las personas, especialmente de las últimas, que son las que sufren esta falta de acuerdo. Como venimos reclamando desde la Iglesia, urge dar una respuesta de solidaridad interterritorial a las Islas Canarias o Ceuta y que el Estado asuma mayor agilidad en la respuesta a esta crisis humanitaria que desborda las capacidades de acogida del archipiélago o la ciudad autónoma. Esas personas requieren un modelo de acogida integral.

¿Entiende usted que las principales fuerzas políticas del país no se pongan de acuerdo para legislar en una cuestión que debiera estar fuera de los marcos partidistas?
Se me hace difícil comprenderlo cuando se supone que la política está para la búsqueda del bien común. Sobre la mesa está una ILP que busca otra regularización extraordinaria de migrantes por motivos de reconocimiento, dignidad y justicia. Ya están contribuyendo al sostenimiento y funcionamiento ordinario de nuestra sociedad. Legalizar su situación administrativa caso por caso contribuye al bien común, los convierte en ciudadanos con derechos y deberes. Sin embargo, siguen siendo los prejuicios, las emociones y las ideologías las que distorsionan relatos y priman en la toma de las decisiones, por encima de las personas, el encuentro con sus historias y la realidad que se nos impone.

Por otro lado, son muchas las voces que venimos emplazando a los políticos a trabajar en un Pacto Nacional de Migraciones que ponga la dignidad de la persona, el bien común y la seguridad en el centro, abordando todas las conexiones del fenómeno migratorio, atendiendo las causas, favoreciendo vías legales y seguras, promoviendo un modelo de acogida integral y abierto al patrocinio comunitario, coordinando y simplificando las barreras y conflictos de competencias entre las diversas administraciones públicas, facilitando los medios para una integración social y laboral y mejorando la situación administrativa de quienes ya están entre nosotros.

Estados Unidos primero, después Reino Unido, Francia, Italia, Alemania… ¿Se está utilizando políticamente la llegada de inmigrantes también en España? ¿Le preocupa esta cuestión?
Siempre es preocupante toda utilización de las personas para el beneficio político de la búsqueda del poder, sobre todo cuando se hace, como decía, desde la falta de todo rigor racional. Sin duda, la migración es uno de los grandes retos que tenemos como sociedad y que es preciso afrontarlo juntos y globalmente.

La Iglesia dice que se necesita una gobernanza mundial con implicación de la comunidad internacional, donde los países del llamado sur global, que no es tan global como parece, sean más escuchados. No se puede solucionar de manera individual o parcial. Confluyen demasiados aspectos que hay que tener siempre muy presentes.

Cada guerra son millones de desplazados, y detrás de muchas de ellas está el extractivismo, la corrupción, la trata, el lucro con las armas. Paremos las guerras. Me preocupa la historia de cada persona que está entre nosotros y que tiene un proyecto vital que hemos de saber abordar entre todos. Que no se nos olvide que ellos vienen siempre buscando vida.

Algunos líderes políticos denuncian la “invasión islamista”. ¿Hay motivos para la alarma?
La palabra invasión acrecienta siempre el temor, el miedo, el rechazo… Yo creo que es inapropiada. En las migraciones los factores culturales son importantes de cara a la integración. Sin duda una diferencia cultural, como es la migración procedente de países islámicos, no siempre facilita su integración entre nosotros. Por eso, se convierte en un reto por parte de todos: por parte de los propios migrantes y también por parte de la sociedad de acogida, que está llamada a desarrollar su propia identidad y la vivencia de sus valores.

Pero hay herramientas para mejorar la convivencia, están por ejemplo las figuras de los mediadores, que hace unos años fueron un gran acierto y se dejaron de promover por falta de inversión pública. En ese sentido, me preocupa más la secularización de Occidente y lo que ella conlleva y provoca. El peligro no son las religiones, sino cuando éstas pueden ser colonizadas por ideologías excluyentes o el fanatismo, sea en el islam, el cristianismo, el hinduismo o el ateísmo. El papa Francisco propone un diálogo entre religiones y culturas. Ese diálogo, cuando se basa en la defensa de la vida, la justicia y el bien común, es posible y hay que construirlo en cada barrio, entre vecinos, y formarnos para hacerlo bien.

El papa Francisco ha dicho recientemente que rechazar a los inmigrantes es “un pecado grave”. ¿Qué de grave es abogar por las deportaciones masivas o mandar a la Armada a impedir la llegada de cayucos?
Hay que conjugar dos derechos: por una parte el derecho de cada persona a emigrar y por otra parte el derecho de los propios estados a regular y acompañar con responsabilidad y solidaridad los flujos migratorios. Ciertamente las autoridades tienen el derecho de regular la migración para conseguir que esta sea segura y respetuosa con la dignidad de las personas. Pero eso no deriva en que se pueda actuar de cualquier manera. La solución a los flujos migratorios no son más vallas y medidas protectoras. Hay otras alternativas, démosles una oportunidad.

¿Le preocupa a la Iglesia que este discurso se extienda entre la población? Hace unas semanas hubo de suspenderse ante la tensión generada un pleno municipal en un pueblo de León que había acogido a un grupo de inmigrantes trasladados desde Canarias…
Por supuesto que me preocupa porque estas reacciones se producen desde el sentimiento y la falta de información veraz, no desde el encuentro real con las personas y sus historias. En ese sentido tienen más de aporofobia que de racismo. Es curiosa y digna de elogio la reacción de solidaridad que se abrió en la sociedad española con los refugiados procedentes de Ucrania y que ahora se ha trasformado en miedo y rechazo hacia otros hermanos nuestros que huyen de sus países buscando siempre la vida.

¿Y está calando en la propia Iglesia ese discurso? Hace unos días, un sacerdote se quejó desde el púlpito de que los extranjeros recibían muchas ayudas oficiales frente a los “nacionales”, aunque luego pidió perdón… ¿No escuchan al Papa ni leen los documentos de la CEE sobre la acogida en las parroquias?
La comunidad cristiana no es ajena a dejarse llevar por los valores culturales de nuestra sociedad. En ese sentido es importante volver siempre al Evangelio, que nos ayuda a redirigirnos constantemente cuando nuestros valores son contrarios al mismo. La conversión es siempre permanente y tenemos que estar muy vigilantes para que el espíritu del mundo no nos conquiste.

Desde mi punto de vista, una de las aportaciones que la Iglesia puede hacer hoy a nuestro mundo es la de reivindicar y avivar la defensa de la dignidad de toda persona humana, en cualquier circunstancia y condición. También del migrante sobre el que se antepone el propio bienestar cuando se cae en el rechazo. Nuestra Iglesia está llamada a brillar con luz propia y con voz clara en ese sentido. Y el papa Francisco nos ayuda a ello. Y siempre podemos mejorar la comunicación para facilitar la recepción de nuestros documentos, de hecho, animo a laicos, pastores y consagrados a leer y dejarse interpelar por la exhortación pastoral Comunidades Acogedoras y Misioneras.

Entrevista publicada en Religión Digital

Fotografía de portada: Menores migrantes llegados a El Hierro. EFE/Gelmert Finol

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